Inflación, ese nuevo viejo problema

Han pasado sesenta días de gestión y Macri enfrenta el mayor desafío económico de su gestión: bajar la tasa de Inflación. Empezamos hablando de los efectos de la devaluación de diciembre, luego de las tarifas de la luz, para ver cómo se disparaban la carne, los combustibles, los medicamentos, los alquileres y la canasta escolar.


Podemos mirar algunos productos en detalle pero la inflación esta ahí y es un problema que requiere un abordaje multidisciplinario para tratar de avanzar en soluciones que no repitan los errores del pasado. Si queremos resultados diferentes, es hora de buscar soluciones diferentes.


Cada sociedad tiene un conjunto particular de características que supone adicionar a los elementos monetarios y fiscales que impulsan la inflación desde el aspecto teórico, las implicancias del sistema de decisiones propias de los actores políticos que participan en la discusión cotidiana.


La suba generalizada de precios no se resuelve solo con la teoría, ya que la política siempre tiene algo para decir, sobre todo cuando las consecuencias que suponen las decisiones de política monetaria y fiscal, son percibidas por el pueblo como dolorosas, y esto a su vez, afecta los mismos equilibrios que busca la teoría, situándolos en zona de inestabilidad.


Lo anterior no implica desconocer que, hasta que no encontremos un sendero de orden monetario que permita que el crecimiento de la cantidad de dinero sea coherente con el crecimiento de las cantidades producidas y los objetivos de inflación sin terminar monetizando el déficit fiscal, el problema de fondo no terminará de resolverse.
El objetivo de largo plazo debería ser bajar el costo del capital de modo de impulsar la inversión y el aumento de la productividad, sin que esto suponga pérdida de la participación de los trabajadores en la distribución de la renta nacional. Tarea sumamente difícil, dada la contradicción que existe entre factores que están en pugna casi por definición.


Si comprendemos que la inflación es una enfermedad cuya cura puede llevar un periodo prolongado, la pregunta que surge es cuáles son los medicamentos que pueden hacer menos traumático el proceso. En caso que los controles fueran la solución exclusiva, el gobierno anterior habría resuelto el problema con rapidez, y Maduro en Venezuela tendría menos inflación que Japón. La codicia humana no es un problema de los empresarios locales sino una característica que hace al funcionamiento del sistema capitalista. El carnicero nos vende la carne cara básicamente porque se la compramos a los precios que él pone. Si el lector tuviera que negociar su salario, y al pedir un aumento del 100% éste le fuera otorgado, imagino que sería difícil negarse. En resumen, todos vendemos nuestra mercadería (sea nuestro trabajo o un kilo de asado) al máximo precio que el mercado está dispuesto a pagarnos por ella.


Si bien los empresarios no son los responsables de la inflación sí son de los principales beneficiarios de su existencia, y por lo tanto es cierto que pueden colaborar de algún modo para repartir el esfuerzo que implica reducirla.


Una app para el celular no resuelve nada, como no lo fue Precios Cuidados (que sí sirvió para llenar el changuito por menos plata) para reducir la tasa de inflación. No funcionó con el portal de Moreno y Pimpi Colombo, y no va a funcionar ahora.


El Gobierno podría tomar iniciativas que apunten a mejorar el poder de compra del salario como bajar el IVA sobre los alimentos de la canasta básica y diseñar estrategias diferentes que presionen los precios a la baja o al menos eviten abusos puntuales. Es decir, si el Ministro de Agricultura Buryaile señala que el kilo de asado debería costar $ 90 y lo vemos un 30% encima de ese valor, ¿por qué no se pone el Gobierno al frente de un boicot de compra?
La posibilidad de organizar a los consumidores, desde el Estado, para que eviten consumir aquello que el Gobierno identifica claramente como desproporcionadamente caro dadas las características propias de la cadena de valor de que se trate, sería una acción no coercitiva, que deprimiría la demanda puntual del bien en cuestión generando excedentes que presionan a la baja los precios al tiempo que permite la toma de conciencia colectiva en relación a una manera diferente de evitar abusos.


Vale decir que esto se puede aplicar en casos muy puntuales, y esporádicos y no resuelve en absoluto el problema de la inflación. Simplemente es una política que permite coordinar acciones y poner de manifiesto de qué lado está parado el Gobierno al tiempo que se avanza en el tratamiento prolongado de un mal que en la Argentina se terminó de instalar, justamente cuando creímos que la solución era el control de precios.


La pregunta es en qué momento el Gobierno va a plantear de forma clara cuál es su plan integral para combatir la inflación. Está claro que con páginas web y cosmética solo estaremos un poco mas lejos de la solución.

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