La solución no es dolarizar la economía sino gastar menos de lo que ingresa

El desapego argentino por llevar adelante una política fiscal responsable, que no requiera de la emisión permanente para cubrir gastos que superan a los ingresos y mantenga bajo control a la inflación, reavivó ayer el viejo debate sobre dolarización y soberanía monetaria.

Apenas Larry Kudlow, un economista conservador que supo trabajar en la administración de Ronald Reagan y hoy se desempeña como asesor económico de Donald Trump, señaló que la única solución para que el país pudiera salir de su dilema sería abrazar, una vez más, la convertibilidad peso-dólar; la cuerda floja por la que transita el convulsionado mercado cambiario volvió a sacudirse.

Así, pese a que el Palacio de Hacienda se apuró en descartar de plano cualquier posibilidad de avanzar en conversaciones de ese estilo con el Fondo Monetario Internacional y la administración estadounidense, la versión se esparció lo suficiente como para que el dólar saltara por encima de $ 40.

En definitiva, la reacción respondió a la desconfianza que aún impera sobre la posibilidad de que Nación y provincias cumplan con las ambiciosas metas fiscales prometidas en la nueva versión del acuerdo con el FMI. El mal paso dado en la primera versión dejó muy sensible la piel de un mercado que dejó de creer en el plan trazado y buscó refugiarse, como tantas veces, en el dólar. Y en ese escenario, toda versión, por más polémica que sea, puede resultar verosímil.

La inflación, que ayer voló casi 4%, y la devaluación del peso son síntomas de los problemas que atraviesa una economía en la que conviven una actividad en retroceso con déficits en materia fiscal y comercial. Cualquiera sea la política que intente aplicarse, solo cumplir con los compromisos permitirá recuperar la senda del crecimiento.

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