PUNTO DE VISTA

La disputa por la distribución del ingreso

Desde principios de los años setenta, la participación salarial en la creación de riqueza tuvo un desempeño desfavorable en Argentina. Hubo algunos períodos de recuperación: de 1977 a 1980; de 1983 a 1987, luego de la hiperinflación hasta 1993 y entre 1997 y 2001. Pero la tendencia general fue descendente en extremo al inicio de la dictadura y en forma de serrucho ascendente hasta 2001. La participación salarial en 2002 y 2003 fue tan baja como las de 1977, 1982 o 1989 A partir de 2004 se inicia poco más de una década de intenso incremento con disminuciones en 2010, 2014 y 2016.

En América Latina, según lo acaba de informar la CEPAL en su Panorama Social 2018 ha habido un comportamiento aproximadamente similar.

Se deducen dos aspectos relevantes. Por un lado, el comportamiento socioeconómico de Argentina no tiene grandes diferencias con el promedio de la región. Por otro lado, se corroboran las estimaciones sobre Argentina pese a la falta de datos sobre distribución funcional del ingreso entre 2005 y 2015 inclusive. Para cubrir ese bache la CEPAL utilizó procedimientos similares a los propuestos por nuestro Centro de Estudios.

Pero como la serie regional llega hasta 2017 inclusive también ratifica que los datos del primer bienio del gobierno macrista se mantienen en el entorno de los alcanzados hasta 2015. Esto en sí mismo debería contribuir a una lectura más serena y objetiva de los datos en cuestión. Una hipótesis que puede presentarse es que tal mantenimiento de la participación salarial sería la contracara del "gradualismo" con el que el gobierno afirma haber orientado su accionar en la primera mitad de su gestión.

Aclarado este punto resta considerar si la evolución reciente (15 puntos porcentuales de aumento entre 2003 y 2014) al tiempo que representa una clara mejoría para los trabajadores se compatibiliza con el desarrollo, pensado éste como crecimiento económico con menor desigualdad. El punto es que en este mismo lapso (aunque viene desde más atrás en el tiempo) la tasa de inversión en términos del PIB viene descendiendo casi sin interrupciones.

Una de las cuestiones no debatidas todavía es, precisamente, cuál es la razón que explica la disminución de la tasa de inversión. Quienes defienden la perspectiva empresarial pueden sostener que durante el decenio de incremento de la participación salarial fue su contrapartida (la disminución de la parte apropiada por el capital) lo que generó el descenso del ritmo de inversión. Sin embargo, ese descenso fue la característica de las últimas décadas.

En lo inmediato, desde el año recién concluido, la situación seguramente ha cambiado. Los datos de la Cuenta de Generación del Ingreso elaborados por el INDEC referidos al segundo y al tercer trimestre de 2018 muestran una sensible disminución de la participación salarial en cada uno de esos trimestres en relación con los lapsos respectivos del año previo. Pero en el mismo año (2018) la inversión habría mostrado una nueva caída. De modo que ese contraste directo, quizás lineal, no permite ser optimista en ninguno de los dos aspectos: ni en la equidad distributiva ni en materia de incremento de la capacidad productiva.

Esa evidencia pone una vez más en el tapete la imprescindible necesidad de cambios tanto en la acción política como en los fundamentos socioculturales sobre los que los ciudadanos asentamos nuestro comportamiento.

Es tan necesario el adecuado encaminamiento de la gestión gubernamental como la generación eficiente de acuerdos entre las fuerzas políticas. Pero a ello deben agregarse cambios drásticos en la sociedad civil que, de producirse, seguramente empujarán la gestión y orientarán los acuerdos. Deberemos dilucidar si el año electoral se constituirá en un obstáculo o en un estímulo.

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