Día mundial del hábitat: pensar, reflexionar y actuar

Para mucha gente, seguramente, hoy sea un lunes cualquiera. Una semana empieza y parece un día “normal , en el mundo de la “nueva normalidad . Muchos estarán leyendo esto desde tu computadora o celular, antes o después de haber tenido alguna reunión de trabajo por Zoom.  Luego se prepararán un mate, un café y continuarán con la jornada. Y así, la tarde seguirá su rumbo y probablemente luego de trabajar, buscarán distenderse con alguna actividad deportiva o recreativa.

Sin embargo, hoy no es un día más. Cada primer lunes de octubre se celebra el día mundial del hábitat, un derecho universal que permite que cada persona tenga la oportunidad de realizar la rutina que recién mencioné. Hábitat es sinónimo de: internet para estar conectado con el mundo,  contar con agua potable que sale por la canilla de tu cocina y que podrías tomar sin tener la necesidad de hervir. Implica también vivir en un entorno donde ir a “comprar algo no  implique caminar más que unos metros, porque significa que nuestro entorno está dentro una zona urbanizada donde, además, podes contar con espacios verdes para recreación.  Cada actividad que en nuestra normalidad "vieja" o nueva realizamos, es posible porque contamos con un hábitat digno donde crecer y desarrollarnos.  Pensémoslo así: hablamos de hábitat adecuado cuando contamos con una vivienda digna que está situada en una zona que nos garantiza conexión a servicios; transporte público o caminos donde poder circular con nuestro vehículo, espacios verdes y cercanía a centros de salud y escuelas, entre otras cosas.

Y aunque este modo de vida es el de muchos, todavía en nuestro país no es el de todos. Decirte que Argentina tiene un déficit habitacional de 3.5 millones de familias es sin dudas impactante. Pero, a ciencia cierta,  ¿qué significa esto?  Personifiquemos la estadística: Muchos casos como el de “María y Pedro  que son vecinos de un barrio muy humilde del conurbano norte de Buenos Aires a diario tienen que caminar 4 cuadras para poder conseguir agua, que además no es segura, para poder darle a su familia. 400 metros, lo que a nosotros no nos lleva más que un simple girar el grifo de la canilla. Este es sólo un ejemplo de la larga lista de derechos habitacionales vulnerados que ésta y tantas otras familias sufren.

Alejandro Besuschio

No pretendo polarizar el tema, ya que si de hábitat se trata, también hay esperanza: en 2012 se sancionó la Ley de Acceso Justo al hábitat en Buenos Aires, impulsada por miles de personas que trabajan diariamente junto a familias de escasos recursos económicos para que su realidad se transforme.  Contar con una ley que avale esta temática es clave para que algo que para algunos pareciera ser un privilegio se torne un derecho.

Hoy, no es un día más, es una jornada para reflexionar sobre esta temática que merece ser transformada. Y es una transformación a nivel mundial, por eso las Naciones Unidas contemplan a las Ciudades y Comunidades Sostenibles dentro de sus ODS –objetivos de desarrollo sostenible-, generando  programas y planes que garanticen entornos seguros y saludables para las próximas décadas.

La cuestión de hábitat va más allá de las fronteras, es una problemática del mundo que no discrimina.

Desde nuestro lugar, nos invito a que la reflexión sea acerca de cómo aportar, para que mañana transformemos la preocupación en acción: un compromiso con quienes más lo necesitan. Y ese acercamiento puede hacerse a través de organizaciones privadas que acompañen al tercer sector en este momento tan complicado para todos, así como también vos, desde nuestro lugar individual. El famoso “granito de arena vale más que nunca, ya sea con un voluntariado o una donación, que sin dudas construirá futuro.

Sinceramente, desconozco lo que vendrá, pero mi más ferviente deseo es que no exista una “nueva normalidad que nos desiguale hasta con un simple vaso de agua.  

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