La dinámica macro que no sabe de tiempos electorales

Resulta difícil no caer en una suerte de visión estática del antes y después de las elecciones. Como si la dinámica previa se hubiese interrumpido el 27 de octubre y una nueva se hubiera iniciado el lunes 28 de octubre. El punto es que la macro tiene una dinámica propia que no se resolverá ni se modificará de manera relevante sólo porque pasaron las elecciones. Como hemos alertado muchas veces, tampoco se modificará sólo si le aplicamos 'política': la macroeconomía necesita de instrumentos macro, y la profundización del cepo cambiario es apenas una aspirina que no erradica ninguna de las razones de fondo de la crisis de confianza.

La política ayudará en la medida que pueda crear una plataforma de gobernabilidad que permita tomar medidas concretas. Pero si no lo hace, no sirve. Se puede comprar algo de tiempo, pero hay que utilizar ese tiempo de manera conducente para resolver las urgencias y los desafíos pendientes. Por supuesto que una transición cooperativa ayuda a que no se agrave el deterioro macro, pero por sí sola tampoco lo revierte.

Entre las urgencias de corto plazo, el desbalance entre pesos (cada vez más abundantes) y dólares (cada vez más escasos) luce como la más desafiante. Para colmo de males, las últimas decisiones en materia monetaria del Banco Central (BCRA) no ayudan para nada. Durante el mes de octubre la expansión monetaria superó los $ 100.000 millones (tengamos en cuenta que las ventas de dólares al mercado significaron una absorción de $ 230.000 millones) y básicamente está explicada por la reducción del stock de Leliq y la asistencia al Tesoro.

Entre las urgencias de corto plazo, el desbalance entre pesos (cada vez más abundangtes) y dólares (más escasos) luce como la más desafiante

La situación se complica aún más si se toma en cuenta que el Tesoro ya ha confirmado, mediante el DNU firmado por el presidente Mauricio Macri hace unos días, que utilizará el financiamiento del Banco Central para hacer frente a sus necesidades fiscales. En dicho decreto de necesidad y urgencia se prevé un monto que llega a los $ 400.000 millones de adelantos transitorios del BCRA al Tesoro Nacional, aunque pensamos que lo que efectivamente se utilizaría con un efecto monetario pleno sería algo inferior a ese monto. De todas maneras, estaríamos frente a una expansión monetaria equivalente a 1/4 de la base monetaria de aquí a fin de año en un contexto en que la demanda de pesos luce por su ausencia, lo cual tiene consecuencias impredecibles sobre la nominalidad (dólar, precios y tasas) en los meses hacia adelante.

El desbalance entre pesos y dólares se agravaría si no se renegocia rápidamente la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y con los acreedores privados (¡ambos!). Porque sin una solución al tema de la deuda, el único candidato para financiar al Tesoro seguirá siendo el Banco Central. Surge entonces como interrogante central quién conduciría estas negociaciones, en condiciones donde tanto el FMI como el mercado pretenden que lo haga la administración que viene y no la actual.

Para poder iniciar esas negociaciones resulta fundamental contar con el programa fiscal para el próximo año (y los siguientes). Y para delinear ese programa, hay que definir cuál será la política de precios e ingresos que impulsará el nuevo gobierno de Alberto Fernández y en qué está pensando el Presidente electo cuando propone impulsar el consumo como principal fuente de crecimiento de la demanda agregada.

Está claro que no se puede abordar la problemática macro actual con el ejercicio de equilibrio parcial: hay que hacerlo desde una vsión de conjunto

Está claro que no se puede abordar la problemática macro actual con ejercicios de equilibrio parcial: hay que hacerlo desde una visión de conjunto. En consecuencia, cualquier programa que pretenda ser exitoso no puede concentrarse sólo en la estabilización macro ni sólo en las cuestiones estructurales que permitirían el crecimiento sostenido de la inversión privada, las exportaciones y el empleo.

Las dos dimensiones deben estar presentes, porque no hay nada que pueda hacerse sin estabilidad macro, y al mismo tiempo, ésta no alcanza por sí sola para crecer. Tanto en el corto como en el largo plazo toda la inteligencia tiene que estar puesta en abordar la macro desde una visión de equilibrio general, porque todo interactúa con todo. Pensar que se puede divorciar la estabilización de precios de la renegociación de la deuda pública o de las acciones que se pretenderían tomar para que la Argentina vuelva a crecer ("poner dinero en el bolsillo de la gente", "abrir las persianas bajas de las Pymes, y de los locales comerciales", etc.) sería cometer el mismo error de siempre: el de pensar que se puede actuar con intervenciones puntuales o directas sobre alguna manifestación de los desequilibrios macro y no sobre sus raíces.

imagen columna Luis Secco

El diablo está en los detalles. Y lo que falta precisamente son precisiones de cómo se enfrentarán los desafíos macro que la Argentina tiene por delante. Las pistas que fue dejando la carrera electoral no alcanzaron ni alcanzan para despejar la incertidumbre que se cierne tanto en el corto/cortísimo plazo como en el mediano y el largo plazo. El problema radica en que las responsabilidades por ahora se reparten entre las autoridades actuales y las que vienen. Todo esto no crea el clima más propicio para que la demanda de dinero deje de caer o para que los mercados recuperen algo de apetito por el riesgo argentino, de forma tal de llegar a la entrega del mando sin que la dinámica de crisis macro haya pasado el punto de no retorno.

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