CRONISTA POR UN D A

Dos años conviviendo con Trump, en medio de la polvareda mundial

Bien describe al presidente de los Estados Unidos el periodista Bob Woodward (el mismo del caso "Watergate") en su reciente libro "Miedo". En una entrevista durante su campaña para la primera magistratura el candidato republicano dijo (el 31 de marzo de 2016): "El verdadero poder es -ni tan siquiera quiero utilizar la palabra- el Miedo". De allí el título, que conociendo los vericuetos de la mente del habitante de la Casa Blanca, calzan perfectamente con su gestión.

En estos días, ahora, estamos asistiendo al segundo aniversario de su mandato en medio del shutdown, o el cierre del gobierno federal, como respuesta a los legisladores demócratas que dominan la Cámara de Representantes que no quieren aprobar un gasto de u$s 5000 millones para que construya veleidosamente su Muro en la frontera mexicana . El shutdown no sólo hizo cerrar la Administración Pública no se sabe por cuánto tiempo y 800.000 empleados se quedaron sin cobrar, incluyendo en esa desgracia a las embajadas estadounidenses dispersas por el mundo. Es un acto de venganza que aterra aunque se sepa que otros, muy pocos presidentes norteamericanos, usaron el procedimiento.

Los analistas dicen que el presidente, peleado con sus ex socios estratégicos y comerciales europeos, con China, con la organización militar creada para frenar al comunismo está "borracho de trumpismo", aunque en el partido republicano esté ganando el resquemor frente al Jefe de Estado, hombre de su mismo tronco.

Uno de los informantes (o "gargantas profundas") de Woodward le confesó que había gente de su círculo más estrecho que le ocultaba información para evitar daños al país. Al desaparecer papeles de su escritorio el Presidente olvidaba la cuestión, porque cada día, para él, es una pelea distinta . Y si no hay tema de pelea, el las busca.

Guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, corridos por el hambre y un montón de injusticias, se están agolpando en México al Norte para que se abran las alambradas que colocaron los norteamericanos. Como los que se atreven a saltar los obstáculos son capturados y apartados de sus hijos, México, en un gesto meritorio les permite la entrada a su país y les otorga elementos para la subsistencia hasta tanto, algún día, quizás, Estados Unidos entre en razones y seleccione si fuera necesario pero deje ingresar a estos marginados.

El muro había sido una promesa de campaña. Pese a que los latinoamericanos son, históricamente, a lo largo del siglo veinte la mano de obra barata que levanta las cosechas y los productores estadounidenses los necesitan para las tareas pesadas. Lo mismo que los europeos que dejaron entrar después del final de la Segunda Guerra a turcos, italianos, negros y españoles, en la miseria para que hicieran las tareas sucias que sus ciudadanos se negaban a hacer : limpiar los baños, por ejemplo o llevar cargas pesadas o laborar la tierra, con eterna paciencia.

Trump ve ese Muro con la obsesión enfermiza con la que actúa permanente. Y su círculo de amigos considera, exageradamente, que si no lo logra su reelección correrá peligros. Por el momento, según los sondeos de opinión, el 40% de los ciudadanos lo respalda (especialmente en los Estados del Medio Oeste que arrastran una crisis desde hace tiempo) mientras el 60%acrecienta su rechazo visceral por un presidente al cual se lo considera trastornado, inmanejable, empecinado consumidor de hamburguesas con comportamientos infantiles, con negativas rotundas y poco flexibles.

En estos dos últimos años tuvo una economía relajada sin sobresaltos, que Trump había legado de Obama, pero ya se muestran indicadores preocupantes. Wall Street es el espejo de una economía taquicárdica.Y las empresas tecnológicas son las primeras en sentir que el piso se mueve.

La cuestión del Muro le ha hecho perder el criterio, olvidándose de las promesas de su campaña, como la mejora de la infraestructura que no ha sido tenida en cuenta como se debiera. Hay estados donde los caminos no tienen nada que envidiarles a los latinoamericanos, que deben sortear los pozos en las rutas porque los gobernadores están en quebranto o están ingresando en él. Paralelamente le ha bajado los impuestos a los mejor posicionados en la escala social y borró del mapa el Obamacare, un programa de salud que incluía a los desposeídos.

Bob Woodward describe un Trump como un prepotente, un envalentonado, un showman que ha concluido echando de su entorno a todos los que le dieron apoyo en la campaña y a los primeros altos funcionarios que los acompañaron y rodeándose de cortesanos que aprueban sus movidas. Los curtidos veteranos y altos militares, probados servidores del país, quedaron descartados porque le ponían peros a las órdenes presidenciales y le sugerían alternativas muy diferentes.

Trump, que prefiere ver programas televisivos antes que leer los periódicos (a los que odia por sus constantes críticas) o escuchar radio sí ha dado poder, dentro de la Casa Blanca a familiares que no tienen funciones específicas porque están más allá del bien y del mal. Ivanka Trump, su hija de 36 años (nacida en el primero de sus tres matrimonios) lleva el título de "consejera", enfrentada siempre a los miembros del gabinete. De la misma manera otorgó la categoría de "consejero" al marido de Ivanka, el millonario Jared Kushner, responsable entre otros, de los contactos con los rusos durante el tiempo de las elecciones.

Trump y su política son tomados como un ejemplo del populismo como forma de gobierno extendida en el mundo. Pero en los hechos el presidente ha fomentado unas peligrosa polarización en la sociedad. De todas maneras ese tipo de polarización es una peste contagiosa que se ha globalizado en la mayoría de las democracias del mundo.

Ello favorece los sectarismo. La polarización no sólo es causada por la desigualdad y las batallas libradas en las redes sociales. También está presente el repudio a la política. Y a los partidos tradicionales le han salido competidores casi sin conducción : "los movimientos" ( como los "chalecos amarillos" franceses), los "colectivos" (como la protesta contra Orban, el autócrata húngaro, por el alza en los impuestos) y las "facciones", que repudian el pasado reciente. El temor de los politólogos es que la polarización lleve a la parálisis de los gobiernos. Un ejemplo es el Brexit británico. Los entendidos juzgan que un divorcio caótico con la Unión Europea llevaría a un caos de difícil resolución una desaceleración económica de envergadura.

El futuro de las democracias está en peligro porque pierden prestigio entre los ciudadanos. Como explica el periodista, escritor e investigador español Juan Luis Cebrián "el ambiente es propicio para la existencia de la demagogia y el triunfo de los brujos; también el de los payasos". Agrega : "La defensa de la Constitución en cada país es un cordón sanitario que aleja del poder a los enemigos de la libertad".

A todo ello se agrega, según Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea que los europeos (y los norteamericanos) se están separando cada vez más. Para Juncker los partidos tradicionales no pueden imitar a los populistas. Hay que dejar en claro que los populistas solo producen ruido y no tienen ninguna propuesta específica para resolver los desafíos de los tiempos actuales.

Otro problema que aumenta el desconcierto es la pronunciada desigualdad, donde Estados Unidos es una escuela. Han crecido el número de ricos, pero sólo diez entre los más ricos se sientan sobre u$s 730.000 millones.

El primer centenar de personas en esa condición poseen una fortuna de u$s 1,87 billones, literalmente incontables. Los Productos Bruto Internos de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Venezuela, Guyana y Surinam no llegan ni a la carrera a igualar esa fortuna. Tan sólo 26 multimillonarios del mundo poseen mas dinero que las 3800 millones de personas más pobres de la tierra. El equilibrio y la sensatez se han perdido.

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