El Gobierno redefine aspectos centrales de su enfoque estratégico

Desbordado por las implicancias políticas de una crisis que se empeño hasta ahora en minimizar, el Gobierno parece revisar algunas de sus premisas estratégicas básicas. Mas que los resultados de su monitoreo permanente de la coyuntura o la decisión de construir un relato de la crisis antitético con el de la herencia recibida, parecería que en las decisiones de los estrategas gubernamentales ha comenzado a gravitar una lectura más cuidadosa, menos voluntarista y, sobre todo, más realista de los límites que le plantea un contexto económico, y político bastante más complejo de lo esperado.

 

La crisis ha desbordado los indicadores de sus encuestas. Las evaluaciones de desempeño del Presidente están ya muy lejos de las cifras iniciales de su gestión. Sin embargo, el descenso tampoco parece aun haber perforado su base propia. A pesar de los fracasos en la economía, algo más de un tercio de la sociedad continúa apoyando la mayor parte de sus iniciativas y los dos tercios restantes tampoco encuentran respuestas en una oposición que, si bien parece haber recuperado su tono vital, está muy lejos de poder ofrecer alternativas y liderazgos sustitutivos. El liderazgo de Mauricio Macri es como lo fue a partir de 2009 el de Cristina Kirchner, un liderazgo by default. Es decir, un liderazgo que debe más a la falta de alternativas que a su propia capacidad de generar capital político propio.

En la medida en que el rechazo a la etapa anterior siga siendo más importante que el entusiasmo hacia los logros efectivos del Gobierno, los apoyos seguirán siendo los suficientes para seguir avanzando. No hay nada extraño ni particular en esta situación. Así se gobierna en la mayoría de las democracias actuales.

Poco queda de aquella confianza social inicial de la que gozó el Gobierno y que avaló sus compromisos electorales en temas cruciales como el control de la inflación, o el enfoque en urgencias como la seguridad ciudadana, el empleo, la salud, la educación o la protección social.

Aun así, el Presidente sigue contando con un activo social acaso más importante: la expectativa de mayorías por ahora suficientes en el sentido de que, tanto su gobierno como las oposiciones que lo enfrentan, serán capaces en algún momento de aprender de sus errores y alcanzar por fin acuerdos básicos que le permitan al país encarar reformas estructurales imprescindibles para dejar atrás un pasado que nadie reivindica como propio.

Contra lo que muchos piensan, los hechos de estas semanas revelan que el liderazgo presidencial ya no depende solo de los resultados inmediatos de su gestión económica. Lo que en realidad limita y condiciona las posibilidades del Gobierno son sus capacidades en materia estrictamente política. De allí que su disponibilidad para enmendar errores y revisar posiciones le han permitido generar nuevos marcos de expectativas para seguir avanzando.

Esta es la gran fortaleza oculta de los gobiernos débiles y obedece a razones obvias. De hecho, las propuestas y elencos del gobierno Macri en materia económica jamás contaron con apoyos significativos. Desde diciembre de 2015, apenas inaugurado el gobierno, una mayoría importante de la sociedad planteo dudas y suspicacias hacia diagnósticos, enfoques, ideas y hasta elencos de gobierno, en los que reconoce rasgos de dolorosas experiencias anteriores. De allí la contundencia del rechazo que sufrieron a partir de diciembre del año pasado muchas de las reformas que el gobierno intento en materia previsional, tributaria y laboral o bien el cuestionamiento que viene generando la decisión de volver a la protección del FMI. Lo que supuestamente tranquiliza a los mercados es lo que aviva la desconfianza colectiva. Urge buscar nuevas fuentes de confianza, más amplias y sólidas que la que pueden brindar, en la coyuntura financiera, los operadores del mercado.

En esta tarea, el Gobierno enfrenta hoy limites políticos objetivos que parece, por fin, reconocer. Algunos son limites políticos derivados de lo exiguo de sus apoyos electorales. La ajustada victoria en las presidenciales tuvo mucho que ver con el plus de gobernabilidad proveído por el sistema de doble vuelta y su más reciente victoria en las parlamentarias de medio término tampoco ha bastado para fortalecer su alianza inicial.

Otros son limites institucionales. Una alianza electoral exitosa como Cambiemos logro desarrollar también una alianza eficaz en el plano parlamentario, lo cual le permitió algunos avances legislativos notables, fruto sobre todo del pragmatismo y sentido práctico de muchos legisladores, tanto propios como ajenos.

El problema está hoy en algo mucho más difícil: en las dificultades para organizar una alianza de gobierno que fortalezca y refuerce la debilidad originaria de sus apoyos electorales de base. Esta es la prioridad más urgente para un gobierno dispuesto a aprender de sus experiencias y a aprovechar la oportunidad que vuelve a ofrecerle una sociedad que le plantea una demanda clara de acuerdo político y concertación social. Los cambios en el gobierno deberán así interpretarse en esta dirección, la única que puede devolverle la iniciativa perdida.

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