Microfundamentos vs. Realidad Social: los costos de construir una economía sólida

En el debate de 1930 entre Friedrich Hayek y John Maynard Keynes, la crítica más profunda del primero al segundo es que éste sólo veía los agregados (consumo, inflación, producción), pero que estos carecían de micro-fundamentos. La tasa de interés en el pensamiento de Keynes, por ejemplo, no estaba basada en una teoría del capital, y la atención en el nivel de precios, no dejaba ver la distorsión de precios relativos que la política monetaria podía provocar. Desde Precios y Producción (1931) hasta La Teoría Pura del Capital (1941) Hayek puso el foco precisamente en advertir que debajo de la macro que Keynes describía, había una estructura del capital que determinaría la realidad social futura.

Hoy vemos este mismo debate planteado en la Argentina. Mientras unos ven que desde 2015 hasta 2019 aumentó la inflación, el desempleo y la pobreza y cayó la actividad, otros observan una economía que tiende a normalizar sus micro-fundamentos. No está demás aclarar que los micro-fundamentos determinan la realidad social en el largo plazo, pero en el corto pueden disociarse.

Tengo la impresión de que en diciembre 2015 la realidad social no era buena, pero los micro-fundamentos eran peores de lo que la realidad social podía mostrar. Argentina era una olla hirviendo. Bastaba levantar la tapa, para que la realidad social volara por los aires y se ajustara a unos micro-fundamentos muy pobres. Axel Kicillof fue el artífice entre 2011 y 2015 de distorsionar esos micro-fundamentos para que el gobierno que siguiera al de Cristina Kichner fracasara en cualquier intento de recuperar el crecimiento del que careció la Argentina de ese último gobierno kirchnerista.

Y no me refiero aquí, únicamente, al caso del dólar futuro, que desbordó las páginas de los medios durante meses. El problema era mucho más complejo que eso. Toda la política económica de este último gobierno kirchnerista evitó corregir uno solo de los problemas fundamentales de Argentina para evitar que el costo se traslade a la realidad social. Era más efectivo, esperar que la bomba explotara en manos del siguiente gobierno.

Había alta inflación, pero si sumábamos la inflación reprimida, su nivel hubiera sido más alto aun que el actual. Había default, pero era más prometedor acusar a Griesa que acordar con el Club de París. Había un tipo de cambio muy atrasado, pero devaluar hubiera contribuido a que salte la inflación y la pobreza, mientras hubiese hundido a la actividad. Las tarifas estaban también atrasadas, pero nadie desea sufrir el costo social y político de elevar el costo de los servicios públicos.

El gobierno de Mauricio Macri hizo precisamente esto. Dejará en 2019 una Argentina con alta inflación, desempleo y pobreza, pero sus micro-fundamentos garantizan una economía que rebotará y permitirá con ello una mejor realidad social, bajando precisamente la inflación, el desempleo y la pobreza a niveles inferiores que los que heredó. Ese proceso ya inició y de hecho los datos ya lo están mostrando.

El gobierno de Mauricio Macri hizo precisamente esto. Dejará en 2019 una Argentina con alta inflación, desempleo y pobreza, pero sus micro-fundamentos garantizan una economía que rebotará y permitirá con ello una mejor realidad social, bajando precisamente la inflación, el desempleo y la pobreza a niveles inferiores que los que heredó.

¿Qué fue lo que hizo Macri? Sustituyó un déficit fiscal primario y consolidado entre Nación y Provincias, por equilibrio presupuestario. Es cierto que aun resta cubrir los intereses pero de cumplirse las metas fiscales Argentina podría alcanzar en un hipotético segundo gobierno de Mauricio Macri el superávit fiscal primario, que a su turno permita alcanzar el equilibrio fiscal financiero (incluyendo los intereses). También se ocupó Cambiemos de reconocer un tipo de cambio competitivo, lo que requirió de una fuerte devaluación el año previo a la elección, y lo que repercutió en la inflación, el desempleo y la pobreza, pero al alza.

