Las mil y una formas K de robar al Estado
Cuando se escriba la verdadera historia, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández serán recordados, entre otras cosas, por la exitosa implementación de las mil y una formas de robar al Estado. Ayer se conoció la última. La publicó Santiago Fioriti, periodista de Clarín. Es una muy berreta, propia de chorritos de morondanga, pero no por eso menos escandalosa.
Parece que Los pibes para la liberación se quedaron con unos cuántos miles de dólares que manotearon de los últimos viajes presidenciales realizados a Nueva York y Asunción del Paraguay, el año pasado. Por lo menos 150 mil. Unos 20 millones de pesos.
De la comitiva presidencial que viajó a los Estados Unidos participaron, entre otros, los irreversibles Andrés Cuervo Larroque, Eduardo Wado de Pedro y Hernán Reibel, el incondicional de Máximo Kirchner que repartía la publicidad oficial. La denuncia ante la Oficina Anticorrupción la hizo el actual secretario General de la Presidencia, Fernando De Andreis.
La cifra embolsada surge de la diferencia entre las rendiciones de cuentas de los viajeros y los proveedores que fueron consultados, a través de una auditoría. Parece que los funcionarios adulteraban las facturas de gastos de diferentes maneras. ¿Estaban al tanto los hombres de confianza de la Presidenta y de su hijo sobre semejante dibujo contable? Todavía no se pudo comprobar si lo sabían o lo alentaron pero me permito plantear una hipótesis de sentido común.
Por su estilo de conducción política me parece muy difícil, por no decir imposible, que a gente tan atenta controladora y vigilante como Larroque, De Pedro o Reibel se les pase un asunto así. Ahora que el escandalete salió a la luz, deberían explicárselo a la militancia. Pero sin gritos ni consignas, sino con datos en la mano. Y también deberían explicar, los máximos responsables del gobierno anterior, porqué la metieron a Cristina Fernández en el centro del huracán del escándalo de corrupción del Plan Qunita.
Los detalles del negociado, presentados con lujo de detalles por los responsables del blog Eliminando Variables, Ignacio Montes de Oca y José María Stella, revelan las particularidades de sistema de corrupción que eligieron los Kirchner para quedarse con plata que no es suya.
Primero, alguien, quizá el más creativo, armó el negocio y la justificación política. El kit para los bebés y sus jóvenes madres no parecía tener contra en el universo del populismo mentiroso que venía esgrimiendo la anterior administración. Después, el corrupto más creativo reclutó a unos cuantos pseudoempresarios sin experiencia en la actividad pero dispuestos a presentarse en una licitación trucha. Más tarde la ganó el elegido. Y se supone que al final repartieron el botín de cientos de millones de pesos.
Que las cunas no se pudieron usar porque no eran seguras es otro de los pequeños detalles que hacen más tristes las circunstancias del sistema de negocios. Stella falleció de manera repentina, antes del procesamiento de Aníbal Fernández y los ex ministros de Salud Juan Manzur y Daniel Gollán.
Los procesamientos pueden ser interpretados como un homenaje a su perseverancia de periodista no militante. Pero no fueron solo los viáticos de los pibes o el Plan Qunita lo que demuestra que durante los últimos 12 años el kirchnerismo no dejó negocio sin hacer. También lo prueba la causa Hotesur, el caso Ciccone, la Tragedia de Once, el financiamiento de la campaña del Frente para la Victoria a cargo de empresarios y laboratorios que traficaban efedrina y adulteraban medicamentos.
Además, por supuesto, de los multimillonarios negocios de Los Dueños de la Argentina K, en áreas tan diversas y de superrentabilidad como el petróleo, la obra pública, el transporte público, el juego y la hotelería. Por ciento: el juego y la hotelería, más que cualquier otra actividad, son las más propicias para lavar dinero, como se enseña en las primeras materias de Derecho Penal. Y los pagos compulsivos de Lázaro Báez para contratar las habitaciones vacías del Hotel Alto Calafate, de Cristina Fernández y su hijo, podría ser una maniobra clásica de lavado de dinero, según se investiga en la causa Hotesur. Es decir: al pagar Báez las habitaciones contratadas aunque no las necesitara, incorporaría el circuito legal de dinero el retorno o la coima que abonó a la jefa de Estado, en agradecimiento por las innumerables obras públicas que se le otorgaron y por las que recaudó un mínimo de 8 mil millones de pesos y un máximo de 12 mil, según diferentes cifras oficiales.
En su momento, Elisa Carrió denunció que la mayoría de las licitaciones eran truchas y estaban cartelizadas. Pero además, igual que los empresarios del Plan Qunita, Báez no tenía ningún antecedente en la obra pública antes de que Néstor Kirchner asumiera la presidencia. De hecho, fundó Austral construcciones y compró otras del mismo rubro recién cuando Kirchner se transformó en Jefe de Estado. Es decir: se hizo empresario de la obra pública solo después de que su amigo, el ex Presidente, le garantizara el ingreso al club de la obra pública. Pero cuando se escriba la verdadera historia, ya lejos del relato mentiroso y manipulador, el gobierno que se acaba de ir también será recordado como el que más bombas de tiempo le dejó a la nueva administración en asuntos tan complejos y graves como la inflación, el empleo público, el impuesto a las ganancias y el congelamiento de las tarifas de luz, gas, agua y transporte.
La inexperiencia y la ingenuidad política del presidente Mauricio Macri y su equipo más cercano les hizo creer que era mejor, en un principio, no hacer hincapié en la herencia recibida, para no contagiar mala onda y favorecer las expectativas positivas de cambio. Pero, a poco de andar, se están dando cuenta que, para que la mayoría de la gente comprenda porque se ejecuta una medida antipática, inoportuna o insuficiente también hay que gastar energía en explicar, por ejemplo, el tiempo real que va a insumir el desarme de la bomba de tiempo en asuntos como el sistema de mediciones del INDEC, las distorsiones de precios de la economía, los organismos encargados de controlar las prácticas monopólicas de los formadores de precios y casi todo el Estado Nacional.
Un Estado que fue concebido, más que para mejorarle la vida a los argentinos, para robar y hacer como que contenía a los pobres, los jóvenes, los viejos y los desocupados. Un Estado que fue entregado en modo campo minado para que la economía explote por el aire junto con el nuevo Presidente y Ella pueda volver, junto a sus incondicionales, incluso antes de lo que marca el calendario electoral. Y no es solo por conveniencia política que Macri lo debe denunciar. También debe hacerlo para que ningún distraído se confunda y piense que Cristina Fernández fue la más honesta y la más efectiva de todos los presidentes de la Argentina desde 1983 hasta la fecha.