Momentos complejos demandan decisiones difíciles

Si a las inmensas dificultades económicas que enfrenta el país, como resultado de su política administrativa, además del agravante de la pandemia, sumamos un fuerte clima de desconfianza política e incertidumbre institucional, vemos un futuro muy preocupante y con una altísima posibilidad de entrar en zona de alto riesgo e incluso de desastre. Quienes ya vivimos la crisis del 2001, lo sabemos.

En situaciones de crisis mundial como la que estamos padeciendo, donde el crédito y los préstamos son limitados y selectivos, solamente nosotros mismos nos podríamos ayudar. ¿Cómo? Dejando bien en claro las reglas de juegos para poder recuperar los aportes de los propios argentinos. ¿Dónde están esos aportes? Están depositados en su gran mayoría en bancos internacionales, y fueron parte del pago de bienes personales.

Esto en el pasado ya nos sucedió y no será la primera ni la última vez que nos suceda; la economía lo sabe. ¿Qué sabe la economía?  Sabe que cuando se percibe la posibilidad de una reactivación y puesta en marcha de la producción de la industria y del campo, aparecen aportes genuinos.  Es obvio que esto exige de parte de la política, un mínimo de reglas escritas que garanticen cierta continuidad en una estrategia económica, y en el orden institucional.

Hoy, nada de eso sucede, miles de argentinos buscan refugio para su dinero y no son pocos quienes hasta cambian de residencia para evitar pago de impuestos; la confusión imperante en el país nos ha llevado a esto. Nadie tiene claro quién gobierna, para qué y por qué gobierna, y lo que es más grave aún, no tenemos una respuesta cuando nos preguntamos: ¿Existe respeto por las instituciones, por el sistema democrático y por la división de poderes?

El rol de la Justicia se ha puesto en duda y hay más preguntas que respuestas. Subyace un alto grado de convencimiento de que es urgente la redacción de un Acuerdo Socio-Económico; léase: un Contrato Social.

Detrás de este objetivo fundacional, la del Acuerdo, Pacto o Plan, llámese como se llame, hay preguntas que esperan respuestas: ¿Es un objetivo prioritario proteger a la vicepresidenta de la Justicia? ¿Se lograría el gran acuerdo político pactando con quienes están detrás de ese objetivo, empezando por ella?  Ya nadie puede ocultar las causas que ella tiene pendiente por sus graves acciones en detrimento de las finanzas del Estado; menos aún, sus burdas acciones cuando fue presidenta y que implicaron malversaciones de fondos públicos y otros ilícitos que se acumulan en las oficinas de Comodoro Pi.

Entonces, en un país donde la división de los tres poderes es más que dudosa y la ciudadanía le ha perdido el respeto a la Justicia, francamente nos preguntamos ¿Es válido para nosotros que el fin justifique los medios?  

 Por lo expuesto, es indispensable provocar un acercamiento de los diversos sectores políticos, económicos y sindicales, en busca de una salida alternativa. Una puerta que nos permita recuperar algo de optimismo y así, sumar fuerzas en favor del país y no seguir hacia la desintegración que nos espera. De cara al precipicio, es necesario encontrar una salida institucional para luego poner en marcha al país.

¿Podremos consensuar un Acuerdo Nacional que nos provea de autoridades reconocidas y aceptadas? Preguntas no nos faltan. Si para lograr esto ¿estaríamos dispuestos asegurarle a la vicepresidenta un indulto? Según ella, la historia ya la juzgó, pero ahora viene la pregunta más grande de todas ¿Nosotros, los ciudadanos, seríamos capaces de absolverla con tal de salvar al país? Frente al abismo de una Argentina enferma, fundida y sin futuro, ella es la María Magdalena que muchos quieren lapidar.

El problema es quién en el Senado o en la Cámara de Diputados está libre de culpa como para arrojarle la primera piedra. Tal vez por eso, ninguno la arroja.

Por último, ¿Quién se digna a indultarla para que se vaya bien lejos y no nos siga embromando más? Ante esa encrucijada, los argentinos podríamos, como el ave fénix, resurgir de nuestras propias cenizas. Tal vez sería momento de pensar si no deberíamos perdonarla, para levantarnos y andar.

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