El riesgo país argentino: sus implicancias macroeconómicas y evolución reciente

El riesgo país se calcula como el diferencial de tasas de interés entre los bonos de deuda de un país y los del tesoro de Estados Unidos, considerados como “libres de riesgo .

Refleja la sobretasa que requiere un inversor para prestar dinero a una economía a través de la adquisición de sus bonos soberanos, con lo cual, a medida que la confianza en la sustentabilidad de la deuda disminuye y los distintos indicadores macroeconómicos se deterioran, el riesgo de invertir allí crece, disparando el riesgo país ante un posible no cumplimiento de las obligaciones contraídas.

Este proceso se ve reflejado de igual forma en los precios de los bonos soberanos. Dada la relación inversa entre el precio de los bonos y tasa de interés, toda vez que estos activos caigan de precio, ya sea por un deterioro de la macroeconomía del país en cuestión, un shock externo que derive en una salida masiva de capitales, una mejora en las condiciones crediticias en mercados más atractivos, etc., el efecto inmediato es una variación al alza en el indicador de riesgo país. Por esto, los países se esmeran para mantener las variables macroeconómicas en senderos estables o al menos previsibles a largo plazo, además de garantizar ciertas condiciones de seguridad jurídica, entre otras.

Cuando los inversores comienzan a dudar respecto de la capacidad de repago de la deuda ante inconsistencias macroeconómicas sostenidas en el tiempo se suelen producir ventas de bonos soberanos. La desconfianza producto de déficit fiscal crónico, la poca diversificación de las exportaciones y el elevado coeficiente de deuda respecto al producto bruto interno, entre otros, son ejemplos que impulsan o despiertan temores financieros.

La consecuencia que esto trae aparejado es un impacto negativo en los precios de mercado, elevando los rendimientos (en función del mayor riesgo inherente al activo) y ampliando como consecuencia el spread o diferencial con respecto a los bonos libres de riesgo.

Un ejemplo puede hallarse con el bono AY24 o BONAR 24. El gráfico muestra que la paulatina y sostenida caída del precio de éste activo refleja la desconfianza y expectativa negativa en torno al cumplimiento de la obligación contraída. Como consecuencia, la reacción de los inversores es desprenderse del bono, profundizando la baja en la cotización.

 

Altos niveles de riesgo país y sus consecuencias

Los efectos de tener niveles de riesgo país elevados son numerosos. El más paradigmático es la dificultad de atraer inversiones, tanto de cartera o financiera, como la denominada inversión extranjera directa vinculada a la economía real.

Cuando el riesgo de inmovilizar capital es elevado, la compensación requerida para efectuar dicha erogación se traduce en una mayor tasa de retorno que pone de manifiesto el riesgo que se asume. Es por ello que países con mayor credibilidad (derivada de instituciones fuertes y programas económicos consistentes) cuentan con la posibilidad de financiar sus inversiones vía colocación de deuda a tasas razonables dado que la probabilidad de que los acreedores no cobren al vencimiento son relativamente más bajas respecto a otras colocaciones.

Por otra parte, la importancia de mantener un riesgo país bajo se incrementa aun más en países con altas necesidades de financiamiento como es el caso de Argentina. En este sentido, los desequilibrios recurrentes en la cuenta corriente ponen presión a la cuenta capital para conseguir las divisas que permitan cerrar los desbalances del frente externo. En el gráfico siguiente, es posible advertir cómo las necesidades de divisas aumentan sistemáticamente a lo largo de los últimos años. Es claro que sin acceso a financiamiento a tasas accesibles (lo que presupone un riesgo país moderado) el ajuste para subsanar el desequilibrio existente se produce en el mercado cambiario vía depreciación de la moneda, con lo que ello implica para la economía nacional: caída del salario real, aumento de la pobreza, caída del producto bruto interno, entre otros.

 

 

Dinámica de la prima de riesgo argentina a partir de 2018

En 2018, y en particular a partir del segundo trimestre del año, la prima de riesgo argentina volvió al centro de la escena económica nacional. La conjunción de un elevado nivel de colocación de pasivos soberanos en el mercado[1], con un paulatino incremento de la tasa de interés en Estados Unidos (iniciado en 2016 y profundizado en los siguientes dos años) se combinó para producir un escenario desfavorable en materia de financiamiento para el Tesoro nacional. Este cambio en las condiciones de financiamiento que interrumpió el acceso al mercado voluntario de crédito, se vio reflejado en la caída del precio de los activos domésticos y la consecuente alza del riesgo país. A su vez, decantó en el acuerdo stand by firmado con el Fondo Monetario Internacional en junio de 2018 como herramienta de última instancia para sortear las dificultades financieras. El riesgo país evidenció una aceleración en su tasa de crecimiento, cuyo sendero alcista no se detuvo a partir de allí, culminando el año con una variación acumulada de 132%.

En cuanto a 2019, con el mercado voluntario cerrado y un año signado por la incertidumbre económica y política, la prima de riesgo continúo su camino alcista. A excepción de algunos meses de relativa calma, la tendencia se consolidó hasta alcanzar los 1.000 puntos básicos en junio, valor máximo del año hasta ese momento. El punto de inflexión se produjo en el mes de agosto luego de las elecciones primarias. En los días posteriores a la elección el riesgo país se disparó situándose por encima de los 2.000 puntos, marcando un nuevo máximo histórico de 2.500 puntos a finales de mes.

 

Lo descripto hasta aquí es enteramente riesgo soberano propio, dado que, como se puede ver en el gráfico, los países de la región muestran evoluciones mucho más armónicas en sus respectivas curvas de riesgo soberano. En otros momentos de la historia, los movimientos de capitales y la exposición a shocks externos negativos perjudicaban de forma homogénea a los países del continente americano. Sin embargo, en esta ocasión, las economías vecinas se muestran en una posición relativa bien distinta a la de nuestro país, lo que deja a las claras el componente endógeno del comportamiento observado.

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[1] Al cierre del primer trimestre de 2018 la colocación de bonos superaba los 70 mil millones de dólares según cifras del balance de pagos publicado por el INDEC.

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