El atraso cambiario no (siempre) se arregla con devaluación

Hay varias señales que indican que el país resulta caro cuando medimos los precios en dólares. Hay varios síntomas: argentinos que regresan del exterior con más equipaje que al partir, veraneantes que eligen Brasil y Uruguay en vez de la costa argentina, promociones de vinos que no son competitivos para ser exportados, entre otros. Es que el tipo de cambio se va atrasando progresivamente a medida que la inflación local supera con creces el ritmo de depreciación del peso, pero devaluar más rápido no es la solución: en este contexto la mejora de competitividad se perdería en poco tiempo con aumentos de precios y salarios.

La clave para entender el atraso cambiario está en comparar el nivel de producto respecto de la demanda interna, compuesta por el consumo, la inversión y el gasto público. De manera estilizada, cuando el PBI no alcanza para cubrir la demanda interna, el país necesita importar para cubrir el exceso. En este sentido, la economía ajustará de forma tal de facilitar la importación. Cuanto mayor sea la diferencia entre la demanda y la oferta local, mayor será la presión a la suba de precios y la conveniencia de importar desde el exterior, debido a un mayor atraso cambiario.

Esto no se soluciona devaluando: si bien una suba del dólar encarecería las importaciones, en un contexto de demanda mayor a la oferta local, los precios de los productos locales subirían más aún que los importados. Como resultado, la inflación en pesos sería mayor a la suba del dólar, y los precios locales medidos en dólares seguirían aumentando. En Argentina la balanza comercial de bienes y servicios resultó deficitaria en u$s 4312 millones en 2015, según Indec. En 2014 había sido superavitaria en 2916 millones, lo que significa un deterioro de más de 7200 millones en un año.

Mediremos mejor el desequilibrio con el déficit en cuenta corriente: al resultado de balanza comercial sumamos los pagos netos de intereses, dividendos y transferencias. Tengamos en cuenta que el PBI debe cubrir la demanda interna, pero también pagos netos de intereses, dividendos y transferencias. El déficit en cuenta corriente estará asociado a un tipo de cambio real atrasado, y la evolución del tipo de cambio real en el tiempo depende de la evolución del déficit en cuenta corriente. Un aumento del déficit externo implica un aumento del atraso cambiario, e inflación mayor a la devaluación. En Argentina la cuenta corriente resultó deficitaria en más de u$s 15.900 millones en 2015, y en 2014 había resultado deficitaria en más de 8000 millones, según Indec. Para 2016, una reducción del déficit en cuenta corriente podría significar una reducción del atraso cambiario, pero un aumento del déficit externo profundizaría el atraso.

La magnitud del déficit en cuenta corriente depende de la magnitud del déficit fiscal y de la relación entre el nivel de inversión y de ahorro nacional. El déficit fiscal nos llevó a un déficit externo que se financió con caída de reservas, y hoy es financiado con aumento de la deuda. Aún devaluando, mantener el déficit fiscal y el endeudamiento afectará la competitividad.

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