Nombres sin tumbas

La desaparición forzada de personas, sistemática y planificada, buscó garantizar la impunidad de los crímenes de Lesa Humanidad cometidos en la última dictadura militar. Sin cuerpos, sin evidencia, no habría delito. Lo admitió incluso Jorge Rafael Videla en un reportaje.

Por eso la traducción que el miércoles hizo la intérprete de Barack Obama respecto a las “tumbas donde homenajearía a las víctimas (“memorial ,  dijo él en inglés), terminó de molestar a representantes  de los organismos de Derechos Humanos y a familiares y víctimas. De todos modos la decisión ya estaba tomada y a diferencia de lo que ocurrió con la visita del francés Francois Hollande, en el Parque de la Memoria no hubo Abuelas, no hubo Madres, no hubo familiares de desaparecidos, bajo la premisa de que no es hoy un día oportuno para acompañar al presidente norteamericano y que les genera controversias por la responsabilidad de administraciones norteamericanas con las dictaduras en América latina.

Hubo durante la última dictadura tumbas colectivas y cuerpos sin nombre, tumas NN, tumbas vacías. Y hubo ‘vuelos de la muerte’ probados por la Justicia desde los cuales detenidos-desaparecidos, dormidos con una inyección de pentotal,  eran arrojados a las aguas del Río de la Plata. Los restos de muchos de esos cuerpos fueron hallados, recuperados e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, reconocido en el mundo y especialmente en los Estados Unidos.

En estos 40 años hubo debate para no reconocerlos como muertos mientras están desaparecidos.

Sin embargo, enterrar el cuerpo de un desaparecido es una necesidad humana, dicen sobre todos los hijos de las víctimas.  Por eso el nieto de Héctor Oesterheld, autor de ‘El Eternauta’, Fernando Araldi, tenía en su celular la foto del esqueleto de su padre rearmado e identificado por el EAFF en Tucumán. Cuando por fin pudo llevar los restos a un cementerio, como han podido hacer algunos, sólo invitó a los íntimos.

El Parque de la Memoria que recorrieron juntos Mauricio Macri y Barack Obama es un espacio verde que tiene un museo y un Monumento compuesto por cuatro estelas de hormigón con 30 mil placas de pórfido patagónico. Figuran allí los nombres de detenidos- desaparecidos y asesinados: hombres, mujeres, adolescentes, niñas y niños. Son 9000 nombres con sus respectivas edades. El resto del paredón,  frente al río donde muchos fueron arrojados, tiene las placas vacías, dispuetas para completar si algún día se identifican más víctimas que las denunciadas en la Conadep.

Obama mencionó el Nunca Más en nuestro idioma; rescató el trabajo de algunos funcionarios estadounidenses a la vez que hizo autocrítica (en línea con la histórica demanda de los organismos de Derechos Humanos que por años lideraron los reclamos y que tienen poca sintonía con el nuevo Gobierno), y reiteró que ordenó la desclasificación de archivos con promesas de no repetir el pasado en el futuro.  En lo concreto, más allá de los símbolos, falta ver qué aportan efectivamente esos documentos y cuánto pueden ayudar a conocer la verdad y  a completar el proceso de justicia en el marco de un estado de derecho constitucional.

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