OPINIÓN

Los horizontes diversos de la Macridiplomacia

La administración del presidente Mauricio Macri se ha esforzado por restablecer y/o redefinir las relaciones internacionales de la Argentina. Un aspecto destacado de este esfuerzo ha sido, aunque con altos y bajos, la implementación de una estrategia de “horizontes diversos . Es decir, procurar tener relacionamientos simultáneos y positivos con las potencias establecidas, las emergentes y el exterior próximo.

Desde el punto de vista de la formulación e implementación de la política exterior, otro aspecto decisivo ha sido la diplomacia presidencial, la Macridiplomacia. Estos dos aspectos han quedado ilustrados a través de los dos éxitos más resonantes de esta administración: el G-20 y el acuerdo Mercosur–Unión Europea.

La presidencia del G-20 en 2018 fue utilizada para reafirmar la voluntad de trabajar con todos los países con interés en cooperar con la Argentina. En esta diplomacia de líderes, creada no para salvar el orden mundial actual sino que para ir ajustándolo y mejorándolo, se hicieron sentir las relaciones de poder actuales por sobre las del pasado. En este contexto, el sherpa argentino Pedro Villagra Delgado trabajó con gran profesionalismo para encontrar posiciones comunes entre potencias establecidas y emergentes. Por su parte, el canciller Jorge Faurie se destacó al lograr acuerdos en las delicadas negociaciones económico-comerciales en Mar del Plata.

Así, en un contexto de conflicto entre Estados Unidos y China, la Argentina eludió las presiones domésticas e internacionales para elegir entre una y otra potencia. En efecto, luego de los esfuerzos iniciales del canciller en desmentir lo expresado por el equipo del presidente Trump con respecto a las conductas depredadoras de China, el presidente Macri lo respaldó.  Éste agregó, además, que a pesar de la opinión de algunos periodistas, no veía a China como una amenaza, sino como una oportunidad, y que había  que trabajar con todos los países dispuestos a colaborar.

Macri sería sumamente efectivo en el G-20 en su interacción personal con los líderes de potencias establecidas –como Trump, Macron, Merkel y Trudeau–, y de potencias emergentes –como Xi Jinping y Putin–. Pero también prestaría atención al exterior próximo, invitando a Chile al G-20 en Buenos Aires, y presentando en Osaka a los presidentes Bolsonaro y Macron. Este encuentro presidencial sería decisivo para la conclusión del acuerdo Mercosur–Unión Europea (UE) que se negociaba en Bruselas.

Un decidido presidente Macri aprovecharía su rol de líder temporario del Mercosur, su pertenencia a la troika del G-20, y el prestigio ganado por haber organizado con éxito el G-20 en Argentina, para arribar al acuerdo Mercosur–Unión Europea en un contexto complejo.

El general Marshall, padre del plan para revitalizar a Europa luego de la segunda guerra mundial, decía: “El don más escaso que los dioses alguna vez dieron al hombre ha sido la capacidad de decidir. En la cima no hay opciones fáciles. Se debe elegir entre dos males, uno menor y uno mayor, cuyas consecuencias son difíciles de evaluar . En el caso de Macri estos son, por un lado, los costos iniciales y en términos de empleo, de aumentar nuestra competitividad sistémica, y reconvertir y digitalizar nuestra industria, para competir con la UE. Por el otro, el costo a mediano y largo plazo de no aprovechar la ventana de oportunidad que se abre y mantener el Mercosur cerrado a la competencia europea, o peor aún, de mantenernos al margen del acuerdo, mientras Brasil, Uruguay y Paraguay lo adoptan para sus países.

El desafío presidencial y de nuestra política exterior es ahora evolucionar desde este salto de fe a un salto de tipo institucional y competitivo. Para ello será crucial el trabajo conjunto entre la Cancillería y el Ministerio de Producción, creando instrumentos efectivos para que ambos tengan más influencia sobre las decisiones económicas que impacten el comercio exterior. Esto es importante, ya que lamentablemente prevaleció durante esta presidencia, y más allá de las recurrentes declaraciones oficiales, una nítida óptica financiera por sobre una visión productiva y exportadora.

Para reducir la incertidumbre provocada por este salto de fe, habrá que basarse menos en expresiones de deseos y más en planes concretos con posibilidades de ser realizados. Así habrá que determinar quién defenderá en forma efectiva dentro del gobierno las tres condiciones que el ex ministro chileno Büchi considera críticas para impulsar las exportaciones: mantener un tipo de cambio real alto, no exportar impuestos, y fomentar la promoción comercial. Con respecto al tipo de cambio, debería ser de utilidad lo mencionado en la iniciativa “Exportar para Crecer de CIPPEC. Allí se establece especificar en la carta orgánica del Banco Central la responsabilidad del mismo de velar por el equilibrio de la balanza de pagos, es decir, mantener el valor del peso a niveles que ayuden a impulsar, y no limitar, las exportaciones.

Si junto a un salto institucional y productivo, se implementa una estrategia exportadora exitosa, el acuerdo Mercosur–UE puede ser un paso muy importante en la ejecución del componente económico de una estrategia de “horizontes diversos . Ésta debe ir más allá del endeudamiento diversificado actual, para materializarse en inversiones y exportaciones. De esta manera se podrán lograr resultados que estén más acordes con los esfuerzos y  triunfos de la Macridiplomacia.

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