DEBATE

¿Por qué los argentinos demandamos dólares?

Cualquier argentino podría explicar que la razón principal por la que mantiene una parte (a veces considerable) de sus ahorros en dólares es por una cuestión de seguridad. Tantas veces, y a lo largo de generaciones, vimos cómo la parte de nuestros ahorros en pesos (no solo dinero, sino bonos, acciones, etc.) era licuada en cuestión de horas, que estamos dispuestos a comprar y guardar dólares, ya sea inmovilizando capital en una cuenta bancaria que podría ser invertido de mejor manera o incluso al costo de pagar una caja de seguridad. Esto es lo mismo que pagar una prima periódica por un seguro que, ocurrido el evento adverso, nos proteja contra las pérdidas ocasionadas. Es decir, la forma más directa, barata y de sentido común para cualquier argentino, de proteger sus ahorros contra las grandes devaluaciones, es almacenando dólares. Hasta aquí nada nuevo.

El sentido de este artículo es argumentar que, efectivamente desde el punto de vista de la teoría económica, este comportamiento es racional. La teoría moderna del precio de los activos (a muchos lectores les sonará CAPM, aunque quizá a menos les suene CCAPM), indica que el precio de cualquier activo financiero (incluido los dólares) se explica en gran medida por la correlación que tiene el pago que efectúa el activo con la variación del consumo. Es decir, aquellos activos que pagan poco cuando nuestras posibilidades de consumo son altas, pero que pagan mucho cuando estas son bajas, tendrán un precio alto (y un bajo retorno esperado) porque son muy valorados por nosotros, justamente porque funcionan como un seguro.

En este sentido, nuestro seguro nacional es el dólar y la razonabilidad de ello se encuentra en su correlación negativa con el ciclo económico argentino: en momentos de "pechuguita de pollo y puré de calabaza", el pago por tener dólares es muy alto, a pesar de que durante los años de viajes a Miami, el pago por tenerlos es casi cero o negativo.

Es interesante analizar en diferentes períodos el valor del coeficiente de correlación entre la variación anual del consumo real promedio por habitante y el retorno real del dólar en términos de bienes de consumo entre países como Argentina, Brasil y Chile. Lo llamativo de los datos es que tanto Argentina como Chile presentan correlaciones muy negativas, que fueron acentuándose en las últimas décadas, lo que sería un indicio a favor del ahorro en dólares como resguardo de valor, mientras que para Brasil la correlación también es negativa pero menor.

El aumento de la correlación negativa para los tres países a lo largo del tiempo se podría explicar a partir del creciente impacto sobre América Latina (y sobre el mundo en general) de la política monetaria contracíclica de la Fed: aumentos de tasas en EE.UU. generan apreciación real del dólar e impacto negativo sobre la actividad económica y el consumo en América Latina.

Pero lo interesante es la comparación entre Chile y Argentina, porque a pesar de que en base a esta métrica los chilenos tendrían mayores incentivos que los argentinos a ahorrar en dólares, de hecho no lo hacen. Seguramente esto se deba a que han logrado desarrollar un mercado de activos financieros propios que les resulta confiable, económico y accesible, que les sirve de resguardo de ahorros y canal para la inversión productiva.

Mientras los argentinos no logremos alcanzar y sostener en el tiempo, al margen de los cambios de gobiernos, políticas que no terminen en explosiones fiscales y consiguientes licuaciones y expropiaciones, nunca desarrollaremos un mercado financiero confiable en el que podamos mantener nuestros ahorros, y el dólar seguirá siendo nuestro principal refugio.

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