¿Podía Argentina evitar la crisis cambiaria en un momento en que además de la sequía, el mundo vivió un corte repentino del crédito internacional (Sudden stop)? De ninguna manera. Defender el peso en ese contexto, hubiera dejado a la Argentina sin reservas rápidamente. Y es que los micro-fundamentos de la economía argentina eran muy débiles, mucho más que los de los países vecinos que enfrentaron mejor el shock externo.

El tipo de cambio saltó de 17 a 23, 28, 31, 37, 42, para luego retroceder a 38, tras lo cual subió a 45, para luego retroceder a 42. La crisis cambiaria vino a corregir el enorme déficit de cuenta corriente, pero fundamentalmente permitió que los argentinos nos demos cuenta que los dólares cuestan más que aquello que estábamos pagando. Con un dólar más caro, se encarecieron las importaciones, y se dificultó el turismo en el exterior, algo que la clase media argentina cuestionó con fuerza. El tipo de cambio multilateral resultante no llegó al nivel de 2003, pero al menos permitió que la Argentina salga del dólar barato, corrigiendo otro micro-fundamento.

Si coincidimos que el tipo de cambio nominal debía subir, entonces resulta un error criticar al oficialismo por la inflación consecuente, o el impacto en el empleo y la pobreza. Todo esto es herencia. Nadie podía evitar que estas cosas ocurrieran. El oficialismo creyó inocentemente, y este fue un error que hoy paga caro, que podía evitar estas consecuencias con gradualismo y mucho viento a favor, pero fue imposible. Debió, quizás, generar una corrección mayor en los micro-fundamentos ni bien llegó al gobierno en diciembre de 2015 para que el costo de la crisis se generara en 2016 y políticamente sea observado como una herencia lógica de la política económica de Kicillof. Puede ser. Pero a lo sumo se podrá criticar al gobierno por postergar la crisis, más que por haberla generado.

Lo cierto es que hoy la Argentina ofrece micro-fundamentos sólidos que dejan entrever que recuperará el crecimiento en el segundo semestre de 2019, y se fortalecerá en 2020. La mejor actividad recuperará la recaudación, lo que permitirá ir hacia un equilibrio fiscal consolidado y financiero. No sólo ello. Como el riesgo país se reduce al ritmo de estas mejoras observables, Argentina podrá reestructurar su deuda y sustituir activos caros por otros más baratos, tomando deuda a tasas más bajas. El déficit financiero podrá resolverse, ni bien el oficialismo sea reelecto.

La inflación ya inició una baja contundente desde el 4,7 % en marzo hasta el 3,1 % de mayo, para situarse en un 2,7 en junio, según difundió el Indec. Pero en la medida que el dólar mantenga su calma, y ese escenario es plausible, el IPC debería seguir bajando hacia el 2 % mensual al cierre de este año, e incluso más bajo en 2020.

Lo cierto es que hoy la Argentina ofrece micro-fundamentos sólidos que dejan entrever que recuperará el crecimiento en el segundo semestre de 2019, y se fortalecerá en 2020.

Quedan desafíos claro. Las Leliqs siguen siendo un problema que deberá atenderse con urgencia a inicios de 2020. El déficit fiscal financiero cerraría 2019 en alrededor del 4 % del PIB. Las reformas previsional, tributaria, laboral son requeridas mínimamente para asemejarnos competitivamente a nuestros vecinos. Hay que prepararse para el momento en que el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea entre en vigencia.

Resumiendo, no nos quedemos sólo con la superficie de la costosa realidad social que nos dejó el kirchnerismo y que Cambiemos no pudo evitar. Si los micro-fundamentos mejoran, y ese parece ser el caso, Argentina y sus activos terminarán rebotando, y con ello mejorará la actividad, y se corregirán hacia abajo la inflación, el desempleo y la pobreza.

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