La verborragia de Axel apuró el regreso al club del default

Axel Kicilloff jamás entendió el daño que le hizo a la Argentina con su discurso de ayer en Nueva York. Habló como si fuera un panelista de polémicas en TV, criticando por enésima vez al juez Thomas Griesa e ignorando el efecto que sus palabras, sus dudas y sus contradicciones provocaron en la sociedad. Porque el que hablaba no era un librepensador de Parque Chas. Era el ministro de Economía de un país en recesión que acababa de quedar en default. Y la gravedad de la situación merecía una respuesta más concreta, más prolija y más responsable que los 34 minutos de verborragia que dejaron perfectamente en claro la enorme confusión que embarga al Gobierno.


Porque, ¿de qué otra manera puede calificarse el giro que el kirchnerismo gobernante dio en 24 horas? El martes había bendecido la decisión de los banqueros de Adeba, encabezados por Jorge Brito, para que fuera el sector privado el que hiciera una oferta por el total de la deuda con el fondo NML y despejara la sombra del default que acechaba a la Argentina. La iniciativa había cambiado el clima dramático de la semana. Las acciones de las principales empresas argentinas subieron, al igual que los bonos. El dólar bajó. Y hasta la oposición saludó el soplo de sensatez. Sin embargo, todo cambió cuando Kicilloff apareció ayer con el tono de batalla que acompañó sus yerros más notables. Y hasta se permitió una dosis de cinismo para decir que me enteré por los diarios que algunos banqueros iban a hacer una oferta.... Una falta de respeto innecesaria para tantos argentinos que sienten en carne propia los golpes que esta clase de vaivenes producen en la economía real.


El discurso de Kicillof no sólo frustró las negociaciones entre los banqueros argentinos y los representantes de los fondos buitres. También generó incertidumbre en el buque averiado del peronismo, que vislumbra en las consecuencias del default una amenaza para sus posibilidades de mantenerse en el poder más allá del cercano 2015. Colaboradores del propio presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, debieron negar anoche las versiones de renuncia que transitaban el poder y aludían a la paciencia perdida por el funcionario más respetado por el sector financiero. El protagonismo del ministro de Economía eclipsó a Fábrega y avivó las tensiones en el Gobierno.


¿Decidió Cristina apostar la calma de su fin de ciclo a una cruzada de ficción contra los fondos buitres? ¿Aceptó finalmente ser retratada en la misma fotografía del default que también integra el peronista Adolfo Rodríguez Saá? Pese a la persistencia de algunos negociadores que anoche gastaban sus últimos cartuchos en Nueva York, el regreso a Buenos Aires de los banqueros de Adeba marcaban el retorno de la Argentina al club de los países que no pagan sus compromisos. Si a ese túnel oscuro se le agregan el presente de inflación elevada, déficit fiscal y consumo estancado, podrá proyectarse un futuro complicado por los errores propios y la fatal demora para corregirlos.

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