El trabajo que nadie quiere

Postularse como autoridad de mesa permite vivir los comicios desde adentro. Es agotador, pero vale la experiencia.

En plena zona de Tribunales, más precisamente en Tucumán 1320, pasando varios pasillos, casi escondida, hay una ventanilla en la que, de lunes a viernes, de 7.30 a 16, los ciudadanos de CABA pueden, DNI en mano,  inscribirse en el Registro Público de Postulantes a Autoridades de Mesa. En caso de resultar elegido, el compromiso es para todos los comicios del año: las PASO del 11 de agosto, las generales del 27 de octubre y, si hubiera, la segunda vuelta el 24 de noviembre.

¿Quién podría hacer de forma voluntaria algo que suele generar quejas e intentos de 'zafar'? Hace seis años, con mi hermano decidimos anotarnos. ¿Por qué? Por querer participar de la elección pero sin afiliación a ningún partido. O intentar "garantizar", dentro de lo posible, que en esa mesa de ese distrito las cosas sean transparentes. También, para compartir esa experiencia -de cansancio (mucho) y anécdotas- con personas de diferentes partidos y lugares, como los fiscales, delegados de escuelas y el personal de seguridad. Lo bueno de que la otra autoridad de mesa sea tu hermano es que se convierte en un aliado para un día que empieza a las 6 y nunca termina antes de las 20.

La motivación no suele ser el dinero. Este año, las autoridades de mesa percibirán "en concepto de viático" $ 1200 por cada acto electoral, con posibilidad de sumar $ 700 más si participan de las "actividades de capacitación reconocidas por la Justicia Nacional Electoral" -charlas en las que se explican las tareas. Para cobrarlo, por lo menos hasta la última elección, la única forma era yendo al Correo Argentino más cercano al domicilio, de 10 a 18, y esperar a que los cajeros tuvieran ese monto en la sucursal. No, no puede ir otra persona.

Los requisitos: ser elector hábil, tener entre 18 y 70 años, residir en la sección donde vaya a desempeñarse y saber leer y escribir. También es indispensable no estar afiliado a ningún partido político desde la última elección. Este último punto, razonable, puede traer una sorpresa: hace unos años, cuando no me llegaba el telegrama con el nombramiento, me acerqué a la Secretaría Electoral y, sorpresa, dijeron: "Está afiliada a un partido". Cómo me afilié a un partido que no conozco es un misterio -seguramente haciendo lo que no hay que hacer: firmando una planilla apoyando alguna causa. Igual, el trámite de desafiliación es fácil: solo hay que llenar un (otro) formulario.

El día de las elecciones, que siempre empieza un par de horas antes de la apertura oficial, es largo. Por momentos, casi aburrido. Pero se aprende a disfrutar de la calma antes de la tormenta en los horarios pico: un rato antes del mediodía, alrededor de las 14/15 y, claro, el aluvión de la última hora antes de cerrar las urnas. Para tomar mate, mejor asegurarse la provisión de agua caliente -los fiscales generales de cada partido suelen repartirla. Para comer, antes se dependía de la buena voluntad de la familia o los amigos. Pero desde hace unos años cada autoridad recibe una especie de "Cajita Feliz" con agua, jugo, caramelos y un alfajor o galletitas.

Hay lecciones que a cualquiera que haya sido autoridad le quedan marcadas. Por ejemplo, que los votos no se impugnan; lo que se impugna es la identidad de un elector cuando se duda de ella. Y mejor que no pase, porque hay un procedimiento que involucra hasta ¡la toma de huellas digitales! (sí, entre los materiales hay almohadilla y tinta). Romper una boleta al medio no anula el voto: si se puede reconstruir y están visibles el nombre del partido y la categoría de los candidatos, es válido -y cualquier fiscal va a ganar esa batalla. Voto nulo es, por ejemplo, cuando en el sobre hay dos o más boletas de la misma categoría y diferente agrupación política. O un objeto extraño.

Al final del día, con los votos contados y las múltiples planillas completadas (entre las oficiales y las de los partidos pueden superar la decena), es una experiencia más que interesante para conocer por dentro cómo funciona nuestro sistema electoral -y pensar, a futuro, cómo se puede mejorar el margen de error. Si quieren contribuir, pero la opción de postularse como autoridades les parece demasiado, hay un detalle chico pero que ayuda mucho: lleguen a la mesa con el número de orden listo. Su autoridad de mesa se lo va a agradecer.

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