Los males de la AFA y la serpiente de Esculapio

En las vísperas de una nueva Copa del Mundo en Rusia, las crónicas deportivas se han encargado de algunos males de nuestra selección nacional. La lesión del arquero Sergio "Chiquito" Romero, la recuperación de Gabriel Mercado, el descarte de Manuel Lanzini por rotura de ligamentos cruzados, la citación de apuro de Enzo Pérez, la ausencia de Mauro Icardi, goleador del calcio italiano. Pero un malestar mayor atravesó lo deportivo para colgarse del mapa de los conflictos entre árabes e israelíes, que desde hace 70 años padecen los habitantes de la Franja de Gaza.

El disparador fue un partido amistoso programado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), por intermedio la empresa Comtec, asociada a TyC (rebautizada Torneos tras el FIFAgate), dueña de los derechos de TV de la Selección hasta 2019. La iniciativa se habría gestado por la amistad entre el empresario Daniel Benaim, fundador del Grupo Comtec (1982) y Jorge Messi, el padre de Leo, desde agosto de 2013, cuando Messi junto al plantel del FC Barcelona visitó "El Muro de los Lamentos" en Jerusalén. El sábado pasado se debía jugar un amistoso contra un seleccionado israelí pero dos días antes la AFA decidió suspenderlo tras las amenazas recibidas con carteles y marchas hostiles, mostrando camisetas albicelestes machadas de rojo. Esa frustrada excursión le habría reportado a la AFA u$s 2 millones, gracias al artículo 37 del Reglamento de la Copa Mundial FIFA Rusia 2018, que establece que sólo podrá comercializarse "si el partido amistoso o de preparación no se celebrara en un estadio oficial de la competición".

En tanto, 70 niños de refugiados palestinos del ala occidental de Jerusalén, le enviaron una nota al capitán Messi que rezaba: "No sabemos si has escuchado hablar de ella, pero estamos seguros que escucharás, porque según se nos ha dicho, vienes a jugar con tus amigos a Al Malha, en un estadio construido sobre nuestra aldea destruida". Para este amistoso en sólo 20 minutos se habían vendido casi 34.000 entradas. "Lo vivido en las últimas 72 horas, las acciones, las amenazas que han ocurrido, nos han llevado a tomar la decisión de no viajar. Mi responsabilidad como presidente es la de bregar por la salud y la integridad física de toda la delegación y, en mi función, tomé esta decisión" se justificó Claudio Tapia tras anunciar la suspensión del partido. "Si yo soy Messi y veo camisetas ensangrentadas, también me asustaría", dijo el secretario de Deportes de la Nación, Carlos Mac Allister, quien antes había alertado sobre reclamos que pedían no jugar en Jerusalén. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) dio un comunicado: "Gracias a Argentina y a sus valientes, así como a su distinguido equipo de fútbol, por elegir cumplir con los principios del derecho internacional y por negarse a someterse a cualquier forma de intimidación y táctica de extorsión". Los apuntados eran la ministra israelí de Cultura y Deportes, Miri Reguev, y los embajadores de EE.UU. ante Israel y la ONU, David Friedman y Nikki Haley. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, llamó al presidente Mauricio Macri para que intercediera pero la respuesta fue: "En AFA no querían jugar por solidaridad a las amenazas que había sufrido Leo Messi". De inmediato, la Federación de Israel anunció que presentará ante la FIFA una denuncia contra la Federación Palestina de Fútbol por haber usado al fútbol para hacerle daño a la imagen de Jerusalén. Desde el Ministerio de Seguridad acusan a residentes argentinos en Barcelona, entre ellos, a Facundo Firmenich, hijo del ex mandamás de Montoneros de "Aterrorizar a la selección para no jugar contra Israel". Entre los males que agobian al fútbol argentino está la omnipotencia de sus dirigentes, que les hace creer que manejar una gran federación es igual que hacerlo en un club, un sindicato, un ente público o una empresa redituable. El fútbol de hoy exige de una planificación ordenada y eficaz, de la mano de la sensatez y la diplomacia, dos pilares que escasean. Al Dios de la medicina que los romanos llamaban "Esculapio", adorado por ser "incesantemente benévolo", se le atribuye en el año 293 A.C haber salvado al pueblo de Roma de una gran epidemia. Según la leyenda, los sacerdotes enviaron una galera a la aldea Epidauro para traer al mítico médico Esculapio, pero éste lo hizo en forma de serpiente, ingresando por el río Tíber hasta Roma. Cuando la serpiente bajó a la isla Tiberina, la epidemia cesó inmediatamente. Desde entonces, la vara es el símbolo de la profesión médica y la serpiente enroscada que cambia su piel, del rejuvenecimiento. Con o sin éxito deportivo, entendemos que ha llegado el turno de elevar la vara y dejar entrar a la serpiente para sanar a nuestro fútbol.

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