El impuesto a los patrimonios desgasta la credibilidad que necesita Alberto

Con los ojos puestos en la coyuntura inmediata, un economista se pregunta si el gobierno de Alberto Fernández está dispuesto a aplicar algunas políticas que no están en la caja de herramientas que usa habitualmente el peronismo, y que tampoco están dentro de los límites que marca el kirchnerismo. El interrogante sintetiza una inquietud que se repite a diario en inversores y compañías, y de la respuesta que cada uno obtiene, surgen las decisiones que moldean hoy la compleja coyuntura cambiaria.

"Tengo muchos clientes que están de salida", señala otro consultor, para quien la señal más crítica es el cansancio que exhiben muchos empresarios medianos y chicos. A su modo, esa actitud expresa un desinterés preocupante: no quieren lidiar más con un curso económico que ni siquiera se asemeja a lo que sucede en otros países de la región.

Distinta es la situación de las grandes compañías, locales o multinacionales. La misión de sus ejecutivos es defender con uñas y dientes el capital hundido en el territorio, aunque la economía no vaya bien y el consumo se haya deteriorado nuevamente en octubre. Pero tienen marcas que sostener. Y si lo pudieron hacer en el pasado, con crisis más terminales y explosivas como la de 2001, entonces atravesar este bache también es posible.

Los empresarios locales no son solo gerentes: en su mayoría también son dueños. Y cuando el Estado golpea a sus puertas con proyectos como el aporte extraordinario que discutirá en las próximas horas el Congreso (llamado también impuesto a los grandes patrimonios), perciben que hay una batalla que ya no tiene sentido pelear.

Tener un activo valioso (las acciones que representan el capital de una empresa) no es tener una fortuna líquida en un paraíso fiscal. Poner ambas situaciones en un mismo plano es sumar una distorsión más a todas las que tiene la Argentina. Las entidades empresarias advierten que discutirán en la Justicia. Pero eso no borra la señal de largo plazo.

"En estas semanas estoy observando dos fenómenos simultáneos: hay gente que me pide salir (dolarizarse) a cualquier precio y otros piden poner más patrimonio en negro. Nadie quiere estar en pesos a largo plazo", remarca un broker que gestiona inversiones.

A esta altura vuelve a aparecer la pregunta del comienzo. Los que piensan que va a haber una devaluación saben que el Gobierno no la quiere impulsar. Pero temen que el mercado la ejecute por su cuenta. No hay atraso cambiario, pero la demanda insatisfecha de dólares es tan alta (por la acumulación de trabas a operaciones cambiarias y financieras y por la desaparición del superávit comercial) que solo una ayuda consistente del FMI a corto plazo podría disuadir ese temor. El Frente de Todos no está en ese sendero: su plan es resistir. Recursos tal vez tenga. Lo que le falta es credibilidad sobre todo lo que promete hacer.

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