tribuna

En camino a un mandato dual para el Banco Central

Un régimen de mandato único para el Banco Central de la República Argentina (BCRA), como el que se intentó durante 2016 y 2017, concentrado en el logro de una meta de inflación (ahora establecida claramente por el Poder Ejecutivo Nacional), parece ya cosa del pasado, y seguramente tampoco sea lo mejor para la Argentina de nuestros días.

¿La principal razón? Para casi todos los políticos y para casi toda la sociedad, crecer "lo más posible" es mucho más importante que llegar a una determinada meta de inflación baja.

Obviamente que todos apreciarían crecer mucho y con baja inflación, pero dados a elegir, la sociedad y sus políticos han dado numerosas evidencias de aborrecer más la recesión que la inflación. Dicho quizás de otra manera, buena parte de la sociedad seguramente diría: "Mientras los salarios no pierdan contra la inflación, no nos importa mucho un poco más o menos de inflación, pero por favor, Dios (y el gobierno de turno), ¡evítanos la recesión!".

Una muestra fuerte y bastante reciente de esto ha sido la experiencia kirchnerista entre 2003 y 2011. Néstor y Cristina llevaron la inflación del 5,5% anual (promedio segundo semestre de 2003 a primer semestre de 2005), al 25% anual (promedio segundo semestre de 2010 a segundo semestre de 2011). ¡Y ganaron las elecciones de octubre de 2011 con un 54% de votos y una diferencia de más de 37 puntos sobre el segundo!. En países "normales", haber subido la inflación desde valores bajos a valores tan altos, hubiera sido el pasaporte seguro a una gran derrota. En Argentina no.

¿Por qué? Porque en ese período de tremenda suba inflacionaria, el PIB creció 5,8% (promedio anual), y porque el salario real creció notablemente (por cierto desequilibradamente, pero eso es otra cuestión). Dejando de lado la recuperación post crisis 2001, y empezando desde 2005, cuando el salario real ya había alcanzado los valores de fines de 2001, el salario real subió, hasta septiembre de 2011 (antes de las elecciones de octubre), un 31,6%, equivalente a una tasa anual del 4,15%.

Más recientemente, aunque por cierto menos contundentemente, el gobierno de Macri dio una muestra en el mismo sentido. El 28 de diciembre de 2017, cambió la meta de inflación para 2018, con la clara intención de que el BCRA baje las tasas de interés, y el claro (no explicitado pero inferido) objetivo de no "dañar" la actividad económica, y no provocar más atraso cambiario.

¿Qué sentido tiene entonces decirle al BCRA: "Ustedes bajen la inflación hacia la meta"?, si cada vez que la meta sea percibida por el PEN como contraproducente a los objetivos de aumento "deseado" o "esperado" del PIB, la meta puede ser cambiada?

Mucho más sensato parecería ser entonces, avanzar hacia un régimen de "mandato dual", esto es, equiparar la importancia de objetivos de baja inflación y crecimiento económico de acuerdo con el potencial (como EE.UU.), o si se prefiere, al tipo de régimen de metas de "inflación flexible" al estilo por ejemplo de Nueva Zelanda, Noruega y otros países. Por ejemplo, en Nueva Zelanda, país pionero en inflation targeting, el mandato del Banco Central (RBNZ) fue variando, y desde hace un tiempo se ha fijado el siguiente criterio: "...en el cometido de sus objetivos de estabilidad de precios, el RBNZ deberá buscar evitar innecesaria inestabilidad en la actividad económica, tasas de interés y tipo de cambio". Lo cual implica un acercamiento al tipo de mandato dual que prevalece en EE.UU..

En Argentina, bien podría pedírsele al Banco Central que se mantenga firme hacia los objetivos de lograr una inflación baja y estable del orden del 5%. Y a su vez, que considere en su accionar, la importancia de coadyuvar al logro de un crecimiento del PIB acorde a su potencial, evitando fluctuaciones contraproducentes en el mismo .

Uno de los problemas que tenemos actualmente, bastante grave, para avanzar en esa dirección, es la falta de un "modelo" (o al menos "conceptos") común entre Hacienda y el BCRA.

Todo indica que, para Hacienda, subas fuertes de las tasas de interés, como las ocurridas en 2017, tendrían alto impacto recesivo. Que no se notó el año pasado, porque contrariando la lógica de suba de tasas, principalmente el ANSeS (pero también Banco Nación, Banco Provincia de Buenos Aires y otros), aumentaron el crédito (y a tasas subsidiadas) fuertemente.

En nuestra consultora estimamos que del 2,8% que finalizaría creciendo el PIB en 2017, aproximadamente 0,6% obedecería a la fuerte suba del crédito, motorizada por decisiones "discrecionales" del Gobierno durante el año electoral.

El BCRA no estaría tal vez en desacuerdo que la suba del crédito ayudó a hacer crecer el PIB de esa manera. Pero el argumento sería completamente diferente al de Hacienda (y al nuestro, que, en esto, le damos la razón al Hacienda). El presidente del BCRA ha formulado la siguiente hipótesis:

a) La suba de tasas del BCRA ha contribuido a anclar las expectativas de inflación hacia abajo (cosa en sí bien discutible).

b) Dado ello, los bancos se animaron a prestar más y la gente a tomar más crédito.

c) El crédito ha ayudado a expandir la economía.

d) Ergo: la suba de tasas ha contribuido al crecimiento del PIB.

Mientras Hacienda piense que la suba de tasas es peligrosamente recesiva, y el BCRA piense que en el proceso de desinflación es expansiva, seguiremos en serios problemas.

Se requiere pues, "urgente" unificación de conceptos (y si se puede, "modelos", compartidos entre Hacienda y el BCRA, y públicos para que puedan ser consultados y examinados, como se hace en tantos países).

Con un modelo unificado, será más fácil la discusión entre Hacienda y el BCRA.

Con el reconocimiento formal (de facto ya vamos en ese camino), de un mandato dual para el BCRA, de modo que vele tanto por el logro de las metas de inflación como un crecimiento acorde al potencial, la política macroeconómica del Gobierno ganaría en coherencia. Algo sumamente necesario para el mejor desempeño posible de nuestra economía.

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