Doble desafío para Macri: estar a la altura del G20 y aprovechar su estadía en la vidriera global

Ocupar durante un año la presidencia del G20 no es un privilegio que se ganó Mauricio Macri. La Argentina integra este grupo porque los principales referentes del mundo desarrollado decidieron que, después de sufrir dos crisis financieras globales casi consecutivas originadas fuera de los centros económicos (los epicentros fueron Rusia en 1997 y el sudeste asiático en 1998), era hora de sentar en una misma mesa a los países centrales y a aquellos que estaban cerca del temblor o fueron causantes de temblores pasados, como es el caso de México con el efecto Tequila, para prevenir nuevas tormentas.

Cuando en 1999 nació el G20, la Argentina estaba más cerca de ser parte de los problemas que de la solución. Los que discutían en los primeros encuentros eran los ministros de Hacienda y Finanzas junto a los presidentes de bancos centrales, y a juzgar por los hechos que vivió el mundo en los años siguientes, el propósito original de esta iniciativa no se cumplió. Cuando en 2008 la Reserva Federal de Estados Unidos dejó caer a Lehman Brothers, encendió la mecha de una depresión económica que se extendió a todo el globo.

Para ese momento, algunos de los integrantes del G20 ya habían alcanzado una estatura global diferente, particularmente China, y el nucleamiento se convirtió así en la mesa en la que las naciones que representaban más de 80% del PBI mundial podían empezar a consensuar cambios en las reglas económicas, Fue la Casa Blanca la que asumió que para ese objetivo había que moldear otro tipo de liderazgos, y en noviembre de 2008 Barack Obama, con el apoyo de la UE, organizó una cumbre de presidentes, que desde ese entonces toman la posta de la agenda iniciada en las reuniones anteriores y proponen nuevos temas.

La Argentina tiene, en ese sentido, un desafío que puede convertirse en oportunidad. Por un lado, debe sostener la agenda grupal y tratar de que se consoliden algunas políticas que quedaron en riesgo, como ser las referidas a la integración comercial o al cambio climático. Pero también tiene la chance de aprovechar la vidriera en la que estará expuesta durante los próximos 12 meses, para mostrar los cambios estructurales que puso en marcha.

Como presidente del país anfitrión del G20, Mauricio Macri tiene margen para interceder en algunas discusiones, y a la vez debe conseguir que su equipo le saque todo el jugo posible a este foro global, cuyos principales integrantes originaron en 2016 casi u$s 900.000 millones en inversión extranjera directa.

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