Economía del conocimiento: sector clave para una Argentina en aislamiento

La crisis epidemiológica que atraviesa Argentina y el mundo como consecuencia de la expansión pandémica del virus Covid-19, ha modificado la forma en la que nos organizamos como sociedad, impactando fuertemente en nuestra economía, nuestras forma tradicional de educación y la modalidad de trabajo. El desafío al que nos enfrentamos hoy requerirá de un accionar colectivo y responsable, así como de respuestas ágiles que permitan sobrellevar la crisis de la mejor manera posible, mitigando el efecto que tendrá sobre nuestra ciudadanía. 

En ese contexto, considero importante recuperar algunas cuestiones fundamentales de un debate reciente en nuestro país. Argentina cuenta con un fuerte desarrollo científico y una industria tecnológica de punta, con enorme potencial de crecimiento y, por supuesto, vastísimas herramientas para hacer frente a situaciones como las actuales. El conocimiento y la digitalización de la información, apoyado en los avances de la ciencia y de las tecnologías, aceleró la obtención de bienes, servicios y mejoras en los procesos, fundamentales para alcanzar esas respuestas rápidas que en estos momentos tanto necesitamos. 

En el año 2019 el Congreso de la Nación aprobaba con el voto de 182 diputados (y solos dos votos en contra) y la unanimidad del Senado, el Régimen de Promoción de la Economía del Conocimiento, o Ley de Economía del Conocimiento. En estos días que corren, creo fundamental reconsiderar el valor e importancia que esta Ley tiene para la Argentina. Cabe destacar que la ley buscaba incentivar el desarrollo y crecimiento de un sector cuyas exportaciones en 2018 superaron los 6.100 millones de dólares, un 20% más que el año anterior, reemplazando a la exportación industrial como segunda fuente exportadora de la Argentina y generando 120.000 puestos de trabajo en todo el país.

La tecnología y la innovación cumplen un rol fundamental en la economía global, y Argentina tiene muchas ventajas para lograr este desarrollo en términos de creatividad, talento, formación técnica y profesional, vocación y fuerza emprendedora.

Sin embargo, al cambiar el gobierno, se suspendió la aplicación de la ley con el objetivo de modificar nuevamente los requisitos y beneficios que tendrán quienes desarrollen alguna actividad dentro de la economía del conocimiento. Esto significó frenar los incentivos con los que funcionan los motores que crean un start up, limitar el desarrollo regional de una PyME y dejar de incentivar que una idea se convierta en un unicornio.

Se trata de un sector que no solo posee un potencial enorme, si no que por sus características tiene la posibilidad de brindarnos nuevas herramientas -como software, servicios informáticos y digitales, actividades como e-learning, marketing interactivo, e-commerce y demás- que permitan que el trabajo se adapte a las realidades cambiantes, como la crisis que estamos atravesando, sin poner en riesgo la propagación del virus y manteniendo a nuestro país activo económicamente al potenciar la exportación de este tipo de servicios.

En este sentido, creo que el nuevo proyecto que envió el Poder Ejecutivo requiere que este Congreso le de prioridad y con ello un marco legal sobre el cual considerar y pensar su desarrollo a un sector que dejó de tenerlo el 31 de diciembre de 2019, fecha en la que dejo estar vigente la ley de software, predecesora de la ley de economía del conocimiento.

En particular, entiendo la necesidad de distinguir, según el tamaño de la empresa, las exigencias que se le solicitan a las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas para entrar en el régimen y gozar de los beneficios que se proponen para impulsar al sector. Es una medida acorde a la situación actual, en el que es necesario poner el foco y considerar las necesidades de los distintos sectores de la economía.

Sin embargo, no comparto, por ejemplo, la imposibilidad de considerar al autodesarrollo como parte de la actividad a ser contemplada dentro del porcentaje de facturación exigido para poder acceder al régimen que establece la ley. Considero que para promover el desarrollo del mismo sector que se busca incentivar es necesario también favorecer la inversión en el desarrollo y mejora de la tecnología y procesos de los que se valen para brindar servicios y crear nuevos productos.

Por otro lado, creo que no es un momento adecuado para eliminar el beneficio de la estabilidad fiscal, un factor central para que las empresas que invierten en innovación puedan planear su desarrollo en el país. El proyecto que introduce las modificaciones elimina este beneficio, impidiendo de esta forma que las empresas dispuestas a invertir en un sector que ya de por sí cuenta con un dinamismo y cambios muy abruptos que son propios de las industrias que invierten en innovación, tengan cierta previsión.

Por último, quiero expresar la preocupación que me genera que un proyecto enviado por el poder ejecutivo para modificar una ley aprobada desde ambas cámaras del Congreso de la Nación introduzca la posibilidad de que la autoridad de aplicación se base en la opinión no vinculante de un Consejo Consultivo para determinar a qué empresas se les aplica el régimen fiscal que se introduce mediante esta ley. En este sentido, sería importante, en pos de la transparencia, establecer de manera detallada en la reglamentación cuáles serán los requisitos para poder ser inscripto en el régimen, evitando así la posibilidad de que se tomen decisiones arbitrarias y discrecionales. La creación de un Consejo Consultivo puede ser de mucha utilidad para los funcionarios que deberán entender y aplicar esta norma, pero su participación debe ser restringida al máximo. Darle la posibilidad de dictaminar (aunque sea de forma no vinculante) sobre quienes pueden ingresar al registro, sin que se basen en reglas claras establecidas ex ante, pone en riesgo la seguridad jurídica.

Más allá de esta crisis epidemiológica que estamos atravesando, desde el Congreso Nacional tenemos que atender la situación que atraviesa este sector porque se trata de un bastión que es fundamental para poder atravesar de la mejor manera posible el desafío que hoy se le plantea a Argentina y al mundo.         

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