El debate tarifario sobre un sistema previsible en la facturación del gas

La evaluación del servicio de las prestadoras de gas es hoy fuente de discusión en la sociedad argentina. Ello pues las autoridades nacionales del sector energético nacional han ido recomponiendo los niveles tarifarios desde 2016, teniendo como objetivo la normalización de la actividad y de los precios del sector gas.

La administración anterior había dejado como consecuencia de sus decisiones una pesada herencia, con tarifas disociadas del costo de prestación, sumado a elevados subsidios a cargo del Estado Nacional, e impuestos distorsivos. Los cargos impositivos llegan a representar el 40% del valor final de factura, incluyendo el IVA y con algunos municipios aplicando tasas del 20% sobre la factura sin impuestos. Estas alícuotas han venido creciendo y reflejando sobre todo las complejidades de los municipios para cobrar impuestos en sus jurisdicciones.

La recomposición de los precios y tarifas desde octubre de 2016 impactó fuertemente en las facturas finales que deben afrontar los usuarios del sistema, con la salvedad de un espectro de consumidores que vieron aplicada una tarifa social. Esa recomposición continuará en el futuro mediato, ya que el precio del gas se irá uniformando para todas las categorías, pero a ello se adicionará a las tarifas los ajustes por inflación mayorista (por los conceptos de transporte y distribución) y las variaciones de tipo de cambio que afectan en más o en menos el precio del gas incluido en las tarifas. Esta mera descripción de la dinámica de las tarifas en los próximos años nos lleva al punto clave que el esfuerzo del gobierno debe centrarse en la reducción de la inflación y estabilidad cambiaria, tarea que en nuestro país es por cierto compleja.

Ante esta situación, que ya se vislumbraba en los primeros ajustes, las empresas prestadoras del servicio de distribución han presentado, en las audiencias realizadas durante el mes de febrero de 2018, propuestas de implementación de un sistema de facturación que morigere el fuerte impacto tarifario, convergiendo hacia uno plano.

Particularmente se analizó la incidencia del aumento en el segmento de usuarios residenciales, que presenta un marcado comportamiento estacional. Así por ejemplo un usuario del área del Gas Natural BAN, mantiene un consumo en el bimestre pico de demanda invernal (julio-agosto) que es 3,6 veces el consumo del bimestre de verano de menor consumo (enero-febrero). Si bien las propuestas de facturación elaboradas por las distribuidoras presentan algunas diferencias entre sí, en realidad no difieren en su objetivo, el que consiste en darle al usuario mayor previsibilidad y estabilidad en los valores de las facturas que deben afrontar mes a mes.

En este marco, y en función de las propuestas presentadas por las empresas distribuidoras en la Audiencia Pública de febrero último, el Enargas tendrá que evaluar algún esquema que permita dar mayor certeza al usuario en el pago de sus facturas. Vale notar en países con estacionalidad marcada en el consumo de gas, verbigracia Canadá, la empresa prestadora de Ontario ha instrumentado un esquema de facturación denominado Equal Billing Plan.

En tal sentido, la empresa estima una facturación plana mensual para cada usuario por un período de 11 meses,basada en el consumo del usuario del año previo. Para ello, el pago anual correspondiente es dividido en 11 pagos iguales desde septiembre a julio del año a facturarse, y le da la opción al usuario de adherirse a este sistema en setiembre de cada año (comparable a marzo de Argentina) antes del inicio del período invernal. Finalmente, en el mes de agosto (equivalente a nuestro febrero, o sea nuestro verano), se acredita o debita al usuario las diferencias entre el consumo real y el estimado con el pago mensual.

Seguidamente, a los efectos de mostrar las consecuencias de continuar con el sistema de facturación actual, se compara en el gráfico que acompaña esta nota: por un lado, el valor mes a mes de la factura (sin impuestos) que se aplicaría a un usuario tipo del servicio residencial categoría R3-1, conforme el sistema de facturación actualmente vigente; y por el otro, un sistema de facturación en el cual se abona por el servicio el mismo valor durante todos los meses del año, distribuyendo el consumo del usuario de dicha categoría de manera uniforme mes a mes.

Resulta claro que dicho usuario, con una facturación constante, tendría que hacer frente a un pago mensual de

$ 780 durante todo el año; mientras que, si se aplica el sistema actual, que determina las facturas en función del consumo de cada mes, se abonarían dos facturas pico, en el período invernal, de $ 1328 por mes. En tal magnitud, no parece razonable oponerse a un sistema de facturación constante, si se piensa que hoy una factura pico de $ 1328 por mes, representa un valor significativo del 14% sobre el salario mínimo vital y móvil, del orden de los $ 9500.

En este marco, sería recomendable implementar un cambio en el sistema de facturación, a los fines de que el usuario siempre conozca mes a mes su valor de factura. No obstante, también se debería informar al consumidor cómo viene siendo su consumo efectivo, y también cómo esas diferencias repercutirán en los ajustes que el prestador del servicio deberá realizar al final del período anual, producto de la medición y del diferencial eventual entre los consumos estimados y los efectivos.

Las argumentaciones esgrimidas respecto de que los usuarios cuando pagan en cuotas constantes podrían ser incentivados a hacer un uso ineficiente del recurso no serían necesariamente así. Ciertamente el usuario puede evaluar cuánto ahorra si cambia su equipo de calefacción más viejo y menos eficiente por otro más nuevo y eficiente (que podría ser más caro), pero que en presencia de tarifas mucho más elevadas conviene hacer el cambio de equipo porque hace un ahorro importante. El cálculo económico puede hacerse en presencia de ambos esquemas de facturación y alentarse un consumo más eficiente para usuarios que pagan o no en cuota.

Por su parte, también se ha avanzado en la posibilidad de que las licenciatarias promuevan a su vez un esquema de financiamiento de las facturas, cuestión que en su medida podría facilitar y mejorar la cadena de pagos, pues el usuario nuevamente tendría alternativas diversas a la hora de abonar el servicio, y por ende estará mejor y de ninguna forma peor. En ese marco, el financiamiento podría divergir y asimilarse al perfil de consumo de cada uno de los usuarios.

Ahora bien, ante una facturación fija y con posibilidades de financiamiento, tanto las prestatarias del servicio de distribución, como todos los usuarios finales del sistema, pueden verse beneficiados, porque si el esquema de facturación elegido por el usuario es el que más le conviene, se mejoran ciertamente los problemas de morosidad y de facturas impagas, lo que evidentemente significa ahorros que deberán tenerse en cuenta en los procesos de determinación de tarifas.

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