Macri debe asumir su costado keynesiano para detener la pesadilla de la inflación

Entre los infinitos desvelos que acosan a Mauricio Macri desde que es presidente la inflación se ha convertido en su mayor pesadilla. A cada una de las personas con las que se reúne les pregunta por la suba del costo de vida.

Bajar ese índice maldito es su obsesión y su objetivo más desesperado. En los últimos días, ha llamado personalmente a algunos de sus amigos empresarios. Los cita a la Casa Rosada, a solas y en forma extraoficial, y les hace la misma pregunta. "Decime, ¿quién me está mintiendo?", es la consulta de rigor. El Presidente sospecha que los precios han aumentado más de lo que le cuentan sus ministros. Y cree que alguien no le está diciendo la verdad. No hay mucho misterio. O son los empresarios que manipulan los costos. O son sus funcionarios, quienes le juran que la inflación ya está bajando y que la Argentina pronto se va a parecer al mundo de feliz de Aldous Huxley.

Hace una semana, Federico Sturzenegger se reunió con los CEOS de los principales supermercados del país. Y aprovechó la ocasión para transmitirle un mensaje del Presidente. "Mauricio les pide que hagan un esfuerzo y contengan los precios: es la última oportunidad de hacerlo en forma consensuada..". El titular del Banco Central no explicó mucho más pero todos entendieron que se trató de una amenaza. Esos empresarios aprovecharon la reunión para deslindar responsabilidades y cargarle la mochila a los grandes grupos formadores de precios. "Ya subieron 30% todos los precios y van por más", le explicaron al economista que maneja el dólar y las Lebacs. Dieron nombres conocidos y mostraron el dato que más preocupa en el sector: las ventas de los súper
arrastran un 8% de caída desde enero. Allí hay una señal inconfundible de la baja del consumo.

En un gabinete económico conformado por seis ministros y sin primus inter pares, es inevitable que aparezcan los roces y los rumores de replanteos o salidas anticipadas. Pero Macri no dado ningún indicio que permita adivinar en qué despacho podría producirse algún cambio. Con la inflación proyectada en un 40% anual y los precios de los insumosbásicos disparados, es lógico que las críticas más insistentes sobrevuelen al ministro de Producción, Francisco Cabrera, y el secretario de Comercio, Miguel  Brown. "Son buenos teóricos pero de costos no entienden demasiado", deslizan los empresarios que los frecuentan. Desde el ala política del macrismo también arrecia el viento para ellos. "Mauricio no quiere otro Moreno pero tampoco que las empresas
sigan aumentando lo que se les de la gana...".

La mayor paradoja del momento actual de la Argentina es que la sociedad eligió a Mauricio Macri para restaurar el papel del Estado ausente durante los últimos años del kirchnerismo. Al Presidente empresario, que estudió en el Cardenal Newman y veraneaba en Europa, se le reclaman más autopistas, más gas y electricidad; más cloacas y mejores escuelas y hospitales. Y si al Gobierno se le reconocen la velocidad con la que de-sarmó el cepo cambiario y normalizó la deuda endefault, la urgencia está en moderar el impacto de la inflación sobre los más desprotegidos. Allí es donde Macri debe asumir el costado keynesiano que cualquier jefe de estado necesita para atravesar la transición entre una crisis económica como la actual y una etapa futura más benigna que le asegure continuidad en el poder. No es un desafío fácil el que enfrenta. Pero es el que los argentinos le están demandando y el que el Presidente aceptó el día que ingresó a la Casa Rosada.

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