Macri esta forzado a que su equipo sea más productivo para sostener el plan

Dirección o velocidad. Desde el arranque del gobierno de Mauricio Macri, estos son los dos factores que entran en colisión cada vez que se busca hacer un análisis de su gestión.


Está claro que el Presidente valora sobremanera el rumbo. Cuando habla sin micrófonos cerca, hay una frase que repite sin pausa: "Cada día un paso más cerca en la dirección correcta". El que habla es el ingeniero, el que sabe que la distancia más corta entre dos puntos es una recta (a menos que el lápiz lo empuñe un político).
Pero cuando prima el resultadismo futbolero, lo que se pone en juego es qué tanto avanzó su gobierno en el cumplimiento de los objetivos trazados.


Aunque los críticos le achacan un andar demasiado lento para resolver las urgencia sociales, Macri es paciente, sabe que lidia con la Argentina, con los empresarios y gremialistas argentinos, y que sus políticas las ejecuta el Estado argentino. Lo que se preguntan en su entorno es si su paciencia es igual para todos o si con algunos funcionarios es menos condescendiente.


Si el programa de obras públicas todavía no se traduce en mejores indicadores para los fabricantes de insumos para la construcción, o si la tasa de interés no ayuda a reactivar ya la economía, no cambiará de estrategia. Pero sí podría buscar gestores más eficientes. El Gobierno difícilmente tenga margen de sumar más gasto al ya previsto para movilizar la actividad productiva. Los límites al financiamiento, más después del triunfo de Trump, le marcarán una necesidad clara al Presidente: antes que el sector privado, el que está más obligado a mejorar su productividad es su propio equipo. Al partido le queda tiempo, pero uno o dos goles de diferencia tranquilizarían mucho más su espíritu.

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