Fracasos actuales, desequilibrios viejos

La generación de riqueza de un país y la capacidad de su economía para lograr niveles de vida más altos para sus habitantes, único parámetro para considerar a un país como exitoso, radica en los avances sostenidos en su productividad.

Lograr altos niveles de productividad es el resultado del nivel de inversión en plantas y equipos conjuntamente con el nivel de conocimiento, la capacidad para el trabajo y la creatividad de su capital humano. Ello constituye la base de un país competitivo. Un país es competitivo cuando crea y mantiene un ecosistema que permite a sus empresas exportar y defenderse de las importaciones en un marco de respeto a las normas internacionales.

Todo esto debe apoyarse en una adecuada organización económica, política y social, en el funcionamiento del estado de derecho y sus instituciones y en mercados competitivos y bien regulados.

Es un hecho que los gobiernos pueden ayudar con inversiones a aquellas efectuadas por las empresas, porque éstas encontrarán que sus inversiones serán más rentables cuando exista una fuerza laboral altamente educada y una buena infraestructura, incluida la tecnológica. Por otro lado, hay sobrados ejemplos históricos de que la ciencia financiada con fondos públicos ha impulsado el crecimiento y una amplia participación en sus beneficios.

El ingreso per cápita argentino se incrementó en los últimos 50 años, en dólares. el 777%, un 88% menos que el mundial, que fue 1409%

Habiendo dicho esto, hay que tener en cuenta que las inversiones gubernamentales son parte del gasto público el cual debe ser sostenible y financiable mediante impuestos los que, a su vez, tienen que ser razonables; de lo contrario se ahogará la rentabilidad empresarial.

Lo dicho apunta a resaltar la importancia de lograr los equilibrios necesarios y que se sostengan en el tiempo, y descartar las posiciones extremas en materia de organización económica y social, cosa que nuestro país no ha podido conseguir, y de ello deviene nuestro pobre estado actual.

Los problemas económicos argentinos no son consecuencia de la decisión y accionar de un gobierno, sino que, analizando períodos largos de tiempo encontramos que los problemas que originan nuestro desempeño actual no son nuevos. Veamos.

El ingreso per cápita argentino se incrementó en los últimos 50 años, en dólares estadounidenses nominales, el 777%, mientras que el latinoamericano lo hizo el 1466% y el mundial el 1409%. Un 88% menos, en comparación con los otros dos.

En el mismo período de tiempo el nivel de productividad de Argentina se incrementó un 105%, resultando más bajo que el de Brasil, con el 145%

En el mismo período de tiempo el nivel de productividad de Argentina se incrementó un 105%, resultando más bajo que el de Brasil, con el 145% y que el de Chile y Estados Unidos, que lo hicieron el 180%. Un 71% menos respecto de el de los dos últimos.

En los últimos treinta años el nivel de inversión respecto del Producto Bruto (PBI) de Argentina ascendió al 16,8% promedio anual mientras que el correspondiente a una muestra de países compuesta por Australia, Brasil, Chile, Israel, Méjico, España y Turquía ascendió al 23,5%. Un 28% menor en términos anuales. Este menor nivel de inversión explica, a su vez, los menores niveles de productividad y crecimiento económico señalados en los párrafos anteriores.

La inversión en I+D (investigación y desarrollo) respecto del PBI de los últimos 20 años representó para Argentina el 0,49% anual, mientras el mismo parámetro de un grupo de países compuestos por Australia, Brasil, Canadá, España y Méjico alcanzó al 1,29%. Un valor equivalente al 38% del promedio de estos países. Este menor nivel de inversión es representativo de nuestro menor nivel de productividad, entre otros factores.

Nuestra baja productividad, inversión, e I+D, se vieron reflejados en la necesidad de mantener una economía cerrada respecto del resto del mundo. Así nuestro país en los últimos 50 años presentó un promedio del 22% anual de comercio de bienes y servicios respecto del PBI mientras que un grupo de países representados por Australia, Brasil, Israel, Corea y los países correspondientes a la OCDE ascendió en el mismo período a un 46%.

Una economía poco competitiva, productiva y cerrada tuvo que ser "sostenida" mediante un alto nivel de gasto público. Así, Argentina, desde 1998 y hasta 2017, en comparación con un conjunto de países con distintos perfiles de gasto compuesto por Australia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Francia, Indonesia, Corea, Malasia, México y Tailandia pasó a tener en 1998 un nivel de gasto equivalente al 89% respecto del promedio de éstos, al 145% en 2017.

Este aumento del gasto llevó a generar tasas exorbitantes de presión impositiva y altos niveles de evasión fiscal. Respecto del PBI, y en comparación con el mismo grupo de países detallados en el párrafo anterior Argentina pasó del tener una presión fiscal del 91% respecto de ellos en 1998 a un 134% en 2017, habiendo pasado del 22% al 34% de nuestro PBI.

Argentina es históricamente un país con bajo nivel de ahorro. Este hecho, junto con las necesidades de financiar de los desequilibrios fiscales y el insuficiente saldo de la balanza comercial llevaron a incurrir en déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos que, cuando los proveedores de financiación perdieron la confianza en nuestra capacidad de pago, llevaron a caer en incumplimientos de los compromisos de deuda.

Como vemos representado en el cuadro, tomando como base el año 1976, el ahorro de Argentina respecto de su PBI decreció 60%, mientras que lo hizo la mitad en Latinoamérica y se mantuvo en los países de la OCDE. Asimismo, el nivel de consumo de los últimos sesenta años alcanzó en promedio al 78%, mayor al de Australia con el 73% y un poco menor al de Estados Unidos, con el 80%. Sin embargo, es notable como el consumo se exacerbó en la última década: ascendió en promedio anual al 83%.

Como señalamos, un factor recurrente de nuestra economía son los déficits de la cuenta corriente. En los últimos 39 años nuestro país registró déficits de cuenta corriente en 25 de los 39. Sólo para dar una idea de lo que estamos hablando, en esos 39 años nuestro país tuvo que financiar el 40% de todo su PBI.

En suma, Argentina se enfrenta con problemas de larga data consecuencia de factores que se reflejan hoy en su alta inestabilidad macroeconómica, pérdida del apetito por su moneda y alta inflación, endeudamiento, baja productividad, baja participación en el comercio internacional, bajo crecimiento de las exportaciones, alta presión impositiva, baja inversión, altos costos de logística, pobre infraestructura y baja inversión en I+D. Todo esto correlacionado con altos niveles de pobreza e indigencia.

Obviamente necesitamos los equilibrios nunca alcanzados. Si pudiésemos apalancarnos en algún elemento positivo para iniciar, una vez más, un camino de recuperación estos serían nuestra dotación recursos naturales explotados y potenciales y nuestro nivel de capital humano. Es en este último factor donde podemos encontrar una base para la esperanza a largo plazo. De acuerdo con el último ránking de Capital Humano del World Economic Forum, Argentina, de 130 países, se encuentra en el puesto 52 liderando Latinoamérica y con un puntaje de 64,34, bastante cerca de lo que registran España e Italia.

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