La polarización puede ser extrema, pero si apela al default es suicida

El candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández, empezó a usar ayer una estrategia electoral con componentes riesgosos para la economía. Al adelantar algunas ideas que pondría en marcha el 10 de diciembre, aseguró que daría un aumento de 20% a los jubilados y lo financiaría con los intereses de las Leliq. También sostuvo que el dólar está artificialmente bajo y que impulsará un control al ingreso de capitales especulativos, como el implementado en 2006 por Roberto Lavagna como ministro de Néstor Kirchner.

Fernández juega con fuego cuando toca a las letras del Banco Central. Por empezar, porque a un país que atravesó la penosa experiencia del default, no le sirve que un candidato diga públicamente que dejará de pagar intereses de un título. Si tiene la vocación de suspender un compromiso de esa naturaleza, podría hacer algo similar con otros. Y ni al Estado, ni a las provincias ni a los inversores les sirve que alguien agite un fantasma de esta naturaleza.

Pero eso no es todo: Alberto F. se expuso innecesariamente a las críticas al asegurar que está pensando en financiar un gasto corriente, como ser el pago de las jubilaciones, con un ahorro que ni siquiera hace el Tesoro, ya que los intereses de las Leliq los cubre el Banco Central con su propio patrimonio.

Si la Argentina necesita una reforma previsional (como la que está llevando adelante Brasil y la que tienen que evaluar los países europeos, por ejemplo) es porque a largo plazo el financiamiento de las jubilaciones pone una presión difícil de administrar para cualquier Estado. La curva de expectativa de vida se hace más larga, y los recursos de los trabajadores activos cada vez alcanzan menos para solventar los haberes corrientes. Tampoco es muy prudente de parte de un candidato presidencial anunciar un aumento que en caso de aplicar, haría incumplibles los compromisos asumidos con el FMI de tener superávit primario en 2020.

Está claro que a Fernández no le interesa demasiado hacer buena letra con el Fondo. Pero todo este combo hará ruido a cualquier inversor que tenga títulos soberanos argentinos, porque pondrá en duda la capacidad del país de honrar sus compromisos financieros. Ni hablar de lo que representan sus afirmaciones sobre el dólar artificial o sobre la aplicación de plazos más estrictos para liquidar las exportaciones.

Agitar estas propuestas solo parece tener un propósito: introducir incertidumbre en el mercado cambiario. La calma del dólar fue un factor clave para permitir que su oponente, Mauricio Macri, recupere imagen e intención de voto. Pero no parece racional pensar que si se usan definiciones extremas que lo alteren se genere el efecto inverso. La polarización puede ser extrema, pero no suicida.

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