Educación y trabajo: gran asignatura pendiente

El Ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro, ha planteado la necesidad de reformar el sistema educativo, para adecuarlo al mundo del trabajo.

No sólo es una necesidad del momento derivada de los cambios tecnológicos, sino que se trata de una asignatura pendiente desde hace más de un siglo.

A meses de haber asumido la segunda presidencia, en su primer mensaje al Congreso, Julio A. Roca explicitaba su objetivo en ecuación diciendo públicamente: "Se hace indispensable entrar resueltamente en ese orden de ideas (la enseñanza práctica) y abandonar tradiciones y costumbres cuyos deplorables resultados pueden sentirse y palparse no sólo entre nosotros sino en todas las civilizaciones que se han dejado dominar por ellas. En la esperanza de poder contribuir a esos objetos, solicitaré vuestra colaboración para la fundación de colegios y escuelas de agricultura, y demás industrias de inmediata aplicación".

En ese mismo mensaje de 1899, destacaba al modelo educativo de los Estados Unidos como el más adecuado a nuestras necesidades: "El gran poder industrial y el inmenso desarrollo agrícola de los Estados Unidos no son la obra de la improvisación o el acaso, sino el resultado de la educación industrial propagada con perseverante ahinco por todos los medios, desde los primeros días de su existencia, siendo en algunos estados precepto constitucional el establecimiento de escuelas de agricultura y debido a ello es que se les ve instruidas con envidiable profusión en todo el vasto territorio de la República".

Consecuente con esta idea, en 1900 se enviaron los primeros 20 jóvenes becados a los Estados Unidos para estudiar en escuelas industriales y agrícolas, programa que en los años subsiguientes se mantuvo y amplió.

Su Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Osvaldo Magnasco, (tenía 38 años y era hijo de un emigrado italiano), preparó un proyecto de reforma del sistema educativo, que entre otras iniciativas contemplaba transformar la mitad de los colegios nacionales en colegios industriales y agrícolas, buscando así vincular el sistema educativo con el mundo del trabajo.

En 1901, en el mensaje al Congreso en el que anticipó el envío de este proyecto, Roca dijo: "La vieja educación enciclopédica y siempre doctrinaria va siendo enérgicamente desalojada y sustituida, ante el reclamo unánime de los más notables pensadores, por la enseñanza que calcula la utilidad del valor de sus máquinas. Escuelas y colegios son hoy establecimientos de la más noble industria: la que trata de producir elementos sociales del mayor valor civilizador, mejorándolos gradualmente y habilitándolos así para vencer en la concurrencia del trabajo y de la inteligencia productiva".

Magnasco defendió con firmeza y elocuencia sus proyectos en el Congreso, pero fue derrotado. Los defensores de la cultura enciclopedista al estilo francés convergieron con intereses de las provincias, las que creían que sustituir un Colegio Nacional por uno de Agricultura o Industria era una suerte de menoscabo. Una frase del ministro Magnasco fue interpretada como crítica hacia el general Mitre en ese momento un aliado necesario del gobierno terminó frustrando la aprobación del proyecto en Diputados y provocó la renuncia de Magnasco.

Quince años más tarde, en la Presidencia de Victorino de la Plaza, quien ocupa el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, es Carlos Saavedra Lamas, quien dos décadas más tarde será el primer Premio Nobel de América Latina, por su rol en lograr la paz en la Guerra entre Paraguay y Bolivia.

Había viajado por EE.UU. y Europa observando los sistemas educativos. En 1916, presenta al Congreso una profunda reforma para vincular el sistema educativo con el trabajo.

Planteaba que cada etapa educativa, (proponía fueran cuatro y no tres), debía tener un fin en si misma y no ser la preparación para la posterior, porque una amplia mayoría no se llegaba a graduarse en la universidad y eran los menos los que terminaban el secundario.

Para cada una de las cuatro etapas, proponía que el egresado tuviera una aptitud específica para el mundo laboral. La primaria básica tenía cuatro años y se aprendía a leer y escribir y el manejo de las matemáticas básicas. Consideraba que con estos conocimientos se podía desempeñar el trabajo básico tanto en el ámbito rural como el urbano.

Algo similar sucedía con la segunda etapa, que incluía los tres años finales de la primaria y el primero de la secundaria, que capacitaba para trabajar en el comercio y el primer nivel de la administración, tanto pública como privada.

Para ese momento, la ley de educación obligatoria, gratuita, sancionada en 1885 en la primera Presidencia de Roca, llevaba tres décadas de vigencia y el analfabetismo en Argentina era menor al 30% de la población total.

Pero como sucediera con el proyecto de Roca, el Congreso no aprobó la reforma que en la misma presentó Saavedra Lamas.

Es así como la iniciativa de Finocchiaro, no sólo es una necesidad del presente en el futuro, sino que también es resolver una gran asignatura pendiente que lleva más de un siglo.

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