La falta de debate hace imaginar el futuro de la peor manera posible

Si hay una razón por la cual la calma cambiaria que ahora ofrecen los dólares del campo y el FMI no durará para siempre, es porque para muchos inversores, banqueros y empresarios la candidatura de Cristina Kirchner genera riesgos de todos los colores. Para ese núcleo, volver a tener un gobierno kirchnerista es un retroceso letal. Pero no se animan a actuar hasta que se oficialicen las candidaturas: el 12 de junio habrá que presentar alianzas nacionales y el 22, ponerle nombre a las fórmulas.

Para un alto ejecutivo de una entidad financiera, un eventual triunfo de la ex presidenta equivale a un default. Cree que Cristina le dirá al FMI que no aceptará las condiciones del acuerdo, y como no va a tener opciones diferentes de financiamiento, el país tendrá que enfrentar un impago, que será transitorio pero no por eso menos dañino.

En otro banco, sin embargo, opinan lo contrario. En su escenario, el próximo gobierno (sin importar quien sea el mandatario) no podrá zafar del acuerdo con el FMI, con lo cual deberá respetar reglas monetarias y fiscales casi tan duras como las actuales.

El verdadero temor del mercado es que Cristina protagonice un cambio disruptivo, más cercano al primer escenario. El silencio ayuda a que crezca esta hipótesis, porque la volatilidad es todo costo para Cambiemos. La suba del dólar y la inflación le dan aire al relato K y potencian el malestar de los votantes contra el Gobierno.

Hay economistas que plantean que es poco lo que se puede hacer por enderezar el 2019. Y que votar a un populismo sin plata es un nuevo suicidio. Una vez más, se debate poco qué modelo usar el año siguiente. La discusión aún sigue muy anclada en el pasado y el presente. El futuro es pura expresión de deseo.

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