TRIBUNA

Productividad: un error de diagnóstico

Muchos funcionarios hablan con liviandad de la productividad, y de sectores que son más o menos deseables para el desarrollo de la Argentina.

El pool de donde sale el talento empresarial argentino es el mismo, tanto para quienes tienen empresas del sector primario, la manufactura o el de servicios. La productividad de la que se habla en los ministerios, por lo tanto, no es asignable al talento y la capacidad de los empresarios.

Mi tesis es que la productividad o competitividad de un sector es mayor o menor según estén más o menos alcanzados por impuestos.

El campo no sería muy productivo si tomásemos en cuenta el costo del capital involucrado para su producción agropecuaria. Si a esto agregamos que como sector emplea poca gente, que paga como promedio los salarios más bajos y en general tiene condiciones de trabajo muy precarias con alta estacionalidad, vemos que es beneficioso para generar ingresos de divisas al país, pero no genera riqueza distribuida. Al tener poco personal y exportar mucho pagan pocos impuestos (salvo la soja). Por eso no es rentable la producción de mayor valor agregado. ¿Como se explica que sea más barato traer quesos, conservas o hasta leche de países de Europa?

Las empresas de software para exportación, tan de moda y favorecidas por los muchos discursos de funcionarios que las nombran e invitan a foros, utilizan seguramente la mayor proporción de educación pública por hora de mano de obra empleada. Es decir, le cuesta mucho a la sociedad la formación de sus empleados, que en general viven en las grandes urbes. Sin embargo, su contribución al erario público es muy escasa, pues pagan solo el 14% de impuestos a la ganancia, paga 60% menos de impuestos sobre el trabajo, no pagan ingresos brutos, no pagan IVA y, muchas de estas empresas están radicadas en el exterior para poder disminuir aún más los impuestos que le corresponderían si fuesen argentinas. Debemos agregar que tiene altísima rotación del personal, con una antigüedad promedio que en muchos casos no superan los tres años y por ello no los afectan el alto costo de las indemnizaciones por despidos. Son las empresas de manufactura las que tienen una mayor estructura formada, con profesiones más variadas, con salarios mayores en promedio, con empresarios que generan empleos de mayor duración y distribuyen los ingresos generados por las ventas de modo más uniforme y pagando muchos más impuestos nacionales, provinciales y municipales que el resto de los sectores arriba mencionados.

Por supuesto no estoy diciendo que los sectores primarios, y los servicios, no sean importantes. Todos somos necesarios.

Lo que estoy diciendo es que la liviandad con la que se está desmereciendo la actividad manufacturera atenta contra la posibilidad de que la Argentina vuelva a ser rica. Hay claramente un error de diagnóstico.

La Argentina no es cara por lo que cuesta la manufactura, que está acostumbrada a competir con el mundo, sino que nuestro país es caro por lo que salen los servicios, en los que podemos incluir el servicio de administrar el Estado y que es en definitiva el verdadero generador de inflación, y el mayor costo que el consumidor paga cada vez que compra un producto fabricado en la Argentina.

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