Los que se sienten iluminados

El Gobierno busca su destino con un criterio optimista y decidido mientras en la vereda de enfrente ladran perros
estruendosamente, especialmente los que quedaron desplazados del poder y tienen una visión ciega y alienada y van marcando errores personales o de de gestión. Están también los opositores no-salvajes y los que esperan crear nuevas alternativas y renovadas propuestas. Ni unos ni otros, se sabe, tienen la varita mágica para dar vuelta la realidad en cuestión de meses o de pocos años.

Argentina viene arrastrando una depresión profunda desde hace muchas décadas, le han hecho remiendos a la crisis, pero en los hechos el país ha mostrado que no es rico, que la pobreza se multiplica, que ningún plan de beneficiencia con los carenciados es una muestra de progreso,

Estas orejeras han llevado a los dirigentes y a los dirigidos a sostener que Argentina es nación rica cuando en realidad lo único que puede ofrecer son limitaciones serias, extendidas.

El relevamiento económico y topográfico del país exhibe un país que tiene activos dinámicos a explotar pero allí todo se detiene. No hay infraestructura energética, ni de caminos ni de transportes para convertir esos activos en riqueza. Ni de mano de obra especializada por la educación denigrada.

Nunca como ahora nos cabe la categoría de nación subdesarrollada. Esa calificación incluye a la política. Los gobiernos se suceden pero cada uno se enamora del poder, se abraza a los caprichos o a los intereses de por medio. El regreso a la democracia se hizo con idealismo pero a los empujones contra los obstáculos de todo tipo. Luego, los que tienen la batuta se inscriben en la extranjerización de la economía, pasa después a un frágil reparo contra la corrupción que fracasa, después aparece el mesianismo, el populismo atropellador y violento, el uso indiscriminado de los fondos y la corrupción desembozada. Y es tal el griterío que festeja el facilismo populista y es tan grosera la corrupción que sólo una elección democrática los terminó frenando. Nadie sabe hasta cuando.

El gobierno de Macri ha procurado aportar racionalidad en numerosos campos. No siempre con ecuanimidad. Por un lado limpió los planteles de personal del Estado , aunque no de manera drástica, pero por otro lado ha aumentado, para sorpresa de los expertos, el número de secretarías y subsecretarías.

Los cambios en varios campos, especialmente en el de la cultura, de los medios públicos, de las necesidades específicas de la población han sido justos y elogiables. Democráticos y legales.

Pero el gobierno carga encima con un defecto que puede traer consecuencias que nadie desea. Muchos de sus funcionarios creen vivir una etapa fundacional de la historia argentina y como tal se sienten iluminados.
Creen que son impecables comunicando. Los diarios muestran que de ninguna manera es así.

No han tomado en cuenta el viejo paradigma que por más supuesta buena voluntad que exista todo lo sólido se desvanece en el aire.

No escuchan a sus socios (abandonados) de Cambiemos que tienen experiencia en las adversidades. Así, el poder lo tiene el PRO, no la unión electoral votada junto con radicales y los seguidores de Elisa Carrió. A tal punto que Carrió se refugia en la función que le encanta: la de fiscal de la República y desde allí sigue otros caminos opuestos a los de la Casa Rosada. Ernesto Sanz puede estar presente en las reuniones más íntimas del gobierno, pero el radicalismo, en su globalidad, no existe.

Algo que está pendiente por abandono de las autoridades es qué tipo de vínculo o política quiere establecer el gobierno con el Vaticano teniendo el mundo un Papa argentino, que no deja de actuar en la vida nacional. Últimamente levantando polvaredas.

Varios periodistas advirtieron no una sino varias veces que la metodología de comunicación del gobierno estaba equivocada. Casi se rogó que en los primeros meses del año se hiciera un balance de la tierra arrasada. Hubo que esperar hasta la inauguración de las sesiones parlamentarias para que el Presidente lo hiciera, a las corridas y en medio de la intolerancia de los vencidos en las urnas. Ahora, sólo habla de la herencia. Se trató de hacer un ajuste dosificado de las tarifas, pero aún así vastos sectores de la población no aceptan los incrementos fenomenales.

Informaciones provenientes de ciudades del interior advierten que muchos ciudadanos se presentan en las Intendencias y declaran que no pueden pagar los aumentos, incluso ante la amenaza de que les corten el servicio.
No todas las noticias son feas. La gobernadora Vidal trajo de un viaje a Estados Unidos promesas de inversión. Algunas empresas prometen canalizar fondos para ensanchar plantas o producir para ampliar el mercado. La canciller Malcorra hace una tarea importante de reubicar al país en el escenario mundial (Argentina había dejado de existir) y lo mismo trata de hacer el Ministro de Economía Prat Gay.

Toda la movida resulta escasa. Porque por lo visto la inflación llegará al 40% anual. La baja en la productividad industrial es dolorosa. En el campo se espera un crecimiento del 25% en el área sembrada de trigo pero las aguas se llevaron casi 5 millones de toneladas de soja más 785.000 hectáreas que no se podrán laborar. No hay indicios, además, que en el segundo semestre de este 2016 todo mejore y sonría como ansiamos todos. No se puede luchar contra lo imposible.

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