La Argentina vista desde un dron genera un entusiasmo que no es tan visible desde la superficie
Entre los empresarios locales, la dosis de entusiasmo no es tan alta. Suena lógico, porque no es lo mismo tener capital para potenciar un negocio prometedor, la opción que ejercen las compañías extranjeras, que estar hundido en el mar de limitaciones que arrastra la Argentina.
La interacción con el Gobierno no despierta la misma sed de oportunidades. Es que perciben esa desconfianza que Macri cristalizó tan bien en su crítica al "círculo rojo". Al Presidente le gustan más los empresarios que acompañan que los que reclaman. Y por eso el juego que la Casa Rosada aspira a jugar después del 22 de octubre todavía es mantenido dentro de una nebulosa. La reforma tributaria y laboral siguen dentro del laboratorio, por la convicción oficial de que exponerlas antes de tiempo las dejaría librada al lobby sectorial.
Los que se sienten menos dudosos de lo que viene son aquellos que lograron un alto nivel de interacción con la gestión Macri. Avizoran una obra pública mucho más potente de lo visto hasta ahora, apalancada con otras herramientas como el crédito multilateral y el PPP.
Los que consiguieron subirse al barco perciben de una manera positiva los movimientos del G obierno, muy distinta de aquellos que miran desde la orilla y que conocen y padecen las marchas y contramarchas.
Vista desde el exterior como quien observa desde un dron, la Argentina luce claramente más atractiva. Hay inversiones que se reactivan, hay empresas que se habían ido hace 30 años con ganas de volver, hay un mundo que atiendo distinto al país que deberá encabezar por un año el G-20 y lidiar con una cumbre de la OMC.
Desde la superficie, en la foto todavía pesa la deuda social, el empleo que falta y el desarrollo federal.