La herencia de Macri crea un desafío fiscal que excede al futuro gobierno

Para el ministro Hernán Lacunza, la estrategia más aconsejable para encarar una renegociación exitosa de la deuda es ser, como gobierno, realista y directo. A esta altura del partido, el mundo ya conoce los vicios de la Argentina, con lo cual lo primero que querran escuchar los acreedores es un compromiso de pago que sea cumplible. Pero el desafío de la próxima administración es unificar todas las voluntades necesarias para que eso sea posible. La salida de la crisis de financiamiento no dependerá solo del Poder Ejecutivo que asuma el 10 de diciembre, ya que todos los sectores tendrán que poner una cuota de esfuerzo. No hay muchos caminos para optar, y por eso será clave avanzar rápido y con una estrategia clara y determinada.

El concepto apunta a la deuda, pero en realidad debe ser extendido a toda la política económica. Lacunza, al igual que Alberto Fernández, está de acuerdo con extender solo los plazos, porque cree que el problema es de liquidez y no de solvencia. Pero para que ese diagnóstico sea real, lo que hay que discutir es que estrategia fiscal tendrá el próximo gobierno.

Los datos que difundió el Palacio de Hacienda muestran un cumplimiento de las metas de septiembre más virtual que real. Si no hubiera sido por los permitidos que habilitó el Fondo (un aumento de gastos sociales que no iban a ser computados en la cuenta final del gasto) el objetivo estaría lejos. Es que la proyección que había diseñado el Gobierno después de la elección, es que la devaluación impulsaría las retenciones, un impuesto que está atado a la evolución del dólar, y con ello habría un impacto positivo en los ingresos. Pero ese efecto fue muy limitado. La caída en la actividad y en el consumo es tan fuerte que debilitó la recaudación más de lo esperado. La inflación trajo oxígeno fiscal, pero no alcanzó.

La contrapartida es el aumento en el gasto que habilito el Ejecutivo bajo el paraguas del plan para contener la devaluación. La suba del piso para pagar Ganancias, la eliminación del IVA a los productos de la canasta básica, la reducción de aportes patronales, se han vuelto difíciles de financiar.

La suma de todas estas decisiones fiscales crea una herencia pesada para el próximo gobierno. Alberto Fernández no tendrá margen político para revertir estas medidas, porque es difícil rescindir un beneficio. Macri le sumó un lastre a su sucesor, porque lo obliga a tener una estrategia fiscal agresiva. Sin chance de acudir al mercado hasta que se resuelva la deuda reperfilada (proceso que puede demandar al menos 9 meses, según Hacienda), el próximo ministro estará forzado a hacer un ajuste fiscal duro o a salirse del modelo de renegociación a la uruguaya y aplicar alguna quita.

El reto que tendrá Alberto Fernández será alinear a los tres poderes de la Argentina (y a las provincias) con este enorme desafío.

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