La tasa marca la desconfianza de los ahorristas para quedarse en pesos

Una vez más, la Argentina pendular se enfrenta a discusiones de política pública del formato "el huevo o la gallina". Cuando Alberto Fernández salió a hacer su planteo sobre las tasas de las Leliq, no escarbó demasiado sobre las razones del problema, sino que se limitó a esbozar una fórmula impracticable y riesgosa. Que sus asesores hayan aclarado que su idea era reducir los intereses que paga el Banco Central por esas letras, no borran la frase "vamos a dejar de pagar" que pronunció en la entrevista que se emitió el domingo. Tampoco anula el concepto equivocado de que esos recursos sirven para pagar jubilaciones.

Si el objetivo de la oposición era introducir el debate económico en la campaña, debemos decir que lo logró, pero no de la mejor manera. Porque todos los economistas y especialistas del sector financiero, se ocuparon desde temprano de descalificar cualquier insinuación sobre un posible default de las letras del Banco Central.

Fernández no usó esa palabra, pero presentó una idea que ni siquiera podría ser denominada como voluntariosa. Si tuviera que pasar el escáner de los sitios de fact checking, la calificación que recibiría sería la de "engañosa". El candidato asoció la baja de tasas al aumento de 20% de las jubilaciones a partir de diciembre. Y la realidad es que el Tesoro no tiene esos recursos, ni los tendría en caso de que el BCRA baje abruptamente la tasa. Por el contrario, la ANSeS es una de las beneficiadas con el interés que pagan los bonos soberanos, ya que esa ganancia el Estado la anota como un ingreso que se transfiere para financiar el gasto.

El problema de fondo es que el nivel actual de la tasa es el beneficio que "convence" al ahorrista de quedarse en pesos. Para bajarlo sin que caiga la demanda de dinero, habría que generar una confianza en el peso que hoy no está. Fernández considera, en paralelo, que el dólar debería valer más (una forma indirecta de decir que habría que devaluar más el peso). Pero no asume que eso tiene un efecto en la inflación y consecuentemente obligaría a tener una tasa alta para no activar otra vuelta de dolarización.

"Entre los bancos y los jubilados, me quedo con los jubilados", ratificó ayer el candidato del Frente de Todos. Como si la Leliq no fuera el instrumento que permite a los ahorristas ganarle a la inflación futura con los plazos fijos. A nadie se le escapa que la tasa de referencia debe ser más baja, como tampoco el hecho de que hay en este escenario un componente ineludible de incertidumbre que no desaparecerá hasta las elecciones de octubre. Decretar suba de salarios o de haberes jubilatorios es una medida que ningún presidente dejaría de tomar si tuviese la posibilidad real de hacerlo. Desde el salariazo de Menem hasta hoy, el votante algo aprendió.

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