Dólar y argentinos, más allá de pasión y cálculo

Argentina fue definida como "el campeón mundial de la dolarización". La afirmación no parece exagerada: antes del último blanqueo los especialistas calculaban que los argentinos atesoraban alrededor de u$s 400.000 millones por fuera del sistema financiero local, el equivalente a la riqueza generada por la economía argentina en casi un año.

La interpretación más difundida en los debates públicos sobre la dolarización es la "tesis economicista" derivada de la microeconomía neoclásica, que explica la preferencia por la divisa como una respuesta racional y automática de individuos con capacidad de maximizar la utilidad. En esta visión, si las autoridades quieren reducir la dolarización basta con que ofrezcan incentivos para que comprar dólares no sea negocio, lo cual llevaría, de forma casi automática, a que la población opte por inversiones en moneda local. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas la evidencia empírica muestra que esto no siempre se cumple.

El ejemplo más reciente es lo ocurrido con la compra de dólares durante la primera etapa de la presidencia de Mauricio Macri. A pesar de que las tasas de interés en moneda local fueron positivas en términos reales, la adquisición de dólares para atesoramiento continuó en niveles muy altos. Los datos muestran que si bien las grandes empresas e inversores institucionales aprovecharon las oportunidades que brindaban las Lebacs, buena parte de los pequeños y medianos ahorristas continuaron ahorrando en moneda extranjera.

Desde una perspectiva de sociología económica, la clave para entender estos "desajustes" está en las expectativas. Para el sociólogo alemán Jens Beckert en el capitalismo moderno predomina la incertidumbre, es decir, las situaciones en las que no pueden calcularse las probabilidades de que algo suceda. Por eso la acción económica de la población es intencionalmente racional: los actores procuran maximizar su utilidad, pero como no saben a priori qué es lo que va a ocurrir ni cuál es la estrategia más adecuada, las decisiones dependen de la definición que los propios actores hacen de la situación.

Volviendo a la actualidad, las compras minoristas de divisas durante el primer año del gobierno de Macri pueden analizarse como la respuesta intencionalmente racional de sectores medios entre los cuales predomina el consenso de que el dólar es una apuesta segura en una economía inestable. La difusión de ideas como "con el dólar a la larga nunca perdés", se apoya tanto en la protección que ha demostrado la divisa como reserva de valor como en la creencia compartida entre los agentes económicos de la probabilidad de su ocurrencia en el futuro, lo cual refuerza su capacidad de orientar la acción de manera similar a las profecías autocumplidas, aunque de manera más impredecible.

La persistencia de la dolarización muestra la necesidad de pensarlo, menos que la consecuencia de una adaptación racional y automática a los cambios en el entorno o de una "condena cultural", como una acción intencionalmente racional desarrollada por una población cuya subjetividad económica está condicionada por la aparición de coyunturas de inestabilidad y la expectativa de crisis periódicas.

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