Radicalización K y estampida inversora

Seguramente sea injusto llevar el juego de las semejanzas tan lejos pero es ingenuo pedirle a los mercados el trazo delicado de las sutilezas y los matices.
Para quienes en los últimos meses se habían aventurado a afirmar en Wall Street que la política K estaba flirteando con la ortodoxia (suspensión de subsidios y límites a las negociaciones salariales), la avanzada sobre el Central primero y ahora la arremetida contra YPF los terminó de despojar de sus ilusiones.
Hoy, a los ojos de esa construcción vaga pero implacable que es el mercado, la Argentina se parece cada vez más a Venezuela. Y Cristina a Chávez.
En la plaza insisten en la forma en que se ha elegido avanzar sobre YPF, un futuro manejo estatal que no inspira confianza y una creciente marginación del país con la multiplicación de frentes de conflicto. Incluso cierta fragilidad que asoma detrás de la bravuconada, la debilidad que siempre encubre el exabrupto como estilo.
La lectura del mercado es más lineal que conspirativa: la estatización precipita un deterioro de la confianza que desalienta futuras inversiones, augura un intervencionismo más agresivo en un momento en que los desequilibrios macro se vuelven evidentes, cuestiona la capacidad de pago del país en la medida en que comprometerían recursos destinados a cancelar deuda, pone presión sobre un tipo de cambio que se aprecia rápidamente en términos reales y amenaza en última instancia con una economía en peores condiciones para orquestar el aterrizaje.
"Ya desde comienzos de abril vimos una reversión de políticas, que en un momento habían parecido coquetear con la ortodoxia. Pero ahora nuevamente el mayor riesgo es el de una radicalización. El conflicto del petróleo, de todos modos, es sólo un aspecto de este cambio de dirección. Igual de importantes fueron la suspensión del ajuste fiscal, el relajamiento de la política monetaria y el mantenimiento de controles cambiarios y a las importaciones. Detrás de todo el ruido y los titulares sobre la saga del petróleo, creemos que el mayor desafío para la Argentina hoy es el de un aterrizaje brusco si las autoridades siguen confiando exclusivamente en políticas intervencionistas", apunta Daniel Volberg, de Morgan Stanley.
No es de extrañar que la deuda soberana argentina sea la de peor desempeño este año entre emergentes según el EMBI Global Index de JPMorgan. Ni que el día del anuncio el costo de asegurarse contra los bonos argentinos se disparara más de 40 puntos cuando el de Venezuela avanzó sólo dos. Y que hoy sea de hecho más barato cubrirse de un default chavista. O que el riesgo vuelva a acercarse a los 1.000 puntos, esa tierra de los forajidos excluidos del mercado.
Ningún argentino en su sano juicio sugeriría abdicar de la defensa de nuestros intereses. Pero no hay claudicación en el respeto y la preservación de ciertos lazos. Aunque más no sea a cuenta de solidaridades futuras.
Una vez más, la Argentina K está dando todas las señales equivocadas. Y se vanagloria en la fanfarria hostil a la que nos tiene acostumbrados.

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