Mr. Trump no es el único dilema

Están ocurriendo modificaciones en el planeta cuyas modificaciones no nos llegan, que no se terminan de entender pero están dando vuelta todo, dejando las cosas patas para arriba. Parecería que no escuchamos esos ruidos ni entendemos el por qué de esos ruidos porque estamos en la otra punta del mapa. Pero esos ruidos causan daños.

Mr. Trump no es el único dilema de estos tiempos. Por ejemplo, parecía imposible que sociedades de larga tradición democrática, como las naciones del mundo nórdico ingresaran en una especie de nube fóbica de todo lo extranjero.

Se trata de países que en el pasado ofrecieron muestras de apertura y cultura pluralista. Dinamarca, invadida por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial dio pruebas de coraje y autonomía cuando desde el rey para abajo decidió salvar a sus judíos y con el uso de todo tipo de embarcación los transportó a la otra orilla del Báltico, que era neutral. Después de aquello se integró al mundo y le dio la bienvenida a los que nunca habían sido del lugar.

Noruega, país pescador, hoy millonario, de gran pobreza antes que se descubrieran los pozos de petróleo del Mar del Norte en la década del 60 tuvo consignas de pluralidad y de comprensión dentro de su pequeñez demográfica. Supo darle la bienvenida a los exiliados latinoamericanos y del mundo en los años 70, junto con Suecia. Hoy, un partido de extrema derecha antiinmigración gana poder y escaños del Parlamento.

De Suecia ni hablar. De los viejos líderes social demócratas nada se recuerda pero en cambio brillan ahora movimientos políticos semifascistas, Una especie de regreso a la década del 30 y del 40 cuando ayudaron al resurgimiento bélico alemán, el hermano de Igmar Bergman era uno de los principales líderes filonazis y el padre, ese sacerdote que tantas veces aparece en sus películas mantenía relaciones estrechas con toda la estructura religiosa nazi de Alemania.

Las cosas cambiaron con el fin de la Segunda Guerra Mundial pero quedó la resaca, pese a las excelentes administraciones socialdemócratas que fueron un faro de democracia y buen gobierno a lo largo de las décadas siguientes. Esa resaca vuelve a la superficie ante el silencio de la sociedad, que no quiere ni a negros ni a árabes caminando en las calles de sus ciudades.

Incluso Finlandia, que exhibió neutralidad en la guerra fría, que demostró récords de crecimiento económico y educativo hoy ha cerrado sus fronteras a todo extranjero.

Todo el brillo de los padres fundadores del Mercado Común Europeo, creado con la finalidad de poner fin a las guerras, ha desaparecido. Ahora muchos de los países europeos quiere cortarse solo, desobedece las instrucciones de Bruselas, a cuyos hombres llama burócrata, admite nazis en los Parlamentos, como en Hungría o en Grecia.

El fascismo está de moda. Esa tendencia se presentó en carrera de manera pareja a los fundamentalistas del ISIS y a líderes xenófobos.

Cada perro gusta de lamerse donde guste, cada región del mundo guarda polvorines más chicos o más grandes. Nadie quiere salvar a la banca italiana que tiene deudas por 300.000 millones de euros y puede llevar a la vieja bota a ingresar en el mismo camino de Grecia.No hay coordinación ni voluntad de concretarla en la lucha global contra el terrorismo. Putin, desde Rusia, como un emperador empecinado hace lo que quiere, Estados Unidos cambia de ánimos de acuerdo a los vientos y caprichos. Francia e Inglaterra se quedan en el molde. Mientras la locura y la muerte se multiplican.

Hay regiones que no son tocadas por los atentados. El Golfo Pérsico por ejemplo. Algunos de sus integrantes -Qatar, Dubai- surgieron a la luz como uno de los aportantes de grupos musulmanes extremistas. Dinero mafioso de protección. Te pago para que no me hagas daño, ni me pongas bombas, ni te lleves a las adolescentes para prostituirlas, ni me dañes las inversiones y el turismo.

Mientras todo esto ocurre, las manifestaciones contra las medidas antiinmigratorias de Trump crecen desmesuradamente en Estados Unidos. Hay indignación pocas veces presenciada. Algo nunca visto por lo menos desde las manifestaciones contra la guerra de Vietnam en los años sesenta y setenta. Figuras notables califican a las políticas de Trump como el "momento más oscuro de su historia". Dirigentes empresarios se mostraron decididos a darle la espalda a la rigidez reaccionaria de Trump y ofrecer oportunidades de trabajo a inmigrantes.

Las estrategias económicas de Mr. Trump sólo han sido amenazas, en un estilo frontal. No ha dado guías sobre política comercial exterior ni interior. Por eso mismo, las compañías multinacionales norteamericanas están en problemas y Trump acelera reestructuraciones sin una visión clara de futuro.

Ha emergido una especie de desobediencia colectiva a las locuras de este empresario de la construcción que sólo se manejó a través del matonaje y que ahora está rodeado de ineptos, o de millonarios sin visión y, por sobre todo, anti-extranjeros y antinegros.

Algo insólito. Tump, despreciando a la Prensa en general, la ha puesto en pié de guerra. Sin rasgos de valentía, sino de coraje cívico, Martín Barón, Director del diario The Washington Post le ha prometido a la Casa Blanca "dejarla en evidencia cada vez que no diga la verdad".

No habrá sosiego en Estados Unidos mientras Trump siga tirando abajo los pivotes de la democracia de la forma en que lo está haciendo.

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