Fayt es rehén de una puja de intereses entre poderes

El intento del Gobierno de someter a una evaluación psicofísica al juez Carlos Fayt fue perdiendo peso en los últimos días. Tal vez el escandaloso superclásico de Copa Libertadores lo haya sacado de las primeras planas. O quizás, simplemente, la presencia del decano miembro de la Corte Suprema en los últimos dos acuerdos celebrados haya mermado la avanzada kirchnerista en su contra.

Como el miércoles pasado, Fayt se reunió ayer con sus pares en el cuarto piso de los tribunales de Talcahuano y, según fuentes judiciales, trabajó con normalidad y de buen ánimo, en una mañana sin fallos trascendentes. En la Corte creen que el clima de tensión que se vivió en el último mes, de a poco fue disminuyendo. La reaparición de Fayt colaboró para que ello suceda, aunque también el Gobierno parece haberse tomado un impasse en su embestida contra el juez de 97 años. Con las aguas calmas, no obstante, cabe recordar cómo el juez quedó en el medio de un tironeo de intereses entre la Corte y el Gobierno.

En el acuerdo del pasado 21 de abril, con Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda presentes y Fayt avalándolo desde su casa, el presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti fue elegido para continuar en su cargo hasta 2019. La decisión se firmó ocho meses antes de que el juez santafesino culminara su tercer mandato, y provocó duras críticas del Gobierno. La reacción de Lorenzetti fue inmediata. Y estratégica. Puso a disposición su renuncia a esa designación, y generó el apoyo de sus tres colegas. Tácitamente, logró imponer una sensación que reina en Tribunales en tiempos en que se habla de una renovación: sin él al frente, la imagen de la Corte actual se debilitará. Pero quedó flotando la idea de que, por continuar en el poder, adhirió al "vale todo" que predomina en la política nacional.

El Gobierno sacó a Lorenzetti de su mira y se centró en atacar la idoneidad de Fayt, buscando llevarlo a juicio político desde la comisión que encabeza Anabel Fernández Sagasti, joven diputada de La Cámpora. Pero la embestida poco tuvo que ver con las facultades del juez para seguir en el cargo, sino porque Fayt le representa un voto rebelde a sus intereses y, de apartarlo, el Ejecutivo podrá sugerir al Congreso el nombramiento de un juez más versátil.

Ahora bien, ¿está Fayt en condiciones de ejercer en plenitud sus funciones? La Constitución Nacional es clara al fijar los 75 años como fecha límite de un ministro, si bien concede que puede seguir si es ratificado por el Senado cada cinco años. Eugenio Zaffaroni lo comprendió así y dio un paso al costado en enero, cuando llegó a esa edad. Fayt cumplió 75 en 1993, un año antes de que entrara en vigencia la nueva Ley. Desde hace 22 años está fuera del sistema, pero lo avala una acordada que la propia Corte firmó en 1999 y que lo margina de esa reforma constitucional por haber sido nombrado en 1983. Nadie duda de su condición de eximio jurista, pero también es válido el argumento de aquellos que creen que su tiempo como ministro está cumplido. Tan respetable como el de quienes creen que los tres poderes del Estado darían un salto de calidad si en vez de repartirse chicanas se animaran a realizar una autocrítica.

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