Los cazadores recolectores no sufrían de estrés

El exceso de trabajo no es sólo un mal que aqueja a los países subdesarrollados

En tiempos en que en Europa se discute la semana laboral de 35 horas, en muchos países no hay límites legales de horario laboral y en otros hay demasiada flexibilidad. Tailandia ostenta el récord de 84 horas (12 horas los siete días de la semana). Aunque la Organización Internacional del Trabajo marca que el tope máximo recomendado es de 48 horas semanales, sólo un 4% de los estados asiáticos cumple con esa regla.

Pero el problema del exceso de trabajo no tiene sólo que ver con los abusos en países subdesarrollados, es un problema que también aqueja a sociedades con altos estándares de vida.

En Japón la jornada laboral es mucho menos extensa que en Tailandia, pero no existen límites de tiempo y la exigencia puede convertirse en mortal.

En 2016, el gobierno registró 1456 casos de muertes por "exceso de trabajo". Lo denominan "karoshi" y las causas más comunes tienen que ver con dolencias relacionadas con el estrés (ataques cardíacos, derrames cerebrales) o suicidios debido a las presiones del trabajo.

Uno de los textos que más me impresionó en mis tiempos de estudiante fue el del antropólogo canadiense Richard B. Lee sobre el pueblo bosquimano !Kung. Sostiene en su libro "Man The Hunter" de 1966, realizado junto a Irven DeVore, que lejos de la idea tradicional de privaciones y trabajo forzado, los cazadores - recolectores dedicaban sólo unas pocas horas del día a procurarse la subsistencia, por lo que en el resto del tiempo, simplemente, hacían lo que querían. Ellos preferían jugar, descansar, pasear, danzar o reunirse a contar historias.

Pero eso no es todo. Estaba rigurosamente sancionado socialmente trabajar de más. Si a alguno de ellos se le hubiera ocurrido esforzarse para atesorar con el objetivo de comerciar o invertir, la tribu lo trataría como a un extraño. Por supuesto que competían por otros medios y con otros fines, pero –aparentemente- así eran felices.

El texto estaba inscripto en el debate, aún vigente, entre formalistas y sustantivistas que llevan adelante los especialistas en antropología económica.

Los primeros sostienen que los principios de la economía clásica son universales. Sobre todo aquellos que plantean la maximización de beneficios, una conducta racional con objetivo de lucro y la competencia.

Los segundos señalan que eso es inaplicable a numerosos actos del ser humano que tienen que ver con el trabajo y la subsistencia. Y que entre los pueblos cazadores - recolectores esa no es la forma que toman las relaciones económicas.

Se discute si en esas tribus no había -antes de la globalización- privaciones, ni pobreza y si –al decir del sustantivista Marshall Sahalins- vivían en una "sociedad opulenta".

Pero, más allá de la teoría económica, algunas idealizaciones o interpretaciones interesadas, el contraste es apabullante. La modernidad nos impone una carrera hacia la exigencia máxima, ya sea para sobresalir o, en la mayoría de los casos, tan sólo para sobrevivir.

El espacio para la holgazanería es marginal y, en cambio, es el estrés lo que sobresale como una de las mayores enfermedades contemporáneas. Lo más impactante es que esta locura es demasiado actual y ocupa un suspiro en la historia humana.

Los "ju/'hoansi" (la tribu !Kung bosquimana de la actual Botswana de la que hablamos) seguían cazando y recolectando para vivir hace tan sólo 50 años, tal como lo han hecho todos nuestros ancestros desde hace cerca de 200.000 años.

Ellos no almacenaban más comida que para unos días y nunca gastaban más energía de la necesaria para sustentarse.

Nuestro capitalismo nos deja poco margen para elegir. O nos sumarnos a esta dinámica de competencia, acumulación y consumo o nos exponemos a ser marginados por una sociedad implacable. En todo caso, lo máximo que podríamos hacer si nos da el cuero o el dinero, es convertirnos en bichos raros antisistema o embarcarnos en una lucha desigual para que todo esto cambie.

Desde ya que siempre hay intersticios en los que refugiarse y momentos de remanso alentadores. Pero el estrés es un tenaz perseguidor.

Lee no lo dice, pero sospecho que nuestros cuerpos están más adaptados a divertirse y descansar 22 horas al día, como les pasaba a los !Kung hace 50 años, que al trabajo a destajo y la hiperactividad.

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