Las posibles consecuencias económicas de Mr. Trump

Donald Trump hizo una gran campaña como un verdadero emergente de la sociedad. Supo captar el descontento del electorado con eficacia, sin apoyarse casi en la estructura del Partido Republicano. Sin embargo, ahora todos esperan atentamente ver qué hará en la práctica. Sabremos más hacia febrero cuando estén sobre la mesa las principales medidas del nuevo gobierno norteamericano.

¿Será un nuevo Reagan? ¿Habrá excesos en sus decisiones? ¿Se cumplirá el teorema de Baglini? La racionalidad crece y las promesas de campaña van quedando en el camino a medida que se acerca el día de la toma de posesión del cargo. Hoy solo podemos plantear conjeturas sobre el programa del cisne negro.

El impulso al proteccionismo podría generar efectos adversos en el nivel de actividad global. El mundo se ha vuelto más interconectado en los últimos 50 años, duplicándose el ratio de exportaciones totales sobre el PBI mundial. Sin embargo, mientras la globalización supuso una disminución de la pobreza, también incrementó la desigualdad. Ganaron los pobres de Asia y perdieron equidad los países desarrollados.

Por otro lado, la expansión fiscal de Estados Unidos a través de la infraestructura influiría en la tasa de interés doméstica y en la supuesta apreciación del dólar frente al euro, que influiría en la caída del precio de materias primas a nivel mundial. Además, la suba de tasas encarece el costo de capital para emergentes.

En cuanto al planteo comercial combativo hacia China, Estados Unidos hoy posee un fuerte déficit comercial bilateral con China. Sin embargo, la relación viene siendo armoniosa en políticas y en negocios. China posee bonos y dólares en montos muy significativos que le dan estabilidad al sistema financiero mundial, por lo que resulta clave que las dos grandes potencias coordinen entre sí.

Otro tema no menor sería la revisión de tratados de integración como el NAFTA, que atrasaría. Este y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) han supuesto un impulso relevante al comercio, que no sería bueno desactivar.

Una propuesta a todas luces impracticable y demagógica sería la construcción de un muro en la frontera con México. Iría en contra del ideal norteamericano de fronteras abiertas que hizo grande al país. Del mismo modo, el cuestionamiento al programa de salud actual podría marginar a la población más vulnerable, algo que Barack Obama procuró modificar.

Asimismo, la crítica a los defensores del calentamiento global parece poco fundada. Estados Unidos, líder en emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, debería llevar la delantera en este desafío global, quizás el principal problema del mundo a largo plazo.

Cada vez sorprenden menos los resultados electorales nacionalistas o eventualmente populistas en España, Grecia, Reino Unido, y posiblemente ahora en Francia. Se trata de un nuevo ciclo que cuestiona en parte la globalización, aunque claramente esta ola no posee la intensidad de lo ocurrido en los años 20 y 30 del siglo pasado.

La verdad es que no sabemos cuánto del discurso de campaña se va a impulsar, ni cuánto será tamizado por el sistema político. Es probable que se modere el discurso de Trump, pero, como dice Rosendo Fraga, la ideología puede cambiar, pero no la personalidad y esta es preocupante.
En el triunfo de Trump aparece la crítica al establishment político. No es saludable para el sistema institucional este cuestionamiento, aunque haya aspectos comprensibles de estas críticas, que remiten a la serie House of Cards. Le debemos dar la bienvenida a Mr. Trump, y esperar que no tengamos que extrañar al presidente que se va con 11 millones de empleos creados en su gestión, el moderado Obama.

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