Encuesta: ¿hay lugar para una Moncloa laboral?

"Hay que enfrentar a las mafias de los juicios laborales, porque destruyen la generación de empleo". Fue la primera vez que el presidente Mauricio Macri se lanzaba a instalar la puntita del problema central que tiene la economía argentina, que le cuesta despegar, librarse del déficit fiscal, los monumentales impuestos, la inflación y la economía en negro. Como acto de comunicación, la súbita mención del tema y la denuncia al diputado kirchnerista Héctor Recalde como presunto líder de esa mafia puede tener dos análisis. El primero: no se debería instalar desde el Gobierno un problema sin ofrecer la solución.

Pero hay una segunda lectura que demuestra que el gobierno de Cambiemos le encontró la vuelta a dos problemas: uno, que la reforma laboral es la llave para que la Argentina despegue. El segundo, que cuando los issues (asuntos críticos) son políticamente conflictivos, conviene instalarlos en la opinión pública primero.

La razón es muy simple: el peronismo no le va a dar a Macri gratuitamente ninguna herramienta que permita resolver el problema económico argentino, si eso implica su reelección en 2019. A menos que la opinión pública lo pida de la misma manera que reclama hoy la lucha contra la corrupción y le suba el costo a ese rechazo.

Cambiemos rindió examen en 2016, y reprobó cuando quiso aprobar una ínfima reforma para que las empresas tomen a jóvenes: la Ley de empleo joven. Una legislación similar fue muy efectiva en España y ayudó no solo a flexibilizar el mercado laboral, sino a dinamizar toda la economía luego de años de recesión.

Pero los medios se enteraron de que existía tan loable iniciativa el día que el peronismo la bochó porque es como una flexibilización encubierta. Como si las empresas fueran a tomar jóvenes inexpertos sin que se flexibilicen las condiciones que llevaron a que desde hace mucho tiempo los cientos de miles de empresarios Pyme prefieran cortarse una mano antes de contratar.

Nadie salió a instalar, explicar, difundir, convencer ni ejercer la más mínima comunicación de por qué el peronismo debía abstenerse de bloquear semejante iniciativa, que además contribuiría a sacar de la calle y la droga a cientos de miles de jóvenes a la deriva.

Así, el Gobierno entendió que necesita instalar antes esos issues, pero también comprendió que una reforma laboral puede generar el punto de inflexión para resolver -en el largo plazo- el drama del déficit fiscal y la inflación: solo si Nación, provincias y municipios se comprometen a no inflar más sus nóminas de empleados y dejan de ser el sustituto del mercado laboral, podrá bajar el gasto público de manera sustentable. Pero las Pymes, que dan el 80% del empleo privado, deberán tomar esa posta y colocarse en el centro del mercado laboral.

Semanas atrás la Argentina recordó los tan mentados Pactos de la Moncloa en los 70, que ayudaron a que hoy España sea un país del Primer Mundo. Al peronista Julio Bárbaro hay que agradecerle buena parte de esa iniciativa. Pero para lograr que una reforma laboral no naufrague como la de la Alianza en 2001, se necesitaría algo así como una pequeña Moncloa que ponga en sintonía con el gobierno a peronistas, sindicalistas y empresarios. Pero, sobre todo: mucha más comunicación para contrarrestar a los sindicalistas y sus siempre listas muletillas de precarización, despidos, desfinanciación, contratos basura. Por esa falta de comunicación fracasó la reforma laboral de la Alianza.

¿Hay lugar para ese tipo de acuerdos del que ni siquiera todo el Gobierno está convencido porque implicaría compartir cartel político?

Una encuesta nacional de la santafesina Alejandrina Retamar indica que sí: el 47% contra el 25 cree que para que las Pymes puedan crear empleo se deben flexibilizar las leyes laborales, y el 21% no sabe, por lo tanto puede ser receptivo a que lo convenzan. Además, el 53% cree que "los empresarios no contratan porque es caro y le temen a la industria del juicio", contra un 31% de desacuerdo.

Sobre los beneficios de una suerte de Moncloa argentina para una reforma laboral, el acuerdo es de 30 contra 28 por ciento, pero hay 32% que no tiene opinión formada: más vale que el Gobierno se apure a convencerlos. No puede ser tan difícil: ante la pregunta de si cree que la oposición no aceptaría un acuerdo para reformar la economía porque podría llevar a una reelección de Macri, casi el 60% está de acuerdo: la gente empezó a calar al peronismo.

Pero antes de convencer a políticos y sindicalistas, el Gobierno tiene que convencer a la opinión pública. La denuncia contra las mafias de la industria del juicio podría ser un primer paso.

 

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