El Círculo Rojo reza para que gane Macri, pero por poquito

Aún los más optimistas aceptan hoy el pronóstico de que la economía no será la estrella en el año electoral. Sigue la inflación (se espera que baje en la segunda parte del año), el consumo reacciona más lento que lo esperado, y las inversiones en el sector privado no se aceleran tanto como se anuncian.

La economía sigue débil, en parte porque también juega la incertidumbre política en el año electoral. Pero tal vez esa debilidad no responda tanto al resultado de las elecciones, sino a un fenómeno más complicado: las consecuencias no muy exitosas del modelo gradualista que eligió el presidente Mauricio Macri para enfrentar la gravísima herencia económica que le dejó Cristina Fernández de Kirchner.

El atraso cambiario, la inflación en dólares, el poder sindical intacto, el creciente déficit fiscal, la tarifas que siguen atrasadas y el endeudamiento que se potencia en pesos y en dólares para cubrir el gasto intocable de Nación, provincias y municipios lucen un coctel difícil de digerir para los inversores. No hay tanto negocio rentable hoy en la Argentina, ni siquiera los sectores más competitivos como el campo.

Todo sería mucho peor para el mundo económico, desde luego, si el Gobierno perdiera las elecciones este año. Aún faltando meses, si el comicio fuera este domingo, existe una alta probabilidad que el Gobierno las gane; aún así los dólares llegan sólo donde existe negocio seguro y generoso. Sobran inversiones y dólares dónde sobran negocios: en el mercado financiero: Lebacs, acciones y bonos argentinos dieron en la era Macri lo que nunca. Entre 70% y 150% en dólares

En voz baja comienza a plantearse otro problema: aún ganando bien Macri las elecciones de mitad de mandato como parece lo más probable para el promedio de las encuestas, siguen sin solución los profundos desajustes económicos que determinan los actuales problemas del modelo: la falta de incentivos para invertir en la Argentina por el atraso cambiario, los altísimos costos logísticos y la inflación en dólares de los insumos para producir, las dificultades para exportar en esas circunstancias, la delirante presión impositiva que sigue aumentando porque no se ajustan por inflación las obligaciones con la Afip, y el creciente endeudamiento externo para financiar el déficit fiscal que, se sabe, será un problema tarde o temprano.

Ni siquiera el sector agropecuario tiene garantizada la rentabilidad para la próxima campaña. Los costos de los fletes que se triplicaron en dólares en la era Macri se llevaron buena parte de la reducción parcial de retenciones. Si hasta los sectores más competitivos tienen problemas de rentabilidad, algo está fallando.

Algo similar ocurre con la discusión sobre la política del Banco Central, las Lebacs, la tasa de interés y la reactivación. Para muchos en el Gobierno, sobre todo el ala izquierda del Gabinete liderada por Marcos Peña y Mario Quintana, también para los aliados políticos del PRO, el problema es que Federico Sturzenegger se ha convertido en un gurka. Solo lo sostiene en el cargo la convicción del presidente Macri de la necesidad de un BCRA independiente y profesional.

Lo que cuesta más decir, porque significa cuestionar la conducción económica de Macri y no solo mirar a Sturzenegger, es que el problema de la reactivación demorada es porque sigue la inflación, no reacciona el consumo y el modelo gradual terminó profundizando el déficit fiscal con impuestos récord y deuda financiera que derivó en un complicadísimo atraso cambiario que frena la economía real.

Es fácil cuestionar a la autoridad monetaria. Pero tal vez la actividad económica no reacciona porque el modelo no ofrece garantías ni incentivos para invertir. Finalmente lo que subió no fue la tasa de las Lebacs. Lo que se disparó más de lo esperado fue la inflación. Y si la expectativa verdadera de inflación hoy todo el mundo la coloca en 20/21%, la tasa de 25% de las Lebacs está donde siempre: tres puntos positivos arriba de la expectativa del costo de vida.

En el Gabinete económico mantienen la calma. "Finalmente llegamos 5 meses más tarde a la inflación anual de 20%/25% que prometió Alfonso. En mayo la inflación anualizada estará debajo de 25%", asegura un allegado al ministro de Finanzas. Prometen que en julio esa medición anualizada estaría en 22%, la menor inflación de doce meses en los últimos 10 años. "Bajamos la inflación de 36% a 21%", lo tranquilizan al Presidente. Y destacan que la bicicleta financiera se desarmó en mayo. Con la reciente suba del dólar, no fueron negocio las Lebacs, al menos en los últimos 35 días.

En el Círculo Rojo, entretanto, empresarios y economistas rezan para que Macri gane las elecciones. Pero sugieren que lo ideal sería que gane por poquito. Evitar que el Gobierno se agrande, evitar que se potencie la soberbia en el poder, traumas del pasado. Suponen que un triunfo ajustado sería la única fórmula que lo animaría al Presidente a dar un volantazo económico contra los problemas actuales del modelo.

Un triunfo contundente del PRO, temen las conducciones empresarias, podría profundizar la convicción del elenco gobernante sobre el camino elegido. Después de semanas de especulaciones sobre eventuales correcciones que podrían sobrevenir en el rumbo económico después de las elecciones, hoy esas expectativas bajaron fuerte de intensidad.

No hay indicios que permitan suponer que Argentina se quedará sin crédito financiero para seguir financiando el déficit en 2018 y 2019.

No parece lógico que el Presidente Macri, de cara a la re elección en 2019, vaya a querer pagar costos políticos que hasta ahora no quiso enfrentar. Sobre todo si tiene cómo financiar el déficit. Prácticamente no ha dado batallas profundas el Presidente. Las más duras, contra la corrupción policial y la extorsión sindical de los gremios docentes, las encabeza María Eugenia Vidal.

Hasta ahora, ninguno de los presidente reelectos en la Argentina lanzaron un ajuste económico en su primer mandato. Siempre lo postergaron. Tuvieron, de un modo o de otro, financiamiento para el déficit fiscal y para ganar la reelección. Y siempre el problema estalló en el segundo mandato. Le pasó a Carlos Menem desde 1995 con el efecto tequila, el desempleo y la recesión; y a Cristina con la crisis con el campo.
 

Macri conoce los desafíos. Entiende los problemas no resueltos de la economía y cómo estos afectan la reactivación. Está por verse cómo hará para no repetir la historia. Los inversores, cautos, esperan.

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