Cuando la adversidad obliga

Sólo el Diablo sabe cuál será el resultado final de este virus que nos está cambiando la vida a todos y cuando digo todos me refiero a cada humano que habita este bendito planeta al que maltratamos casi con despiadada e irrespetuosa cotidianidad. Ese mismo Diablo que nos viene mirando bien desde abajo sabrá cuántos de los que hoy estamos vivos sigamos estándolo en seis meses, la probabilidad de muerte es baja pero existe y nuestro sistema sanitario no tiene disponibilidad infinita. En esta impensada y potencialmente paranoica realidad que nos estremece parecería que de golpe la Edad Media se nos vino encima con la humanidad toda amenazada por una plaga que ni siquiera podemos ver. Los números a nivel mundial lejos parecerían estar de haberse estabilizado y todavía no sabemos los estragos que esta epidemia pueda causar en sociedades pobres, con menor capacidad sanitaria y con fiscos de muchos menos recursos.

Lo cierto es que esta realidad nos sacó a cada uno de nosotros de la cómoda zona de confort en la que transcurrían nuestras vidas y lo irónico de todo esto es que empezamos a extrañar algo de lo que nos quejábamos diariamente: la rutina de todos los días, esa que de golpe se nos interrumpió sin aviso.

Y podría pasarme la nota entera describiendo la obviedad de todo lo malo que nos viene sucediendo y de lo peor que se vendrá en breve, pero no voy a hacerlo porque hoy es tiempo de otra cosa, hoy es tiempo de ponerle el pecho a la balas, hoy es tiempo de que esta adversidad nos inspire, nos mejore, nos torne más conscientes y respetuosos del bienestar de quien tenemos al lado, hoy es el tiempo de que este enemigo invisible nos convierta en invencibles, hoy es el tiempo de comprender que la incomodidad de nuestro encierro no se compara ni por un instante con el destino de los que ahora están entubados con un respirador, ni de los que sin haberlo tenido disponible simplemente colapsaron y se fueron sin siquiera poder despedirse.

Hoy es el tiempo de que esta impensada e incómoda adversidad que nos atormenta nos obligue a dejar el caprichoso lamento de lado y sacar lo mejor de cada uno en toda dimensión posible. Hoy es el día en donde la adversidad nos obliga a ninguna otra actitud que no sea la dignidad y el respeto por el bien propio y el de los demás.

Para los que todavía tenemos la suerte de no estar infectados, miremos a nuestro alrededor, hay mucha gente que está padeciendo y no necesariamente de manera virósica. Hay mucha alma desconsolada en soledad, los depresivos, los ataques de pánico, los claustrofóbicos, enfrentan al encierro como un enemigo inclaudicable y necesitan de alguien que les brinde un mensaje esperanzador, que los convenza de que tarde o temprano habrá luz al final de un túnel que hoy se ve muy oscuro, que les haga creer en que siempre que llovió paró aun cuando esta tormenta ni siquiera haya comenzado.

Hoy es el tiempo de que esta epidemia nos obligue a sacar toda la integridad que tenemos adentro en un ataque de generoso derroche y que la ofrezcamos sin límites a quien la esté necesitando.

Este es el tiempo de aplaudir todos los días sin excepción a cada trabajadora o trabajador de la salud que ponen su vida en juego para cuidarnos a todos. Este es el tiempo de demostrar de qué estamos hechos, es el tiempo de vivir a la adversidad como fuente excluyente de inspiración, como oportunidad única de sacar todo lo mejor que tenemos y vencer a pesar de lo duro que serán los próximos meses y de todo lo que debamos perder en consecuencia. Es el tiempo de renunciar al egoísmo individual y entender que si no nos cuidamos entre todos, el daño será muchísimo más grande.

Si el sacrificio que se nos demanda es simplemente estar guardados, hagámoslo de una vez y en forma sincrónica en respeto al menos a los que hoy padecen y a los que están en la primera línea de fuego intentando salvarnos. Hoy es el tiempo de no ser estúpidos subestimadores de la realidad y quizá si encontramos la forma de transformar a la adversidad en desafió el largo y amargo camino que se nos viene será más fácil de caminar.

Y no se confundan. Estar guardados difícilmente baje la probabilidad de que la gran mayoría de nosotros termine infectada. Estar guardados sí cambia los picos de contagio, sí cambia la temporalidad en la que indefectiblemente terminemos enfermándonos. Es el tiempo entonces de darle la mejor chance a nuestro débil y pobre sistema sanitario de poder reaccionar. Es tiempo de que nuestro aislamiento sea solo físico, es el tiempo de estar, es el tiempo de dar un paso adelante, es el tiempo de exponenciar nuestras capacidades para ayudar al que esté al lado. No todos reaccionan ante una crisis de la misma manera.

Están los que no tienen resto y claudican y del otro lado vienen los que todavía están enteros. A estos últimos corresponde la responsabilidad y el honor de sostener al resto. Lo que no te mata te fortalece y así me imagino será cómo culminará este impensado capítulo de nuestras vidas para aquéllos que tengan la suerte de contarlo. Vivamos entonces esta tragedia como un desafío, no permitamos que la ansiedad nos limite, no dejemos que el miedo nuble nuestra razón. Miremos a nuestro alrededor y encontremos la forma de ayudar y ayudarnos. Hoy es el tiempo de ser lo mejor que podamos ser y dejar el fastidio personal para otro capítulo de nuestras existencia. FORZA Argentina.

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