¿Puede el Gobierno mantener la estabilidad cambiaria durante las elecciones?

Al ritmo cansino de un dólar apaciguado, el oficialismo de Cambiemos recuperó aire durante mayo, e inicia este junio crucial para el largo año electoral con otro ánimo. Esto aplica en especial al presidente Mauricio Macri, cuya candidatura no habría podido resistir más días de zozobra en la previa de la confección final de la oferta electoral.

Mantener esa pax cambiaria es condición necesaria, aunque no suficiente, para que el oficialismo tenga chances de reelegir. Para lograrlo, hay algunas variables que maneja y otras que no. El gobierno necesita hacer un buen uso de las palancas que controla, pero rogar que las que están fuera de su alcance no le jueguen en contra. 

Repasemos. El gobierno no controla lo que pasa en el mundo, y la vulnerabilidad de la economía argentina hace al país susceptible de levantar fiebre ante cualquier estornudo global. 

Brasil, por caso, es una caja de Pandora. El vecino y principal socio comercial redujo su proyección de crecimiento a apenas 1,6% este año, dada la incertidumbre política que genera el primer semestre de la gestión Bolsonaro. El presidente ha perdido imagen de manera vertiginosa, se apoya cada vez más en su núcleo más duro de seguidores, y su futuro inmediato depende del destino parlamentario incierto de una reforma previsional a la que ha ligado su suerte el súper ministro de Economía, Paulo Guedes. Una crisis político/económica en Brasil podría generar una estampida de la región difícil de absorber para la frágil economía argentina.

Más globalmente, el recrudecimiento ya aparentemente inevitable en la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China tiene consecuencias todavía impredecibles para la dinámica de la economía global, pero en lo concreto promete, como mínimo, frenar el crecimiento del comercio. 

El gobierno, en tanto, controla a medias su propia capacidad de intervención en el mercado de cambios. Es cierto que el Fondo Monetario tomó la inédita decisión de darle al Banco Central poder de fuego para mantener estable a la moneda, ya sin corsé de flotación, pero también es sabido que la intervención no será totalmente libre si una eventual corrida pone en riesgo un número alto de los dólares del acuerdo stand-by. Si la situación se recalentara, Buenos Aires tendrá que consultar con Washington.

La propensión a comprar dólares de los argentinos que tengan pesos en sus bolsillos va a depender en gran medida de cómo se vaya dando el proceso electoral. En 2011, el año que Cristina Kirchner ganó la reelección del 54%, se realizaron compras netas de dólares por 18.000 millones. Unos días después de la elección, el gobierno instauró el cepo, que seguiría hasta que Macri asumió en diciembre de 2015. Desde que Macri es presidente, ya sin cepo, la dolarización ha ido creciendo:  12.300 millones en 2016, 17.700 millones en 2017, y 18.000 millones en 2018. En el primer cuatrimestre de este año, las compras netas fueron de 4.000 millones de dólares.


Aunque lo intente, el gobierno no controla, aunque busca influir, en la dinámica de la oposición, cuya oferta final va a terminar de definirse este mes. La decisión de Cristina Kirchner de depositar en Alberto Fernández la responsabilidad de liderar la fórmula presidencial del PJ-Kirchnerismo todavía no terminó de decantar, pero en principio consolida, junto con la decisión de la UCR de mantenerse casi sin fisuras ni grandes demandas en la coalición de gobierno Cambiemos, al esquema de polarización que se viene configurando sin prisa pero sin pausa desde hace meses. 

La buena noticia política para el proceso económico es que esos polos ahora tienen que expandirse hacia el centro de la grieta, y gradualmente moderando sus posiciones más extremas. El lugar donde queden finalmente Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Roberto Lavagna cobra cierta relevancia, así como es política y simbólicamente importante la decisión que tiene pendiente el presidente Macri sobre su compañero/a de fórmula. Pero casi desechada la posibilidad de que las piezas sueltas conformen un rompecabezas propio, y con altas probabilidades de que la elección se defina en la segunda vuelta de noviembre, no se debería sobrevalorar el impacto de estos reacomodamientos de último momento en el derrotero general de un proceso que ya está bastante cristalizado. Por caso, como el propio Massa intimó al gobierno esta semana ante supuestas fake news que indicaban que el tigrense estaba negociando un acuerdo electoral con María Eugenia Vidal, lo más recomendable al oficialismo hoy "dedicarse a gobernar" las variables que sí controla para intentar garantizar el difícil camino de estabilidad que necesita.

 


 

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