‘Corsi e ricorsi’ de la Vuelta de Obligado

A mediados del siglo XVlll comenzó en Inglaterra un largo proceso de cambios en los modos y medios de producción, que llevó el nombre de Revolución Industrial y que transformará profundamente la sociedad británica primero y a Francia, Bélgica, Alemania y EE.UU., después. En poco menos de un siglo el maquinismo de las industrias británicas se convirtió en una proveeduría a escala mundial, donde todo tipo de mercancías, herramientas, buques, armas, tejidos textiles, acero, utensilios domésticos, etc.; producidos en sus fábricas y talleres, debían ser colocados en los mercados de Asia y América Hispana, recientemente independizada de su vieja rival España.
Desde Siam hasta el Río de la Plata, desde Australia hasta el mítico Valle del Río Nilo, desde la India y Ceilán hasta Paraguay, la presencia británica era insoslayable. Dominaba totalmente los mercados mundiales imponiendo sus productos, a veces comerciando y otras por la fuerza basada, centralmente en su gigantesca y moderna flota de guerra.
La hija del Duque de Kent de la Casa Hannover, Alejandrina Victoria que hubo sido coronada reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y Emperatriz de la India en 1837, impuso un notable estilo imperial, que la historia recordará como La era Victoriana.
En 1845 una escuadra bélica con banderas británicas y francesas, apostadas en Montevideo, partieron escoltando a buques mercantes atestados de mercancías rumbo a la provincia de Corrientes y el Paraguay, ingresando por el río Paraná, sin autorización alguna del gobernador de la provincia de Buenos Aires, el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, quien resolvió oponerse a la invasión designando al General Lucio Alberto Mansilla, como Comandante de las fuerzas defensoras, quien elaboró una rápida estrategia, eligiendo un recodo que hace el cause del río Paraná, a 18km al norte de la localidad de San Pedro, conocido como la Vuelta de Obligado, para enfrentar a los intrusos.
En el lugar hizo instalar tres gruesas cadenas de costa a costa, sobre varias barcazas y en las barrancas de ambas costas dispuso baterías de artillería.
El combate se inició a la madrugada del día 20 de noviembre y duró 12 hs. con un saldo de 250 muertos de las tropas defensoras y de 26 muertos en la flota invasora que a su vez sufrieron el hundimiento de los Bergantines Pandour y Dolphin y fueron averiados severamente siete buques más.
Ante la gran desigualdad en cuanto a la tecnología bélica y de fuerzas, la flota invasora logró pasar el cerco y proseguir hacia Corrientes, aunque desde las costas de Santa Fe y Entre Ríos se los hostigó con determinación, y a su regreso hubo tres nuevos combates en el Paso del Tornelero, cercano a la ciudad de Ramallo, en San Lorenzo y por último La Angostura de Quebracho, donde las tropas invasoras perdieron 6 buques mercantes y 2 de guerra.
El resultado comercial de la incursión fue pésimo por los daños inflingidos por la tenaz defensa realizada.
Algunos importantes historiadores se preguntan, por qué se celebra una derrota. Otros, exaltan esta batalla y la sobredimensionan comparándola con las batallas de Maipú o Chacabuco.
Certezas y dudas que han, ido y venido como los corsi e ricorsi que el filósofo napolitano Giambatista Vico definió en la historia.
La política, en determinadas ocasiones, tiene la tentación de vulnerar los hechos históricos. Esa manipulación caprichosa y arbitraria, nos ha conducido por senderos sinuosos y falaces.
El 20 de noviembre se celebra el día de la Soberanía Nacional y está bien que así sea. A pesar de la derrota, la batalla de la Vuelta de Obligado fue un acontecimiento histórico trascendente por la voluntad, y heroísmo de aquellos patriotas combatientes determinados a defender el territorio nacional ante una invasión de una flota binacional extranjera, que no solamente quería comerciar, sino asimismo, imponer condiciones políticas tanto en la Banda Oriental del Uruguay, cuanto en las Provincias Unidas.
Rescato de mis archivos, una carta fechada en Grand Bourg, Francia, del 10 de mayo de 1846, firmada por el Generalísimo de la República del Perú, Capitán General de Chile y Brigadier de la General de la Confederación Argentina, José de San Martín, enviara a su amigo Tomás Guido, donde entre otras consideraciones, escribe: A su recibo ya sabía la acción de Obligado. ¡Qué inequidad! De todos modos los interventores habrán visto por este hechantillón que los argentinos no somos empanadas que se comen sin más trabajo que el abrir la boca; a un tal proceder, no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino.
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