Dorrego, la primera víctima de la grieta

Un 13 de diciembre de 1828, el entonces gobernador de Buenos Aires era fusilado por orden de Juan Lavalle, en lo que marcaría un punto de inflexión en la lucha entre unitarios y federales.

Varios historiadores consideran que nuestro país "nació dividido . En palabras de Juan Bautista Alberdi, el alma máter de nuestra Constitución, el "parto histórico del 25 de mayo de 1810 supuso para las provincias la sustitución de "coloniaje español por el "coloniaje porteño .

En los días de la Primera Junta esa "grieta política se fagocitó a dos de sus valiosas figuras. Uno fue Mariano Moreno, quien chocó con la posición más conservadora de Saavedra y fue enviado en misión diplomática a Londres, destino al que nunca llegó pues murió en alta mar en circunstancias que todavía hoy son objeto de debate. El otro fue Manuel Belgrano, a quien el primer gobierno patrio lo puso al mando de un ejército y lo envió rumbo al Norte luego de que el creador de la Bandera expusiera sus ideas sobre una reforma agraria que permitiera un mejor reparto de las tierras.

El enfrentamiento entre Buenos Aires y el interior sería el telón de fondo, en adelante, de los sucesivos gobiernos. La Junta Grande, dos triunviratos, varios directores supremos y hasta un presidente fallido, como Bernardino Rivadavia, transcurrieron en medio de esa rivalidad que fue política hasta el 13 de diciembre de 1828. Ese día un extravío de Juan Lavalle desembocó en el fusilamiento de Manuel Dorrego y abrió la puerta a la lucha fratricida entre ambos bandos.

Dorrego era un independentista de la primera hora y un federal convencido. Había gobernado la provincia de Buenos Aires durante algunos meses en 1820, pero fue en agosto de 1827, tras la renuncia de Rivadavia a la presidencia, cuando cumplió su papel más importante. 

El 9 de diciembre, las tropas de uno y otro se encontraron en Navarro. No hubo equivalencias. Los 600 coraceros de Lavalle, que venían de pelear en la guerra con el Brasil, no tardaron en desbandar a los 2000 milicianos poco entrenados de Dorrego.

Disuelto el efímero poder central, tuvo la tarea de negociar con Brasil una solución a la cuestión de la Banda Oriental: sus gestiones desembocaron en la paz definitiva con el país vecino y en el reconocimiento de la independencia absoluta de Uruguay.

Pero mientras Dorrego cerraba el frente externo, su espectro de adversarios en el frente interno iba en aumento. Por un lado los simpatizantes del disuelto gobierno nacional: los unitarios. Por el otro numerosos grupos del ejército, descontentos con la paz desventajosa, que los relegaba de la escena política.

Juan Galo de Lavalle, en héroe militar que había luchado junto a San Martín en las campañas libertadoras y en la guerra con Brasil, sería el principal responsable -aunque no el único- de la conspiración que abriría la puerta a la lucha fratricida entre unitarios y federales.

Todo comenzó el 1 de diciembre de 1828, con el alzamiento que obligó a Dorrego a abandonar Buenos Aires y refugiarse en Cañuelas. Lavalle, secundado por Salvador María del Carril, Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Ignacio Álvarez Thomas y José María Paz, había gestado el derrocamiento y se hizo nombrar gobernador interino.

El 9 de diciembre, las tropas de uno y otro se encontraron en Navarro, 100 kilómetros al sudoeste de la capital. No hubo equivalencias. Los 600 coraceros de Lavalle, que venían de pelear en la guerra con el Brasil, no tardaron en desbandar a los 2000 milicianos poco entrenados de Dorrego, que emprendió la huida pero fue traicionado por uno de sus oficiales, el coronel Mariano Acha, que lo arrestó y entregó a los unitarios. 

Diplomáticos ingleses y franceses se ofrecieron a recibir a Dorrego que solicitó el destierro luego de ser tomado prisionero. Otros, como el general Díaz Vélez, señalaron que una ejecución era "poco conveniente . Pero Juan Cruz Varela y Salvador María del Carril convencieron a Lavalle de que la muerte de Dorrego era una circunstancia desagradable, pero necesaria. 

Lavalle, que era un gran militar pero no un estadista contemplativo, terminó por dar la orden y asumir toda la responsabilidad. Finalmente, el 13 de diciembre Dorrego fue fusilado poco antes del mediodía. 

"La historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir , escribió luego al informar a Buenos Aires lo sucedido. Lavalle eligió el juicio de la posteridad y, parafraseando al historiador Adolfo Saldías, "la posteridad no lo perdonó y llevó hasta la tumba el remordimiento de ese extravío de su patriotismo exacerbado por quienes tan incapaces fueron para fundar nada estable en lo sucesivo .

Lavalle eligió el juicio de la posteridad y, parafraseando al historiador Adolfo Saldías, "la posteridad no lo perdonó y llevó hasta la tumba el remordimiento de ese extravío de su patriotismo exacerbado".

Lavalle creyó que la muerte de Dorrego permitiría cerrar la grieta, pero lo cierto es que su  fusilamiento fue uno de los hechos trágicos más injustos de la historia de nuestro país y marcó un punto de inflexión en la división que ya se había producido años antes. Lo que siguió fueron 25 años de lucha sin cuartel entre unitarios y federales que retrasaron la organización nacional.

Hoy esa "grieta ya no provoca enfrentamientos armados, pero continúa retrasando nuestro crecimiento como país. Días atrás asumió un nuevo Presidente que enfatizó en su asunción la necesidad de "cerrarla . Algunos lo alientan a avanzar, otros intentan persuadirlo de mantener el status quo. Alberto Fernández tendrá la última palabra, la historia lo juzgará... y el juicio de la posteridad es inapelable.

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