La apuesta de Prat-Gay y el ‘kirchnerismo prolijo'

"Estamos haciendo kirchnerismo prolijo, este no es el plan de Mauricio, si esto fracasa el verdadero plan se va a ver más adelante". La frase en boca de uno de los funcionarios-economistas del PRO revela el dilema que enfrenta Macri.

Criticado por izquierda por el kirchnerismo y buena parte de la oposición, que denuncian un ajuste salvaje, en la interna del PRO los más ortodoxos consideran que las decisiones del presidente están guiadas por la viabilidad política antes que por la consistencia económica. Y dicen que ese esquema corre el riesgo de reeditar el círculo vicioso en el que cayó el modelo K en los últimos años: déficit fiscal, emisión de pesos, inflación, atraso cambiario, devaluación y vuelta a empezar.

La herencia K es conocida: cepo al dólar, atraso cambiario, fuga de dólares para atesoramiento (en el orden de u$s 800 millones por mes), boom de turistas en el exterior por el dólar barato, déficit fiscal récord, una cuenta de subsidios económicos de $ 200.000 millones y default parcial forzado por los Buitres.

Ante ese escenario, el nuevo Gobierno desmontó rápidamente el cepo, con una devaluación del orden del 40%, bajó retenciones al agro para apurar el ingreso de dólares del sector exportador, inició un proceso de recorte de subsidios energéticos y aceleró la negociación con los Buitres para abrir una ventanilla de financiamiento. Todo más o menos en la agenda de los tres candidatos que competían por la presidencia. Mario Blejer, el asesor económico de Scioli durante la campaña, me dijo ayer en la radio que "el Gobierno está tomando las medias necesarias" para "ir normalizando la economía de a poco".

Sin embargo, pese al "cambio de clima", no sólo no se produjo ninguna lluvia de dólares, como se entusiasmaban en campaña dirigentes del macrismo, sino que la fuga al dólar para atesoramiento continúa a paso firme. Según datos que manejan dos de los principales bancos del sistema financiero, la compra de dólares por ventanilla se mantiene desde el levantamiento del cepo a razón de unos 50 millones diarios. Son unos u$s 1000 millones por mes, una cifra similar equivalente a la fines de 2011, previo a que Cristina aplicara el cepo. Semejante demanda de dólares no se refleja en una caída de las reservas, porque simultáneamente crecieron los depósitos en dólares, de ahorristas que sacaron divisas de las cajas de seguridad tentados por tasas de hasta el 4,5% anual que ofrecieron algunos bancos como una movida para fidelizar clientes.

Macri tampoco logró evitar el fogonazo inflacionario posdevaluación y, como le sucedió a Kicillof en 2014, los precios apuntan este año bien por arriba del 30%. Esta situación acentúa la impresión de que el dólar en $ 14 quedará rápidamente barato (potenciando la compra para atesoramiento). Y obliga al Banco Central a acelerar las minidevaluaciones en las últimas dos semanas (ayer llegó a $ 14,70), algo no deseable antes de empiecen a negociarse las paritarias.

La caída del poder adquisitivo de los salarios (potenciada por el tarifazo en el área metropolitana) golpea el consumo, con lo cual el Gobierno necesita apurar las medidas de ingreso compensatorias si pretende evitar una recesión mayor: aumento para jubilados, AUH, reintegro del IVA y nuevos salarios. Una lógica similar a la de 2014. Con una diferencia: la Casa Rosada se muestra hasta ahora, llamativamente, indiferente ante las alertas de despidos que suenan en distintos sectores.

Volviendo al inicio, el dilema de Macri no es sencillo. Si no logra domar la inflación, como ocurrió con el modelo K, la inflación se comerá al plan Macri. Pero como la economía no se desarrolla en un laboratorio sino es una sociedad con 25% de pobreza, tampoco está claro hoy cómo bajar la inflación sin ocasionar males mayores. Sin la posibilidad de volver a fijar el dólar (como hizo Kicillof en su año de despedida al estilo Cavallo), ¿cuál es el ancla de la economía para frenar los precios? ¿Cómo imponer expectativas de una menor inflación cuando el acumulado noviembre-abril sumará 20%? ¿Cómo dejar de emitir pesitos devaluados si no hay margen para achicar el déficit fiscal?

En las cuentas que maneja Prat-Gay, Cristina dejó para este año un agujero en el Tesoro nacional de unos $ 300.000 millones, aún considerando el ahorro como consecuencia de la anunciada poda de subsidios. El déficit fiscal en las provincias, en tanto, ascendería a otros $ 40.000 millones. Y hay otros $ 10.000 millones impagos de obra publica paralizada desde fines del año pasado.

Macri aceptó ese déficit fiscal de 5 puntos del PBI como un dato, imposible de recortar en el primer año de Gobierno, dadas las condiciones sociales y políticas. La pregunta entonces es cómo se financiarán esos $ 350.000 millones. Hay dos alternativas: emisión de pesos del Banco Central, o emisión de deuda del Tesoro. Todo indica que habrá una combinación de ambos instrumentos. Pero cuanto más bonos emitan Gobierno y provincias y menos pesos el Banco Central menores serán las presiones del circulo vicioso inflación-devaluación.

De ahí la desesperación del Gobierno por cerrar cuanto antes el conflicto con los Buitres, o al menos conseguir que el juez Griesa restablezca el amparo para poder volver a los mercados internacionales de crédito. Si Argentina emitiera u$s 20.000 millones para financiar el déficit fiscal, no es lo mismo hacerlo a una tasa del 10% anual que a una del 5%. La diferencia es un ahorro de u$s 1000 millones anuales en intereses.

El endeudamiento en dólares es la salida expansiva que imaginan Macri-Prat-Gay. La alternativa es el ajuste fiscal con más recesión, de los que creen que Prat Gay está haciendo kirchnerismo prolijo. O, si no se abre el crédito externo, comprar dólares hasta la próxima devaluación.

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