El mundo se pregunta si Trump lanzó un duelo o solo golpea sobre la mesa

El proteccionismo es tan viejo como el comercio. Y ninguno de los países que hoy se enfrentan con el argumento de defender su producción ha sido ajeno a su ejercicio. Eso implica que nadie puede mostrar la mano limpia para lanzar una piedra. Lo que sucede hoy no tienen nada que ver con el ideal de un intercambio equilibrado: es una pelea de colosos, en los que cada uno apela a su fuerza para poder imponer condiciones sobre el otro y conquistar terceros mercados.

El final de esta pulseada, no obstante, es incierto. Nada garantiza que las trabas resulten exitosas, porque desatan fuerzas que están ocultas. El temor que expresa la reacción negativa de los propios inversores estadounidenses es que el efecto dominó termine en su propio territorio.

Donald Trump dio un primer paso duro: empezó por fijar un sobreprecio tarifario al acero y el aluminio que proviene de otras partes del mundo, una forma de recompensar al "cinturón del óxido", como se conoce a los estados del noreste que se herrumbaron por la imposibilidad de hacer frente a la competencia importada. Pero mucho de eso fue discurso: en paralelo al castigo a China, EE.UU. dio un paso para atrás con la medida anterior: exceptuó a la UE, sus socios del Nafta y algunos países cercanos, como Corea del Sur, Brasil y la Argentina.

Los aranceles a bienes tecnológicos de origen chino son también un castigo a empresas americanas que fabrican en ese país. Y el retroceso bursátil generará una menor riqueza a los inversores estadounidenses. El garrotazo comercial de Trump puede salir mal: Estados Unidos posee el mercado de consumo más grande del mundo, pero sancionar al mayor fabricante mundial de productos industriales tiene otros riesgos. Lo que se preguntará ahora el mundo es si el jefe de la Casa Blanca golpeó la mesa para negociar o si de verdad lanzó un duelo en el que puede ganar, o se arriesga a morir en el intento.

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