Para dar vuelta las expectativas, hay que generar confianza y recibirla

Hay un disparador de la crisis que castigó a la economía este año, al que tanto el gobierno saliente como el entrante le dan alta importancia: la retracción en el consumo que disparó la falta de confianza.

Para Mauricio Macri, la forma de enmendar este contexto negativo hubiera sido que Alberto Fernández advirtiera a la sociedad, durante la campaña electoral, que sus propuestas económicas eran más moderadas de lo que le adjudicaban buena parte de los inversores, que asociaban su eventual triunfo con un regreso del kirchnerismo duro. El problema es que la estrategia del propio Macri se centraba en crear esa idea de su rival. Desde el momento en que la economía no estaba bien, toda la estrategia de Juntos por el Cambio apuntó a exacerbar la grieta y a estimular ese temor, como forma de reforzar su permanencia en el poder.

El error de cálculo de Macri, y de todos los sondeos que anticiparon un repunte del Presidente de cara a las PASO, fue colosal. Los mercados confiaron en esos indicadores y por es el traspié entre el viernes previo a la primera elección y el lunes fue letal: el dólar minorista subió 10 pesos y la tormenta posterior obligó a otra suba de tasas, provocó fuga de reservas y le costó el cargo al ministro Nicolás Dujovne. En definitiva, lo que terminó pasando fue una crisis de expectativas que derramó todo su impacto negativo en una actividad ya golpeada desde 2018. El traslado de la devaluación a precios frenó aún más el consumo, y los intereses asfixiantes retrajeron el crédito y el financiamiento productivo.

El presidente electo confía en invertir el circuito y transformar el círculo vicioso en algo más virtuoso. Su objetivo es crear expectativas positivas, y conseguir que parte de los ahorros que permanecen inmovilizados (solo desde las PASO salieron u$s 14.000 millones de los bancos a cajas de ahorro o algún tipo de colchón financiero) se vuelquen al consumo. Parte de esa rueda se moverá con pesos que volcará el Estado, aprovechando que a fin de año la demanda estacional crece. Todavía no hay una perspectiva clara de por dónde serán canalizados, pero se espera que haya refuerzos para los que perciben asignaciones sociales y también para los jubilados. Fernández quiere que los fabricantes de alimentos (que hoy trabajan a 50% de su capacidad), frenen las suspensiones de personal, compren insumos y empiecen a producir. Apuesta en paralelo al efecto del plan "Argentina contra el Hambre".

Las dudas, sin embargo, siguen ahí. Los privados no pueden guiarse solo por lo que pase en los primeros tres meses. Se preguntan si ese caudal de emisión no irá a más inflación que suba costos y perjudique los acuerdos para mantener precios (es lo que temen todos los inversores y el mercado). También esperan ver cómo resolverá el Estado sus propios problemas de financiamiento. Hay un orden de factores que puede alterar el producto.

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