Propuesta para un consejo asesor de economistas de distintas extracciones

La mayoría de las mayorías en el país no puede quejarse: la carga pesada y violenta del cristinismo ya no tiene el poder, no impone criterios, no hay amigos contra enemigos, no hay evidencias de matonaje ni de corrupción. Pero hay que poner las cosas en claro para no mentirnos.

Es evidente que desde que se inició en la gestión este gobierno impuso, como símbolo de presencia, el voluntarismo. El criterio fue prueba y error y trasladándolo a cuestiones decisivas, importantes para la población, la cuerda se enredó en la cuestión energética y hubo que retroceder con grandes perjuicios.

Las promesas siempre estuvieron a la orden del día. Los indicadores de inflación, de recesión, de contracción fenomenal de la industria (40% de las plantas productivas ociosas), de desempleo, de negatividad a la búsqueda de empleo pegaron fuerte desde los primeros meses y siguen siendo un fuego que no se apaga. Los voceros del gobierno contestan que pasaremos unas buenas fiestas y -junto con algunas consultoras- aseguran que el 2017 será mejor y con crecimiento. En la intimidad afirman con sinceridad que el año que viene será como éste.

Hasta el momento las inversiones indispensables han sido renuentes por distintos motivos. Hay un factor desconfianza, pero también elementos clave como la dificultad energética, los altos costos del transporte, los problemas serios de infraestructura, la alta presión impositiva y el pesado lastre de los costos laborales. Si han llegado inversiones financieras, importantes, por las ganancias que les ofrecen los bonos en danza y se suben a las bicicletas clásicas de las que es experta la Argentina.

La sociedad, en general, no conoce de números ni del intercambio teórico entre economistas. Sólo busca una vida mejor y sin conflictos. Teniendo en cuenta esta situación diaria puede justificarse una campaña tranquilizadora del gobierno. Pero los problemas subsisten.
Hay un sector de la estructura gubernamental que ha trabajado muchísimo más que otros años y es el Parlamento. Salvo algún que otro encontronazo hubo armonía y aportes. La oposición jugó con bastante colaboración y constancia. Gran parte quizás por obra de los titulares de las Cámaras y en especial de Diputados donde hay que tener bastante cintura política. Por supuesto que algunas minorías procuraron sacar ventajas pensando en las elecciones de 2017.

Se ha hablado poco pero es un detalle importante: se amplió el Estado, se incorporó igual cantidad de gente de la que se echó y los ministerios y subsecretarías crecieron en número. Obliga a tener un excesivo control y a veces el tiempo no alcanza. Muchos veteranos empleados se quejan de la irrupción de gente en etapa iniciática, vinculada al gobierno, poco conocedora de las materias que le atañen, hasta el límite de cometer torpezas y acciones inservibles. Los recién ingresados sospechan de los que están hace tiempo.

En general, el gobierno toma las cosas con exagerado optimismo, que no calza en un país con demasiados nudos, barreras y situaciones burocráticas y torpes. El gran problema del voluntarismo, que también es una acción de contenido político, es que puede transformar todo en fantasía. Por lo que si fracasa el estruendo es mayor. Por eso lo mejor sea la prudencia, superar las trabas, hablar de los hechos con realismo.

Roberto Lavagna es no sólo un ex-ministro que sacó las papas del fuego en el 2002 con el esfuerzo del país, ayudado por los precios internacionales de la soja, sino que es un economista que sigue vigente. Es cierto que no pudo hacer nada sin la ayuda de la gestión anterior: el trabajo sucio lo hizo antes el cirujano mayor Jorge Remes Lenicov. La pobreza alcanzó al 50% de la población activa y la desocupación creció al 25%.

Lavagna está enrolado ahora en las filas del massismo, pero sus advertencias no se ven como una chicana política sino como una advertencia frontal. "Este modelo económico termina en un colapso". Explicó que él habla de modelos. En un diálogo con el colega José del Río, en La Nación, Lavagna agregó: "Hay distintos modelos de ajuste, en general con atraso cambiario, la tablita de la época de los militares, la convertibilidad de la época de Menem. Hay también una visión alternativa, la del populismo que tiene un componente de atraso cambiario". Y agregó: "Este tipo de modelo que combina tasas de interés fenomenalmente altas, dólar fijo, el bolsillo de la gente enflaqueciéndose, el empleo debitándose indefectiblemente requiere endeudamiento externo y termina en una situación de colapso".

Parte del oficialismo lo igualó a Hebe de Bonafini, lo denigraron de distintas formas. Pero hay datos ciertos en sus declaraciones. El atraso de tipo de cambio daña a las economías regionales y a sectores industriales. El endeudamiento externo está previsto en u$s 46.000 millones para el año que viene.

El Jefe de Gabinete contestó, sin que le hicieran mella las afirmaciones de Lavagna, que el modelo económico terminará en desarrollo.

Como la polémica continuará sin resolución, salvo algún milagro, la mejor alternativa sería la que hicieron algunos países de Europa al desatarse el tsunami financiero del 2007: llamar a un Consejo Asesor de Economistas de distintas extracciones políticas para que asesoren en el diseño de la estrategia económica que mejor convenga al país y a su población. El gobierno tiene el derecho de no escucharlos pero su movida sería un ejemplo de democracia e inteligencia. Mauricio Macri ya dio nacimiento a un Consejo Asesor de Intelectuales de orígenes distintos. ¿Por que no hacerlo con economistas ?

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